Capitulo 11

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Brittany se despertó a la mañana siguiente y se estiró. Y entonces recordó la debacle de la noche anterior. Flashbacks de Santana encima de ella, con la cara entre sus piernas, las manos sobre su piel, la asaltaron con todo lujo de detalles. Cerró los ojos con fuerza y se dio la vuelta en la cama. ¿Qué había hecho? ¿Qué habían hecho? No debería haber sucedido; pero había sido tan perfecto... Como si tuviera que ocurrir.

Se frotó los labios y sintió en el vientre una oleada de excitación. Aún estaban hinchados como consecuencia de sus devastadores besos. Empezó a jadear en cuestión de segundos, deseando más. Anhelaba su boca en su cuerpo, sus dedos dentro de ella, y su confortable cuerpo cubriendola.

Aquello no había sucedido. Y por una parte, se alegraba. Se alegraba de que alguien hubiera llamado a la puerta, por el motivo que fuera, obligándolas a parar.

No la había vuelto a ver después de que se fuera a "hacer unas llamadas". Se había vestido y había regresado a su cuarto, y se había dormido mientras espera oír sus pasos fuera de la habitación.

Y lo peor de todo era que aquel día era sábado y ambas estaban en casa, tendrían que fingir que no había pasado nada.

Media hora más tarde, Brittany ya estaba duchada y vestida, y se encontraba en la planta baja, mirando hacia la piscina, con la mente hecha un torbellino de pensamientos.

-Buenos días.

El inesperado y alegre saludo hizo que se girara de forma repentina. Santana la miraba con una sonrisa, y Brittany se tomó un momento antes de conjurar la suya propia.

-¿Has dormido bien?

Así que vamos a ignorar completamente lo que pasó. Vamos a actuar normal.

-Sí, muy bien.- dijo, sonriendo.

-Estaba pensando que podríamos ir de compras.

-¿De compras?- Le siguió al interior de la casa y hacia el comedor.

-Necesito algunas cosas. Y he pensado que tú también podrías derrochar un poco, desconectar, divertirte.

-Mmmm.- Se sentía incómoda. Aquello era muy extraño. Era como si le estuviese robando algo, porque la realidad de la noche anterior estaba tan viva en su memoria que todavía sentía humedad entre las piernas.

Santana la miró confundida. Era de locos verse obligada a actuar de aquella manera. Una mujer adulta ocultando sus sentimientos por la mujer que deseaba porque no estaba bien.

¿Quién había decidido eso?

Tú, cuando la contrataste para gestar a tu hijo a cambio de una compensación económica.

Se suponía que debía estar entre sus brazos, donde pertenecía, con su hijo. Pero estaba demasiado lejos, más emocional que físicamente.

Observó las manos de Brittany sobre su vientre. Joder. Iba a acabar con ella. Le excitaba verla acariciar a su hijo de aquella manera.

-¡Santana!- exclamó Brittany con los ojos desorbitados agarrándose el vientre.

El corazón le dio un vuelco y su nivel de adrenalina se disparó. Se acercó a ella en cuestión de milésimas de segundo.

-¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?

-Santana, lo he sentido.

-Déjame llamar al médico.- La cogió por los brazos. -Siéntate.

-No.- ella apartó sus manos de los hombros y le tomó de la muñeca, colocando su palma sobre la parte inferior de su abdomen. -El bebé se está moviendo. Lo he sentido.

Santana se detuvo, contemplando su radiante sonrisa. Le brillaban los ojos y estaba extática; esperó, con el corazón en un puño, respirando calladamente. Sintió el más minúsculo de los golpes procedente del interior de su barriga.

-Dios mío, Brittany.- rió con incredulidad, poniéndose de rodillas y presionando la mejilla contra su vientre. Brittany se estaba riendo, y Santana le hizo un gesto para que permaneciera inmóvil al sentirlo de nuevo.

-Oh, Dios mío.-

Contempló su vientre desnudo como si estuviera hecho de magia.

-Es alucinante.

-Lo es, ¿verdad?- Ella sonrió, pero su expresión desfalleció al percibir la incomparable emoción que reflejaba su apuesto rostro. Por su bebé. Por su bebé. ¿Por qué se emocionaba ella? Por su bebé. Se giró y la mano de Santana resbaló por su cuerpo. Se encaminó al cuarto de invitados y decidió que tenía que decir algo.

-Tengo que ir al baño.

Santana se puso en pie lentamente, mirando fijamente su espalda, sintiendo una mezcla de deleite y agonía. Había advertido la reveladora expresión de su bello rostro. Y también había sido testigo de la bofetada de realidad. Pero no podía hacer nada para ayudarla, y aquella impotencia le provocaba un profundo dolor.

Brittany se encerró en su dormitorio y apoyó la espalda contra la puerta. Al contemplar su reflejo en el espejo, vio el miedo y la emoción que distorsionaban sus facciones. El bebé que tanto la emocionaba era de Santana.

Sólo de Santana.

Y tuyo.

Suyo. Solamente suyo. Yo no tengo nada que ver con él. No es mío. Y entonces se derrumbó.

Tapándose los labios con la mano, abrió el grifo para esconder el sonido de su desgarrador llanto.

-Pero es mitad mío- masculló, sollozando.

Se suponía que era capaz de enfrentarse a aquello. No debía sentirse así. ¿Cómo iba a entregarle el bebé después de verlo, de oler su fragancia? El bebé que era suyo y de Santana – la mujer que quería. La quería con toda su alma, como nada que hubiese querido en toda su vida. Era auténtica y amable, y se había acostumbrado a preocuparse por ella. Se había acostumbrado a tener una compañera, a tener a alguien cerca en caso de necesitarla.

Se secó las lágrimas con furia. Había pasado demasiado tiempo. Se le hincharía la nariz y Santana sabría que había estado llorando. Como una luchadora, se lavó la cara con agua fría y se obligó a no sentir; sólo fue útil por fuera; por dentro, era el caos.

La Gestante de la millonaria LopezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora