Capitulo 9

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Brittany gimió y abrió los ojos. Otra vez. Ni siquiera podía dormir en paz. Los dos últimos días habían sido especialmente horribles debido a las náuseas, y tuvieron que ponerle un gotero de glucosa porque estaba tan deshidratada que apenas podía caminar. Con la boca seca, se obligó a incorporarse y cogió un vaso de agua de la mesita de noche. La puerta de la habitación estaba abierta y podía ver la del cuarto de Santana, también abierta, justo enfrente de la suya. Cuando fue a tenderse de nuevo, el corazón le dio un vuelvo al verla. En su cama. Junto a ella. Dormida profundamente, todavía enfundada en vestido a medida que acariciaban muy bien sus curvas y que había llevado al trabajo aquel día. Brittany respiró con laboriosas boqueadas y luchó contra las lágrimas que le quemaban el interior de los párpados. Odiaba las emociones más que nada; siempre esperando para hacerla llorar.

No podía creerlo - estaba allí, a un paso, con su apuesto rostro relajada y de aspecto juvenil debido al sueño. Tenía miedo de respirar y de moverse, porque el momento era tan surrealista que le aterrorizaba que desapareciera. Su mano yacía a cinco centímetros de su cadera. Una mano de fuertes y largos dedos. Se le hizo un nudo en el estómago y sus pechos se tensaron. Tenía los labios entreabiertos, y Brittany inhaló con deseo, envuelta en la necesidad de tocarlos, de tenerlos en los suyos, sobre su cuerpo - por todas partes. Su anhelo era abrumador, y tensó todo su cuerpo, tomando largas y silenciosas bocanadas de aire mientras se recostaba de lado para contemplar su cara. El aroma de su perfume llegó a su nariz y lo inhaló con profundidad, subiendo las rodillas hasta el pecho, sintiendo aumentar el cosquilleo entre sus piernas. Estaba tan cerca y a la vez tan lejos. ¿Y si no se hubieran conocido a través del programa de subrogación? ¿Y si la hubiera conocido en otro lugar y la hubiese invitado a salir? - ¿Se habría tomado la molestia de aparcar su fanática carrera por el éxito para darle una oportunidad?

Lo habría hecho si supiera cómo era. Si hubiese llegado a conocer aquella parte de Santana. Aquella maravillosa y atenta parte de ella que ni siquiera se molestaba a cambiarse de ropa cuando estaba preocupada por ella. Todavía estaba un poco sorprendida por haberla encontrado en la cama junto a ella, pero no lo cambiaría por nada del mundo. Estaba cómoda, y no creía que fuera inapropiado.

Porque te estás enamorando de ella.

Retrocedió ante aquel pensamiento. No, eran las hormonas que la ponían sentimental y caliente.

Pero hay algo más, argumentó su subconsciente. Nunca nadie la había cuidado de aquella manera. Incluso si era por el bebé, no tenía que esforzarse tanto, y no era tan tonta como para creer lo contrario. Simplemente era una mujer sumamente atenta, que hacía lo que estaba a su alcance para que estuviese cómoda en su casa; que no creía que la retribución económica fuera suficiente para compensar lo que le daba.

Su hijo. Alguien como ella. Un minúsculo bebé que jugaría en sus brazos y viajaría con Santana y haría los deberes ayudado por aquella morena. Vas a ser una madre maravillosa, le dijo mentalmente, y aquello hizo que la deseara aún más.

Se imaginó su boca sobre la suya y se preguntó cómo la besaría. ¿Sería tierna? ¿Sería brusca? ¿Reflejarían sus besos el poder y la fuerza que irradiaba su persona?

De pronto, quiso experimentar su pasión; su brusquedad. Quería que se apoderara de su cuerpo - quería sentir sus manos sobre ella, arañando, acariciando, apretando. Se la imaginó entre sus piernas, con la pelvis estrellándose contra la suya, su boca en sus pezones, dejándolos húmedos con su saliva; con su lengua hundiéndose en su boca y volviendo a deslizarse sobre sus senos. Suspiró y se estremeció, sintiendo que llegaría al orgasmo sólo con imaginarse el momento.

Temblaba de deseo, y Santana yacía allí, dormida, ajena a la naturaleza de sus pensamientos, sin saber cuánto deseaba que la tocara, lo mucho que significaba su tacto para ella. Deseó enterrar el rostro en su pecho - había pasado demasiado tiempo; no recordaba la última vez que había confiando en alguien tanto como para buscar consuelo entre sus brazos.

La Gestante de la millonaria LopezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora