🦋 Capítulo 6

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Llegó puntual a la reunión; con Elías a su lado. El chico no había preguntado si Valentín necesitaba que lo guiara, solo lo había asumido y se había preparado para acompañarlo a casa del comisariado.

A Valentín no le molestó, de hecho se sintió un poco más seguro sabiendo que Elías estaría con él. No tenía idea de lo que le esperaba, así que siempre era bueno contar con alguien que al menos ya lo había visto dormir en ropa interior y había atestiguado su pánico ante un insecto.

En esa ocasión doña Josefina los llevó al comedor y los dejó solos con un plato lleno de dulces y vasos de limonada. Elías se sentó junto a Valentín y empezó a comer de inmediato.

-No le hagas mucho caso a mamá y a Julia -dijo Elías luego de un momento en silencio-. Les gusta mucho meterse en mi vida amorosa, aunque sea inexistente.

-Creo que se preocupan por ti.

Elías asintió. Justo en ese momento el reloj en forma de casita de madera anunció el mediodía. Un pajarito salió de la diminuta puerta tres veces a cantar.

-Debe ser increíble tener una madre con un don tan peculiar. Nunca sabes qué clase de cosas va a predecir -comentó Valentín cuando la estancia se quedó en silencio.

-No sabes lo que es que tu propia madre sepa cosas de ti que ni siquiera sospechas.

Valentín lo miró asombrado, tratando de adivinar qué cosas podría haber predicho Martina sobre su propio hijo. Por suerte no tuvo que pensarlo demasiado, Elías ofreció la anécdota por su cuenta.

-Ella predijo mi primer beso cuando tenía once años -confesó el muchacho-. Y supo que sería con otro chico. En ese entonces me asusté porque creí que me odiaría o que pensaría que había algo mal conmigo. Escapé de casa en cuanto me dijo lo que vio y viví todo una mañana en una choza abandonada pensando en cómo sobrevivir. Luego creí ver el fantasma de Socorro Valles y regresé llorando a casa.

Valentín sonrió imaginando ese momento. Pensó que para un niño de once años debió haberse sentido como el fin del mundo que su madre estuviera al tanto de lo que pasaría en su vida.

-Mamá se burló de mí cuando le dije que pensé que ella me odiaría -continuó Elías-. Al día siguiente tuve mi primer beso y fue terrible. Corrí con mamá para reclamarle que no me hubiera dicho que sería tan malo. Se burló otra vez. Desde entonces tengo miedo de que prediga cosas sobre mí. No quiero que mi propia madre vea algo más íntimo antes de que yo sepa siquiera que ocurrirá.

-No te envidio para nada -mintió Valentín, porque en el fondo sí que envidiaba la relación que Elías tenía con Martina.

Cayeron en un silencio agradable. Elías le ofreció dulces y Valentín comió solo un poco, intercambiando miradas y sonrisas que de algún modo se sintieron bien. Le agradaba Elías, a pesar de que el día anterior le había parecido molesto y entrometido.

Valentín no era muy bueno haciendo amigos; la gente se aburría rápido de él. Sus mejores amigos habían sido su madre y luego su tío, lo cual sonaba patético cuando se lo confesaba a los demás.

-¿De dónde vienes? -quiso saber Elías.

-Austin, Texas.

-Ah, un gringo. Ahora entiendo los dólares.

-¿Te refieres a los que me robaste?

-¡Tú me los ofreciste! Todo por querer salvar a ese mocoso estafador -bufó Elías-. ¿En qué trabajas allá?

-Todavía estoy estudiando. Seré enfermero algún día.

Mauricio le había conseguido la ciudadanía estadounidense a los dieciséis años cuando se lo llevó a vivir con él. Desde entonces Valentín tenía doble nacionalidad y tuvo que adaptarse a un país extranjero luego de haber vivido años en Monterrey con su madre. Aprender un nuevo idioma había sido todo un reto, no extrañar México había sido otro mucho mayor.

Besando Tumbas || #ONC2024Where stories live. Discover now