Capítulo 45.

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Solía pensar que la vida de Wilm Goldschmidt estaba en mi manipulación con tan solo tocar su plato donde comía, me pasaban tantas cosas perturbadoras por la cabeza cuando servía la sopa en su plato. Envenenándolo era una de ellas, lamentablemente aun no tenía las suficientes agallas para hacerlo, así que en esos días lo miraba comiéndose la sopa sin retorcerse de ningún dolor y entonces yo moría de rabia por dentro.
— ¿Qué cosa ves, inmunda? — Pregunto parando de comer.
—Nada. — Pregunte sin ninguna importancia.

El revoloteo los ojos y seguía comiendo, la puerta del comedor se abrió y el hombre mayor, de hace unos días estaba entrando, me aventó la gabardina en la cara y chasqueándome los dedos dijo; — Sírveme, tengo hambre.
Revolotee los ojos y asentí con la cabeza, puse la gabardina en la silla y camine hasta la cocina, segundos después el hombre tenía el plato de comida frente a él, entretanto Kurt aprecio parado en el umbral. — ¿Interrumpo, comandante? — Pregunto empalmando una Sonrisa de oreja a oreja.
— No. — Contesto el hombre. Wilm puso los ojos en blanco siguió comiendo.
Kurt camino hasta la silla de lado de Wilm.

Aun me seguía preguntando cuando seria el momento en que el soltaría toda la verdad sobre Kurt y yo. Podía asegurar que estaba esperando un momento caluroso para desenmascararnos. Sabía exactamente que
Kurt me protegía fielmente en ese campo.
— ¿Tiene hambre, Teniente? — Pregunto

— Solo les haré compañía. —Contesto sonriente. Giro mirarme

Wilm soltó una carcajada de pronto y giro a enfrentarlo.
— ¿A nosotros? ¿O a...?
—Cállate — Dijo apretando los dientes y la mandíbula.

Wilm se encogió de hombros y al sonreír dijo algo en alemán, la sien de Kurt se hincho, y bruscamente hizo el movimiento de jalar sus ropas y acercarlo a él con ojos amenazantes. Estaba apuntó de perder la cordura, ir a la cocina, volver y enterrar el cuchillo más grande que encuentre, directo a su yugular, maldito rubio hijo de perra, él era el responsable de tan horrendos sentimientos hacia él. Pero no podía hacer nada, apreté los parpados y una gota de sudor invadió mi frente, un nudo pesado y doloroso apareció en el estómago.

— ¡Ya basta! — Bramó el hombre mayor con la voz ronca y fuerte. — ¿Qué pasa?

Kurt comenzó a responderle en alemán, a lo que este le respondía de la misma manera. Recupere el aliento cautelosamente cuando Kurt y Wilm se quitaron las manos de encima. Los tres hombres comenzaban a construir una conversación en su idioma. No entendía nada excepto solo unas palabras, pequeñas; Como, porque, cuando, si, no.

Era el turno de Wilm hablar, y mientras lo hacia sonreía con satisfacción. El hombre mayor que hasta ese día me enteré de su comandancia en Sobibor, dio un Girón de cuello algo improvisado a dirigirse hacia a mí. — ¿O tu qué piensas, judía? — Interrogó respecto a la conversación que tenía.

— ¿Sobre qué? — Conteste firme, nerviosa, pero no lo hice notar.

El comandante levanto su poblada ceja de su crispada cara y dijo. — Sobre el sexo.

— No sé nada sobre ello.
—Seguramente eres virgen. — Dijo el hombre.

Baje la mirada.

Me quede en silencio pensante y ceñuda, ¿Por qué me pregunta estas cosas? metía los labios mientras seguía pensando en responder. El sexo no era un tema que me estremeciera o me avergonzara, sencillamente, no sabía nada de eso.
— ¿Por qué quiere mi opinión? — Pregunte con desdén.

—Simplemente hoy no tengo ganas de ser el bruto belicoso de siempre. — Dijo y dócilmente sonrió. — Contesta.

Tome aire lo solté y di una pensada rápida.
— Yo creo que...
— ¿Qué cosa? — Pregunto ansioso.
— Yo creo que es tan sencillo quitarse la ropa y tener sexo con cualquier persona... Pero en realidad, que esa persona sepa, tus miedos, tus secretos, tus debilidades, tus fortalezas, tus talentos y todo sobre ti... Eso es realmente estar desnudo. — Manifesté mientras miraba con los ojos llorosos a Kurt. Se escuchó silencio en el comedor, el comandante bajo la mirada a su plato y Wilm soltó una carcajada burlona.

—Vaya que eres ridícula, judía. — Manifestó aquel despreciable hombre.

