En las sombras del tiempo, entre páginas vetustas y letras arcanas, María Helmholtz y B. Wolfgang han tejido «El Reseñomicrón», un tomo prohibido que desafía las barreras del conocimiento humano. Siguiendo el rastro de antiguos libros y oscuros escr...
Me aproximo a mi última parada, un enorme planeta cubierto de densas nubes. "¿Cómo?", pienso, "¿es acaso este un planeta gaseoso?", pero el radar nunca falla. La luz roja intermitente señala la superficie del planeta como el lugar de destino. Así que tengo que descender para encontrar el libro que me han encomendado Los Antiguos.
—Santa Madre del Universo —digo, persignándome y maniobrando mi nave en dirección al enorme astro—, ¡allí te voy San Pedro!
La aceleración me empuja contra mi asiento. Siento que estoy adentrándome en mi propia muerte. Enormes nubes marrones, grises y amarillentas me reciben con estruendos. En solo cuestión de segundos me sumerjo en ellas, como un avión lanzado hacia la humareda de un volcán. Los paneles de mi nave empiezan a parpadear y varias alertas suenan. "¡Peligro!" "¡Peligro!" repite la voz robótica. Trato de tomar el control, pero es en vano, la nave no obedece a mis órdenes. De pronto, las luces se apagan y me encuentro envuelto por la oscuridad más profunda. Me encojo en mi asiento, aferrado al cinturón de seguridad como único consuelo.
Un rayo quiebra la oscuridad. Espero escuchar el estallido del trueno, pero en su lugar, una potente voz me recibe:
—Bienvenido al Mundo de los Sueños.
La impenetrable oscuridad va desvaneciéndose, poco a poco, dejándome vislumbrar los algodonados bordes de las nubes. Mi nave planea sobre ellas, atravesándolas de vez en cuando, en un espectáculo que se vuelve más bello a medida que el paisaje se ilumina.
—¡Hola! —saludo por el altavoz de mi nave, repuesto de mi temor inicial—, ¿es usted el guardián de este mundo? Estoy buscando un libro titulado Guardianes de los Sueños.
La voz contesta con un resoplido que impulsa mi nave, como si fuera de papel, a miles de metros de distancia en un santiamén.
—¿Qué no ves, muchacho? ¡Mira a tu alrededor! ¡Estás dentro del libro!
Comprendo que aquel nuevo planeta, como todos los demás, obedece a sus propias leyes físicas. Me he transportado a un plano más allá de la cuarta dimensión, aquellas nubes son, entonces, entradas a escenas de una historia mucho más profunda que la atmósfera que me rodea. Entre las formas de ese gas se pueden adivinar rostros de personas y lugares, así como voces y sonidos. Decidido a disfrutar el espectáculo, hasta entonces nuevo para mí, me reclino en mi silla y me dedico a observar.
Dicha historia tiene como protagonista a Mía, una adolescente que puede recordar vívidamente sus sueños e incluso entrar en los sueños de los demás. Ella vive con sus padres en una acogedora casa, tiene dos amigos cercanos, Lucas y Marta, y asiste a un instituto que pronto organizará un baile de invierno. Mía recibe clases particulares de matemáticas, pero como es toda una rebelde, prefiere irse a visitar a su abuela, que vive en las afueras del pueblo, en una casa rodeada de árboles y plantas extrañas. Vamos, la típica casa de la bruja, salvo que esta abuela es muy buena onda y ayuda a Mía a que controle mejor sus poderes.
