Capitulo 2

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Santana apartó a un lado los informes y empujó su silla hacia atrás, y se acercó con aire decidido al amplio ventanal de su oficina. Su rostro tenía una expresión sombría; se metió las manos en los bolsillos del vestido y se quedó mirando en la distancia.

Estaba enojada por el deslucido esfuerzo de su equipo y los resultados de la búsqueda. Parecía como si todo hubiera ido mal desde el momento en que lanzó aquel programa, y no sabía por qué no podía arreglarlo como arreglaba todo lo demás en su vida. Las solicitantes eran o completamente distintas a los perfiles de sus solicitudes, o no le convencían.

Había recibido solicitudes de mujeres de todo el país, con doctorados, médicos e ingenieras, pero algo no le cuadraba. No sabía qué estaba buscando exactamente. Pensaba que iba a resultar más fácil. Lo único que pedía era que la mujer fuera inteligente, con buena salud y sin antecedentes de abuso de drogas, pero se dio cuenta de que era un conjunto de requisitos inapropiados para encontrar a la mujer que fuera a dar a luz a su bebé.

Estaba buscando otra cosa - pero no sabía qué.

Había aceptado, a regañadientes, al menos a diez mujeres a falta de mejores opciones. Pero, o no tenían buena salud, o ella se había echado atrás cuando su equipo médico les había dado el visto bueno. Era un asunto muy serio; aquella mujer iba a pasar sus genes a su bebé, y no podía elegir a cualquiera.

Lástima que no había llegado a entender la gravedad de su propio programa. Por primera vez en su vida, no estaba preparada para enfrentarse a los riesgos e incertidumbres.

Se había dado cuenta de ello cinco semanas atrás, mientras consultaba las notas sobre sus planes y objetivos anuales - no los de su organización, sino los de su vida personal. Había estado tan absorta en expandir su empresa a escala nacional, que no había reparado en que era incompatible con uno de sus objetivos personales; tener un hijo.

Tenía treinta años, una excelente edad para reproducirse. Quería que su hijo estuviera en la universidad cuando ella se acercara a los cincuenta, no cuando tuviera 70. Quería disfrutar de las cosas buenas de la vida y, según unas investigaciones, treinta era la edad ideal para llevar aquello a cabo. Su implacable determinación por expandir su empresa también había acabado con su compromiso de un año de duración. Estaba molesta, pero no se sentía devastada. No había funcionado. Marley Rose, hija única de un magnate ruso del transporte, no era la mujer adecuada para ella.

Tener una relación y comprometerse, eran también dos de sus objetivos. La ruptura del compromiso le había enseñado algo sobre ella; había estado tan concentrada en lograr sus metas, que a veces ignoraba cosas más importantes - como la calidad de sus objetivos. Y se había propuesto pensar más en aquello a partir de entonces.

Tal vez por eso le estaba resultando tan difícil encontrar a la candidata adecuada. Era una persona a la que le gustaba que las cosas sucedieran rápido, y le desconcertaba pensar que aquello era algo que podía fracasar si se apresuraba. Durante la última década, había transformado su empresa de tecnología en uno de los principales conglomerados de seguridad cibernética del país, algo que reforzaba su fe en sus propias habilidades.

Los requisitos que deseaba en la mujer que fuera a dar a luz a su hijo, eran inteligencia, creatividad y fortaleza física. Tal vez hubiera otras variables que debía tener en cuenta para que la búsqueda fuera un éxito. Algo único; algo especial. No sabía lo que era, pero no iba a detener el programa ahora. Traer un bebé al mundo por medio de un vientre de alquiler iba a funcionar mucho mejor que tenerlo con una mujer con la que se casara.

Aquello le otorgaba más control sobre la vida del niño, su crianza, educación, todo. Santana estaba obsesionada con el control, y le venía de perlas ser la única que tomaría decisiones sobre la vida del bebé.

La Gestante de la millonaria LopezOnde histórias criam vida. Descubra agora