El cantante suspiro. — Bueno, sí que eres pensante mujer, perdona a este pobre imbécil, que no parece que fue entrenado como un soldado.
— Lo fui, señor — Contesto Wilm sumiso.
— ¿Así? — Pregunto irónico. — No lo creo Goldschmidt, supieras que la primera regla de un soldado es aprender a cerrar la maldita boca cuando debes.

Kurt sonrió por lo bajo, y Wilm me miraba con ojos asesinos. — Ya te puedes retirar, judía, ve a trabajar. Di media vuelta y camine hasta afuera del comedor. Me dirigía a la pila de troncos, donde Fela estaba sentada con la vista al bosque. Fruncí el ceño al mirarla sentada sola con tranquilidad.
— ¿Dónde está Ruth? — Pregunte inundada de pánico.
Ella giro frente a mí y me mostró el arma a la altura de la cara.
— ¿Qué es esto? — Pregunto con el rostro lleno de preocupación.
— ¿Que estás haciendo? ¡Dámela! — Exclame con el tono bajo y trate de forcejear con ella, pero el miedo a que se disparara en el forcejeo me detuvo, aún estaba en sus manos.
—La encontré debajo de tu catre. — Dijo en voz alta.
—Cállate, tonta. — Susurre. — ¿No ves que nos pueden Oír?
—Norah— dijo temblorosa. — ¿Porque tienes un arma? ¿A quién piensas matar?
— ¡A nadie! — Grite entretanto miraba a todos lados. — ¡Cielos, Fela, dame la pistola! Es solo por si algún percance sucede mientras el escape.

— No voy a dártela. — dijo seria. — Voy a matarlo.

— ¿A quién? ¿A quién vas a matar? — Pregunte ceñuda.

Ella comenzó a gimotear mientras sostenía el arma. — A Wilm. — Sentencio entre los ya dichos gimoteos. — Tiene que pagar.

—Va a pagar. — Afirme. — Pero no ahora, no aquí, no en este momento.
— ¿Por qué no? — Pregunto deshecha.

— Si lo haces ahora, vas a arruinarlo todo. Dame el arma, Fela. — dije y comencé a subir lentamente el brazo. Ella miraba hacia los árboles del bosque. Fue fácil quitarla de sus manos. Lo siguiente fue abrazarla y esta vez no rechazo mi abrazo.

[...]

Mirando el techo de madera mientras acariciaba mi cabello, mi estómago comenzaba a retorcerse del hambre provocando un sonido que se escuchaba en todo el dormitorio, pensaba que en unos días la seguridad en las noches había bajado, así que decidí ponerme de pie y cautelosamente ir a la cocina. Al dar un paso afuera del cuarto, mi cuerpo se impactó contra el de Kurt, di un gemido de susto y tape mi boca.
— ¿Insomnio? — Pregunto susurrante con una ceja Arqueada.

Di un gesto de disgustó y dije; — Hambre. Sentía hambre, pero vaya susto que me has metido, se me quito. ¿Qué haces aquí?— pregunte evitando su mirada.
— Es mi turno de vigilar. — Contesto.

Lo mire de cabeza a los pies y entrecerré los ojos. — ¿Qué? — Pregunto el, al ver como lo miraba.
—Te pasa algo. — Afirme.
— Nada. — Evadió mi mirada.

Solté una risa. — ¿Sabes? En todo este tiempo que llevo de conocerte y aun no sabes lo que me encanta de ti.
— ¿Y qué es? — Pregunto con el ceño fruncido.

— Tus sienes. — conteste embobada apreciando su belleza, palpando sus sienes con la mano.

— ¿Mis sienes, porque mis sienes?

— Porque ellas expresan todo lo que tú no te atreves a expresar; Preocupación, melancolía, enfado, y hasta emoción. — dije entre suspiros. — Cuando te conocí jamás creí que fueras de esta manera, creí que eras un bastardo desalmado igual a los demás.

Kurt, tomo mi mano que palpaban sus sienes y suspiro.

— Siempre juzgamos por lo que vemos en el exterior, son pocas las veces que nos atrevemos a ver en el interior de las personas, y cuando eso sucede nos llevamos una gran sorpresa, porque somos diferentes a como nos vemos o parecemos. Podemos ver el dolor, la alegría, el pesar, y cosas que normalmente ocultamos a los demás, así que adelante Norah, no te des por vencida, la vida vale la pena vivirla aunque estés aquí, yo te ayudare a salir y vas disfrutarla cuando esto al fin se consuma. También quiero que disfrutes a cada una de las personas que vas a tener a tu alrededor, Te amo, sobrevivirás y harás una vida, una buena y hermosa vida.

— Tú eres mi vida. — Conteste mientras la luna jugaba a mi favor e iluminaba sus hermosos ojos verdes.

La Sombra Del Holocausto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora