Capítulo 11

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Capítulo 11 | "El secuestro, Parte I"

Alek Morosov

Todo se había jodido.

Todo estaba total y absolutamente jodido.

Lo supuse nada más entrar. ¿Alguna vez han creído en las supersticiones? ¿En la sensación que les recorre el cuerpo y les advierte que algo malo va a pasar? ¿En el sexto sentido?

Bueno, eso me había ocurrido, y cometí el grave error de ignorarlo.

El tercer golpe que encajan en mi mandíbula me hace escupir la sangre que se me acumula en la boca mientras la ira me corroe cuando veo a Yulia tras de mí, llorando mientras Egor negocia su liberación.

La ira que me recorre el cuerpo es como un rastro de lava que quema todo cuando lo toca, pero no me permito demostrar nada de eso, lo único que podría ser aún peor que me lastimen a mí, es que la lastimen a ella. A mi pueden lastimarme todo lo que quieran, pero a ella nadie la toca.

Otro puñetazo encaja en mi rostro, mis manos intentan inútilmente zafarse el agarre de los hombres mientras escucho el sonido que me cala desde dentro, el llanto agónico de Yulia mientras suplica que me suelten, cuando sabe que es en vano.

Le he fallado.

No importa cuánto pelee, no me dejan liberarme, lo único que me tranquiliza es cuando veo a los hombres de la Bratva que entran a resguardar su posición, veo como algunos me dedican una que otra mirada, la impotencia en sus ojos de dejarme aquí a mi suerte es clara, pero con un asentimiento de cabeza trato de decirles que está bien, que no pasa nada, sólo quiero que la saquen a ella de aquí.

Veo como se sacude, intentando llegar a mí mientras sus sollozos me perforan el alma, mientras le indico a Kace que está bien, que me deje aquí.

Lo último que veo, es la cara de mi padre cuando conecta el siguiente puñetazo que me hace perder el conocimiento.

Creo que el desespero que sacude mi cuerpo en peligrosos espasmos, que podrían detonar la paranoia, no es para nada sano.

Maldigo una y mil veces al maldito imbécil que se postra frente a mí, sonriendo enardecido cuando cuelga la llamada que podría sellar este destino catatónico mientras me retuerzo, odiándolo aún más de ser posible y despreciando que su sangre corra por mis venas.

Ella no puede venir.

Annika no puede venir aquí.

— Al parecer tu hermana te importa más de lo que pensé — se burla quien he tenido la desgracia de llamar mi padre — No te preocupes, pronto estarán juntos.

— Como le toques uno sólo de sus cabellos... te mataré.

— ¿Matarme? — se burla — No vas a matarme. Por el contrario, vas a ver cómo acabo con tu hermana justo frente a tus ojos, hasta que no quede nada de ella, hasta que la culpa te consuma. Y luego acabaré contigo.

Lo que más me aterra, es que siempre ha cumplido su palabra.

No sé cuántas horas paso encerrado en ese absurdo congelador de mierda, pero todos mis miedos se ven representados cuando es mi hermana quien ingresa por esas puertas, cuando es encerrada conmigo, a la espera del siguiente juego de papá.

No importa cuando golpes sean propinados en mi contra, nada funciona para detenerme mientras veo cómo mi hermana es ingresada a la jaula, con dos tipos que podrían duplicarle el tamaño.

Royal FlushWhere stories live. Discover now