Capítulo 33

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|Ángel sacó un cigarro y lo encendió, el lugar era bastante alejado y rodeado de oscuridad y tranquilidad.|

|Cuatro de los hombres que siempre lo custodiaban estaban atentos a todos los movimientos de su jefe que solo fumaba algo desesperado mientras que veía su reloj de pulso con insistencia.|

|Hasta que por fin unos pasos se escucharon avanzar hacia el.|

—¡Joven Montiel! Buenas noches. —mencionó la mujer con su uniforme de enfermera—

—¿Ya tiene lo que le pedí?. —preguntó—

—Si... aquí le tengo la muestra de sangre que usted me pidió. —respondió la mujer entregándole un sobre grande de papel en color blanco—

—¿No tuvo ningún contratiempo?

—No joven... le sacamos una muestra de más pero su padre no se enteró ni tampoco el doctor.

—Eso me parece bien, nadie se debe de enterar.

—No se preocupe yo no abriré la boca estoy para servirle.

|Ángel le hizo una seña a uno de sus hombres y sacó un fajo de billetes de los verdes, se acercó hacia la enfermera y se los entregó como pago al trabajo realizado, ella con una enorme sonrisa los recibió gustosa.|

—Ya te puedes ir. —le ordenó Ángel dándole una jalada a su cigarro—

|La mujer se giró y empezó a avanzar feliz con el fajo de billetes entre sus manos.|

|Ángel sonrió, llevó una de sus manos hasta su cintura, sacó su arma y le apuntó directo a la cabeza jalando el gátillo dándole muerte a la enfermera.|

—Nunca hay que dejar cabos sueltos. —dijo Ángel Montiel con una amplia sonrisa en su rostro—

—Así es joven, fue lo mejor que pudo hacer. —dijo su guardaespaldas—

—Limpien esta mierda y busquen la manera de que el doctor crea que se fue a otra ciudad con su familia. —comentó—

—No se preocupe joven nosotros nos encargamos de todo. —mencionó otro de sus fieles guardaespaldas—

|El ya no dijo nada y avanzó rumbo a dónde se encontraba la camioneta en la que él siempre era trasladado cuando estaba en Alemania y regresó de nuevo a la casa de su padre con ese sobre de papel blanco entre sus manos que contenía una muestra de sangre de la emperatriz de México.|

|Buscó su teléfono celular e inició una llamada, esperando que le contestaran del otro lado de la línea cuándo mencionó.|

—Ya tengo lo que me pediste abuela, el trato sigue en pie. —pronunció escuchando con atención la conversación de su abuela al otro lado de la línea—

|Después de varios minutos de haber conversado con ella colgó la llamada guardando nuevamente su celular en su bolsillo y con una amplia sonrisa en su rostro.|

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|César llegó a su habitación y la encontró serenamente dormida sobre la cama, aún se veían sus ojos inflamados y su nariz roja al igual que sus pestañas humedecidas por todas las lágrimas que había derramado.|

|Habían pasado 7 días desde que se enteró que había perdido a su bebé y no había un solo día en que no entrara en depresión y llorara por largas horas.|

|El doctor le recetó unos calmantes para tenerla relajada y por supuesto que el emperador no se apartaba ni un momento de ella, dándole ese consuelo y ese amor que tanto necesitaba.|

The Káiser (Reyes de la oscuridad pt2) Where stories live. Discover now