Autor: Olivoverso
Reseñador: Wolfgang (HelmholtzYWolfgang)
Partes reseñadas: 10
Las botas del orejudo de vez en cuando empujaban algún casquillo usado, provocando que el metal rodara y chocara contra otros, que se podían ver por docenas, tirados en el suelo. La muerte avanzaba flotando a su lado y ambos intentaban buscar, con la mirada, alguna señal de vida, o al menos de algún ser ectoplásmico entre las oficinas vacías y los campos de entrenamiento. Pero no tuvieron ningún éxito, era como si aquél templo a la guerra hubiese sido olvidado incluso por las almas ancladas a la ciudad.
—¿¡Hola!? —gritó Wolfgang, pero su voz solo se perdió entre la soledad y la inmensidad—. Pues parece que no hay nadie, mana —concluyó, deteniéndose en la puerta de un almacén.
»Y como diría mi viejo: El que se lo encuentra...
Metió la mano al interior de su gabardina y de ella sacó un revólver, muy parecido a un Colt Peacemaker de los que se solían usar en el Viejo Oeste, pero modificado por él mismo (con ayuda de Helmholtz): no disparaba balas convencionales, pues el tambor del arma había sido suplantado por un mini reactor nuclear electromagnético y era capaz de lanzar rayos gamma de diversas intensidades.
Apuntó el arma al candado que mantenía cerradas las puertas y jaló del gatillo: un fugaz y potente rayo luminoso atravesó el metal, desintegrándolo al momento. Luego empujó la puerta y entró con las narices por delante, olfateando.
—Raciones militares caducadas... —Suspiró, algo decepcionado, parado frente a un estante con mochilas y varias bolsas de comida—. Peor es nada.
Entonces tomó una mochila, le sacudió el polvo y en ella metió varias bolsas, excepto una, la cual abrió. Él y la muerte se sentaron sobre unas antiguas cajas de munición, mientras esperaban que las raciones estuvieran listas. Sin embargo, los sensibles oídos de Wolfgang lograron captar un sonido lejano, parecido a un lamento, que provenía de una caserna al otro lado del campo de entrenamiento.
—¡Eh, eh! ¿Escuchas? —dijo Wolfgang, levantándose—. Parece que no todos los fantasmas se fueron... —agregó, recogió su comida y salió del almacén, con la muerte siguiéndolo de cerca.
Pronto llegaron al edificio, la mitad del techo estaba completamente destruida y el olor de la húmedad, junto al lamento, salían como un vaho por las puertas entreabiertas. El orejudo las terminó de abrir y pudo ver varias literas, colchones roídos y uniformes militares tirados por todo el lugar, pero centró su atención en el fondo del edificio, pues ahí estaba el origen del lamento: un fantasma se encontraba llorando, sentado sobre una de las camas.
Wolfgang miró a la muerte, sin saber muy bien qué hacer, pues no estaba seguro de cómo reconfortar a un fantasma, pero la huesuda solo avanzó, decidida. Sin embargo, el fantasma (que tenía la apariencia inequívoca de un soldado raso) al ver a la muerte, se levantó de un salto y se desvaneció de pronto.
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El Reseñomicrón SEGUNDA VENIDA (Inscripciones Cerradas)
RandomEn las sombras del tiempo, entre páginas vetustas y letras arcanas, María Helmholtz y B. Wolfgang han tejido «El Reseñomicrón», un tomo prohibido que desafía las barreras del conocimiento humano. Siguiendo el rastro de antiguos libros y oscuros escr...