Santana regresó temprano aquel día y se dirigió al segundo piso, donde Brittany estaba trabajando en su oficina. La gobernanta desapareció al instante, nada más verle llegar, y ella se colocó junto a la puerta, contemplando su espalda, sus brazos, el brillo de su piel bajo la gloriosa luz del sol que se filtraba a través del ventanal. Después de un rato, sintió que estaba interfiriendo con su espacio personal y dio un paso atrás, cuando Brittany se giró con expresión exasperada.
-Sra. Jon... ¿Santana?
El corazón de Santana dio un vuelco ante su repentino cambio de expresión; se le iluminó el rostro y sus ojos resplandecieron. Se alegraba de verle.
-Hola. Siento interrumpirte.
-No pasa nada- dijo ella simplemente, todavía sonriendo, incapaz de superar el hecho de que había regresado a casa temprano para ver cómo estaba.
-¿Qué tal el trabajo?
Santana asintió coloco sus manos detrás de su espalda, caminado hacia ella y observando sus pertenencias – las gafas, un bolígrafo y un bloc de notas, una botella de agua.
-¿Cómo te encuentras?
Ella hizo una mueca.
-Más o menos igual.
Santana asintió y se inclinó para enderezar el bloc de notas. Al ver sonreír a Brittany, frunció el ceño.
-¿Qué?
-¿Tienes TOC?
Santana rió y le atrapó la nariz entre sus dedos, dándose cuenta tardíamente del afecto que conllevaba aquel gesto, cuando la expresión de Brittany se endureció e inhalo con fuerza.
-Puede que sí.
Trabajó en su oficina durante el resto del día con la puerta abierta, atenta a cualquier sonido que implicara arcadas y una carrera al baño. Cada vez que ocurría, se detenía junto a la puerta, dándole espacio mientras ella le lanzaba miradas enojadas por estar vigilándola.
Aquella noche, yacía en su cama, mirando fijamente a la puerta abierta. Nunca dormía con la puerta de su cuarto abierta; siempre se mostraba cautelosa, incluso en su propia casa, pero no se sentía incómoda. Le había pedido a Brittany que dejara la puerta de su dormitorio abierta y que le llamara si necesitaba ayuda; al fin y al cabo, se encontraba mal debido a su obsesión por tener un hijo. Era muy valiosa para Santana, y ni siquiera entendía la gravedad de todo aquello.
***
En lugar de remitir, las náuseas matutinas empeoraron, y Brittany se sentó en el suelo del cuarto de baño sollozando, secándose las lágrimas y tratando de no hacer ruido; no sirvió de nada.
-¡Hey!- Santana se acercó a toda prisa y la tomó en brazos.
-No, estoy bien. Es sólo...
-Shhhhh.-
La estrechó con firmeza, asustada al ver una expresión de agonía en su bonito rostro.
-¿Qué ocurre? Dime.-
La depositó en el sofá y se arrodilló sobre la alfombra, mirándola a los ojos. Ella no quería mirarle y continuaba llorando e intentando reprimir sus sollozos.
-Shhhh.
Le acarició la espalda.
-Sra. Jones, necesitamos agua- dijo en un tono de voz normal, y como si hubiera estado esperando la orden, la gobernanta apareció con un vaso en la mano. Santana lo acercó a los labios de Brittany.
–Dale un trago.
Brittany se atragantó e hipó entre sorbos y al final se sintió más calmada.
Santana no sabía qué decir. Los ojos azules de Brittany estaban inundados de lágrimas, sus pestañas empapadas, y la nariz ligeramente hinchada de tanto llanto. Le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja con un tierno gesto.
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