Capitulo 4

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Santana observó a Brittany sentada a su lado en la limusina; miraba en dirección opuesta, presionando su cuerpo contra el lateral del interior del vehículo, como si intentara mantenerse lo más apartada posible de ella. Tenía una mano apoyada sobre el vientre y Santana pensó que probablemente fuera un gesto involuntario. Estaba tan sorprendida como ella de que hubiera funcionado al primer intento. La emoción le estaba volviéndola loca. Frotándose la frente con una mano, contempló su perfil. La tenue luz iluminaba su rostro de marcados ángulos, parecía menuda, bonita y vulnerable. Y no muy emocionada.

Pensó en hablar con ella. Cuando conversaba, tenía una enorme facilidad para ser completamente honesta, pero en aquel momento no estaba segura de sus propios sentimientos. La noticia la había tomado desprevenida, y la sensación resultante era todavía más sorprendente. Se sentía anonadada, aturdida, y aquello no le gustaba nada.

Brittany cambió de postura y se inclinó hacia adelante, al detenerse el vehículo brevemente delante de unas enormes puertas de hierro forjado. De repente, se volvió hacia Santana, que la seguía contemplando.

-¿Esta es tu casa?- preguntó con un hilo de voz.

-Sí- respondió Santana con cautela, deseando que dejara de estar nerviosa y de sintiera cómoda.

-Es enorme- dijo ella con una mueca.

Santana reprimió una sonrisa.

–Dado que vamos a compartir vivienda, decidí comprarla.

Brittany se quedó boquiabierta.

-¿Has comprado este castillo porque dos personas tenían que compartir casa?

Santana rió ante su expresión.

-Es broma.

-Oh.

Ella sonrió, sonrojándose, y dirigió de nuevo la mirada a su regazo.

-Es un gran cambio.

-Te va a encantar. Estarás cómoda y bien cuidada, y yo estaré cerca por si me necesitas.

Santana salió de la limusina cuando ésta se detuvo. Brittany aún estaba estupefacta por la inesperada situación. Nada tenía sentido. Se había imaginado ese mismo momento con aquella mujer, pero no sabía que iba a resultar ser tan auténtica, amable y comprensiva. Estaba claro que quería que se sintiese cómoda, pero la desconcertaba que una mujer de su prestigio y posición se esforzara tanto para que se relajara.
Santana sujetó la puerta y le tendió la mano

-Vamos.

Brittany se detuvo, mirando su mano. Era un poco extraño, como si le ofreciera la mano a su jefa. No encajaba muy bien con todo aquel escenario de jefa-empleada.

Tampoco encaja que estés embarazada de ella.

Colocó su mano en la de Santana y sintió una extraña y cálida sensación recorriéndole el brazo. Santana tomó aliento. La mano de Brittany era menuda y estaba fría, la aferró con firmeza, ayudándole a salir del vehículo. Al dejarla ir, fue Santana quien sintió la pérdida. Apretó la mandíbula y se dijo a sí misma que estaba cansada, que aquella situación era un importante hito en su vida, y que al día siguiente volvería a ser ella misma. Esperando ese momento con ansias, la condujo al interior de la casa y cerró la puerta.

Brittany se detuvo en el vestíbulo, contemplando el altísimo techo con claraboyas, y tragó saliva. Por primera vez, estaban solas. Por primera vez, fue consciente de lo que implicaba la frase vivir con ella. Eran sólo ellas dos; sin guardaespaldas, ni abogados ni médicos, sólo Santana y el bebé en sus entrañas – que era de ella.

-¿Te gustaría ver la casa?

Brittany la miró, dándose cuenta por primera vez de bajita que era. Tenía los hombros un poco anchos, y su presencia llenaba más que el espacio físico que ocupaba su cuerpo.

La Gestante de la millonaria LopezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora