🦋 Capítulo 8

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La mañana de su quinto día en Aguadulce no hubo insectos, ni rituales innecesarios. A poco menos de una semana, no había logrado gran cosa excepto las críticas de los habitantes y las miradas siempre atentas que lo seguían a todos lados. Lo que sí hubo fue humo porque Martina dejó quemar algo en la cocina, una sesión de peinado improvisado porque Elena quería practicar en el cabello de Valentín y una visita inesperada.

Valentín estaba sentado en el único sillón de la pequeña sala mirando dibujos animados mientras Elena terminaba su obra de arte, cuando alguien llamó a la puerta.

—¿Debería ir a abrir? —le preguntó a su estilista cuando nadie más apareció para atender el llamado.

—Mamá dice que no debemos abrir la puerta a extraños.

—Pero yo soy un adulto.

Elena lo miró con detenimiento, como si creyera que Valentín le estaba mintiendo.

Antes de que cualquiera de los dos pudiera llegar a una conclusión, Elías se encaminó a la puerta y se detuvo cuando le dedicó una mirada de reojo a Valentín.

—Lindo peinado —se burló el muchacho.

—¡Gracias! —fue Elena quien respondió, encantada.

Valentín se movió nervioso, imaginando el aspecto que debía tener.

—¿Ya puedo verme en el espejo?

—Aún no —sentenció la niña y siguió con su trabajo.

Elías abrió la puerta y su voz fue de pura confusión cuando saludó a la otra persona. Valentín no podía ver nada desde su posición en el sofá, pero alcanzó a oir la conversación.

—¡Elías, muchacho, cómo has crecido! —dijo una voz masculina.

—¿Qué quieres?

Elías no sonaba para nada amigable. Esto hizo que Valentín tratara de girar para ver lo que ocurría, sin embargo Elena lo obligó a mirar al frente.

—Un pajarito me dijo que hay un forastero por aquí causando problemas.

Valentín sintió un escalofrío. Elena dejó de peinarlo abruptamente y se apartó casi de inmediato.

—Te informaron mal —respondió Elías, su tono era inexpresivo.

—No me digas —el otro hombre sonaba más bien divertido—. Pues aun así quisiera hablar con ese citadino.

Valentín se puso de pie preparando una disculpa para Elena, pero la niña ya no estaba por ningún lado. Miró la espalda de Elías, su postura rígida y tensa lo hizo entrar en alerta. Caminó hacia él y lanzó una mirada por encima de su hombro a la otra persona.

Un hombre con uniforme de policía municipal estaba de pie al otro lado de la puerta. Se veía un poco mayor para seguir ejerciendo; con su cabello casi por completo inexistente y el bigote canoso sin una pizca de pigmentación a la vista. Llevaba lentes de sol de tipo aviador y se movía con la confianza que solo alguien que porta una placa podría. A pesar de su edad, tenía el cuerpo construido como un tanque, era alto y se veía muy capaz de poner en su sitio a cualquier mequetrefe que quisiera pasarse de listo. La pistola que colgaba de su cinturón era el toque final para su aspecto engreído.

El oficial miró en dirección a Valentín, por encima de sus lentes de sol, y sonrió mostrando un diente de oro.

—Tú debes ser el retoñito de los Olmos del que tanto hablan —dijo con tono despectivo—. Llevas una semana aquí y ya estás provocando un revuelo, cabrón.

—¿Disculpe?

—Él no hizo nada —Elías enderezó su postura y se movió para cubrir a Valentín.

Besando Tumbas || #ONC2024Where stories live. Discover now