Capitulo 8

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Santana regresó temprano aquel día y se dirigió al segundo piso, donde Brittany estaba trabajando en su oficina. La gobernanta desapareció al instante, nada más verle llegar, y ella se colocó junto a la puerta, contemplando su espalda, sus brazos, el brillo de su piel bajo la gloriosa luz del sol que se filtraba a través del ventanal. Después de un rato, sintió que estaba interfiriendo con su espacio personal y dio un paso atrás, cuando Brittany se giró con expresión exasperada.

-Sra. Jon... ¿Santana?

El corazón de Santana dio un vuelco ante su repentino cambio de expresión; se le iluminó el rostro y sus ojos resplandecieron. Se alegraba de verle.

-Hola. Siento interrumpirte.

-No pasa nada- dijo ella simplemente, todavía sonriendo, incapaz de superar el hecho de que había regresado a casa temprano para ver cómo estaba.

-¿Qué tal el trabajo?

Santana asintió coloco sus manos detrás de su espalda, caminado hacia ella y observando sus pertenencias – las gafas, un bolígrafo y un bloc de notas, una botella de agua.

-¿Cómo te encuentras?

Ella hizo una mueca.

-Más o menos igual.

Santana asintió y se inclinó para enderezar el bloc de notas. Al ver sonreír a Brittany, frunció el ceño.

-¿Qué?

-¿Tienes TOC?

Santana rió y le atrapó la nariz entre sus dedos, dándose cuenta tardíamente del afecto que conllevaba aquel gesto, cuando la expresión de Brittany se endureció e inhalo con fuerza.

-Puede que sí.

Trabajó en su oficina durante el resto del día con la puerta abierta, atenta a cualquier sonido que implicara arcadas y una carrera al baño. Cada vez que ocurría, se detenía junto a la puerta, dándole espacio mientras ella le lanzaba miradas enojadas por estar vigilándola.

Aquella noche, yacía en su cama, mirando fijamente a la puerta abierta. Nunca dormía con la puerta de su cuarto abierta; siempre se mostraba cautelosa, incluso en su propia casa, pero no se sentía incómoda. Le había pedido a Brittany que dejara la puerta de su dormitorio abierta y que le llamara si necesitaba ayuda; al fin y al cabo, se encontraba mal debido a su obsesión por tener un hijo. Era muy valiosa para Santana, y ni siquiera entendía la gravedad de todo aquello.

***

En lugar de remitir, las náuseas matutinas empeoraron, y Brittany se sentó en el suelo del cuarto de baño sollozando, secándose las lágrimas y tratando de no hacer ruido; no sirvió de nada.

-¡Hey!- Santana se acercó a toda prisa y la tomó en brazos.

-No, estoy bien. Es sólo...

-Shhhhh.-

La estrechó con firmeza, asustada al ver una expresión de agonía en su bonito rostro.

-¿Qué ocurre? Dime.-

La depositó en el sofá y se arrodilló sobre la alfombra, mirándola a los ojos. Ella no quería mirarle y continuaba llorando e intentando reprimir sus sollozos.

-Shhhh.

Le acarició la espalda.

-Sra. Jones, necesitamos agua- dijo en un tono de voz normal, y como si hubiera estado esperando la orden, la gobernanta apareció con un vaso en la mano. Santana lo acercó a los labios de Brittany.

–Dale un trago.

Brittany se atragantó e hipó entre sorbos y al final se sintió más calmada.

Santana no sabía qué decir. Los ojos azules de Brittany estaban inundados de lágrimas, sus pestañas empapadas, y la nariz ligeramente hinchada de tanto llanto. Le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja con un tierno gesto.

La Gestante de la millonaria LopezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora