Capítulo 14.

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El sueño se había apiadado de mí y me permitió dormir profundo.
Por un momento creí estar en mi cama, con sabanas cálidas y blancas envueltas en mi cuerpo frio, con la cabeza posada en una blanda almohada llena de algodón,
Me levante frente al espejo de mi habitación y al mirarme en él, aprecie mi rostro limpio y terso, mis ojos claros adornados con las gruesas pestañas que siempre solía tener y mi larga, hermosa y roja cabellera caer por mis hombros.


Y después abrí mis ojos lentamente y me di cuenta que estaba en el mismo lugar frio y húmedo del día anterior, mis labios estaban secos y partidos, llevaba tres días ahí refugiada junto con Vannia, me sentía terrible, podía asegurar que mi temperatura estaba alta, pues el sudor que tenía en la frente era frio, la rodilla ya ni siquiera me dolía en ese momento, había momentos en los que sentía leves cosquilleos en ella y de repente simplemente no la sentía por completo , me incline a mirarla, y el torniquete de tela ya no estaba amarrado, cuando me di cuenta que de la rodilla me fluía un flujo, amarillento, maloliente y nauseabundo, abrí bien los ojos asustada, mi mirada seguía en mi rodilla, una larva pequeña y blanca habitaba en la herida de mi rodilla, no sólo era una, eran aún más, se estaba pudriendo
Mi estómago se revolvió, gire mi cabeza y el vómito viscoso y transparente salió de mi boca hasta caer al suelo de lado mío, después de escuchar las arcadas de la boca, los metrallazos, comenzaron a resonar seguidamente, mire hasta la ventana pequeña de arriba, mire a Vannia que aún dormía. Comencé a asustarme de nuevo.
— ¡Vannia! — Exclame en susurro desde donde estaba tirada.
Al no despertar, me arrastre hasta donde ella estaba, cuando al fin llegue la sacudí levemente mientras los metrallazos sonaban de fondo.
— ¡Vannia, vamos! Despierta, es hora de irnos.


La mire con detenimiento y cierta pizca de ternura, parecía como si estuviera dormida tranquilamente, sin expresión de dolor ni preocupación.

— No... — murmure asustada negando lo que suponía, la sacudí más fuerte pero ella parecía una muñeca hecha de tela.

— ¡Vannia! — grite y entretanto la zarandeaba, ella seguía sin responderme. — ¡No! — grite soltándome en lágrimas, la jale de nuevo, su cabeza se acomodó en mi pecho y la abrace fuerte mientras me mecía con ella. — Tú sabías que esto pasaría.

Entre sollozos, la separé de mí y la recargue en la pared, la mire por última vez, le tome las mejillas entre mis manos. — Sabias que ibas a morir, por eso te despediste de mí ayer. — Chille.
Le quite las manos de sus mejillas no sin antes besar su frente. — Cumpliré lo que te prometí. — Dije tomando sus manos.
— Huiré... — Sentencie. Bese sus manos y dije...― Todo lo que tenga que huir...Te amo, Vannia.

Bese de nuevo sus manos y me arrastre hasta donde estaba antes, tome el pedazo de tela, e hice el torniquete otra vez en mi rodilla, apoye las manos en un mueble viejo y con toda la fuerza de mi cuerpo me levante, grite de dolor y camine cojeando hasta la puerta, atravesé esta hasta la entrada, los metrallazos habían parado, eche una mirada por ambos lados y salí cojeando lo más rápido que pude hasta un conjunto de apartamentos, camine hasta las escaleras, donde me senté con dificultad, y bastante dolor. — Judía — sentencio una mujer que descendía de las escaleras hasta donde yo estaba sentada. — No. — murmure.
— ¡Si! — Bramó mientras ella miraba el emblema del codo con expresión de asco y desprecio. Yo me levante de las escaleras dirigiéndome a la puerta de entrada.
— ¡Judía! — grito mirando a ambos lados.
— ¡No! ¡Cierra la boca! — le pedí.
— ¡Una judía! — Seguía gritando sin parar cuando me tomo del brazo, para no dejarme escapar. — ¡Una judía se ha escapado!


Lo siguiente que hice fue empujarla para que esta cayera al suelo y me soltara, cuando ella cayó al suelo, salí de ahí, corrí con todo el dolor de mi rodilla hasta dos cuadras adelante, me detuve y mi cuerpo azoto en el pavimento, tratando de recuperar el aire, mire hacia mi izquierda y una mujer mayor me miraba desde cierta distancia , ella me miraba de una forma diferente, me miraba con compasión, puedo decir que con lastima, sus ojos se encontraron con los míos, usaba un vestido de colores pálidos, un sombrero con una flor arriba y el cabello hasta los hombros, y de alguna manera me recordó a mi abuela, no trate de huir pues ella sólo estaba ahí parada, sin decir ni hacer nada, pensé que quizá solo estaba alucinando , me convencí de esto pues tenía una rodilla que estaba pudriéndose, y mi temperatura era más caliente, podía sentirla, tenía bastante frio, la mujer seguía mirándome cuando esta comenzaba caminar hacia a mí, me levante con cansancio y dolor, le di la espalda y trate de huir cojeando unos cuantos pasos y tratando de no poner tanto peso en la rodilla.



— ¡Espera! — grito la mujer mayor. — ¡No voy a hacerte daño!

Seguí caminando y cojeando hasta que no pude más, tenía los ojos entreabiertos, apuntó de cerrarse, cuando perdí el equilibrio y caí sobre la rodilla de nuevo causando un extremo dolor, sentí que me mutilaban la pierna entera, mi respiración se estaba apagando, cada vez la sentía más lenta, y esos pequeños gusanos en la rodilla los sentía retorciéndose en mi rodilla, la mujer se acercó a mi muy cerca, pude ver su rostro, sus ojos eran cafés obscuros. La mujer me miraba aterrada.


— Muchacha, ¿pero que...?
— Aléjese de mí... No me toque — interrumpí ya en mi agonía.
La mujer me miro a los ojos con piedad y frunció la frente.
— ¿Pero qué dices?
— Soy judía — sentencie ella arrugo la frente de nuevo. — Va a meterse en problemas si usted me ayuda.
— ¡Por dios, mujer! No sabes lo que dices. — Vocifero. — Estas agonizando. ¡Estas muriendo!
— ¡Váyase! — Exclame. — Déjeme en paz
Ella me miraba tan preocupada como solía hacerlo mi madre cuando algo malo me ocurría, conmocionada la mujer me tomo el cuello. Yo volví a pedirle una vez más que me dejara en paz. — ¡Tonterías! — Exclamo.
Cuando sin más preámbulo ya no la mire más.
Mis ojos se habían cerrado. En ese segundo creí que los había cerrado para siempre.


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La Sombra Del Holocausto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora