Capítulo 33.

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Mis muslos estaban entumecidos en el preciso segundo en que seguía mirando las cenizas caer en las palmas abiertas de mis manos, olían mal pero eso no interesaba

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Mis muslos estaban entumecidos en el preciso segundo en que seguía mirando las cenizas caer en las palmas abiertas de mis manos, olían mal pero eso no interesaba.

Se me formó un nudo en la garganta » ¿Qué es eso? « Me preguntaba constantemente en mi interior. Lo sabía muy en el fondo, claro que lo sabía.

Al dar una bocanada de aire, el ambiente comienzo Inundarse de ese raro olor.

— ¿Entonces qué es? — Pregunto Ruth

Moje mis labios con la poca saliva que aún podía producir, y sacudí mis palmas una con la otra, me encuclille y la jale de sus hombros escuálidos y débiles.
— ¿De veras quieres saber? — Pregunte cruda.
Ella al mirar la expresión de mi rostro negó con la cabeza lentamente.
— ¡Entonces, Deja de preguntarme cosas, niña!

La zarandee, ella comenzó a llorar mientras, sus lágrimas limpiaban mugre de su rostro.

— ¡Ahora estas llorando! ¿Ah? — Grite con ironías. — Ya cállate. Los niños no lloran. — Susurre.

— Soy una niña. — Exclamo.

— ¡Pues ellas tampoco lloran! Ya basta comienzas a desesperarme.

Me levante y la tome de la muñeca llevándola hasta la cocina, era hora de servir la sopa, y Fela no estaba, Ruth camino a sentarse a un rincón, mientras servía la sopa a los prisioneros.

— ¿Qué es esto? — Pregunto ofendido un hombre malhumorado mirando con desprecio la sopa.

— Su comida. — Conteste.
— Esto solo es agua — Reclamo.

Yo revolotee los ojos y tome mi frente.
— Si. Es la especialidad de hoy. — Conteste sin mucha paciencia

— No voy a comer esta porquería —Demandó

— Disculpe, ¿Ya se ha dado cuenta en donde está metido? ¡En un matadero! ¿Y aún se atreve a exigir algo mejor? No va a conseguir algo mejor que esto, así que le recomiendo que lo tome y se vaya, hay más personas hambrientas detrás de usted esperando su comida, ¡Está quitándonos tiempo! Solo tenemos quince miserables minutos para comer.

El hombre se quedó sin habla y salió de la fila.


Al terminar de servir a todos los prisioneros. Serví un plato hondo grande de sopa para Ruth, y uno para mí, me senté de lado de ella y comenzó a comer, ella tenía los ojos hinchados, hinchados de tanto llorar, no me dio remordimiento al saber que yo lo cause.

El sabor de la sopa era escaso, con unos cuantos fideos, esa porquería de sopa solo te llenaba el estómago de agua, pero sin sentirse satisfecha.

— Tengo más hambre. — dijo Ruth terminando su sopa.
— Pues ya no hay más. — Sentencie mientras comía la mía.
Ella me miro con ojos de cordero a medio morir y le obsequie mi sopa junto con un pedazo de pan.

La Sombra Del Holocausto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora