🦋 Capítulo 19

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Valentín se quedó inmóvil mirando el arma. De un momento a otro se encontró sudando frío; su cerebro enviaba señales de advertencia al sentir que su ritmo cardíaco aumentaba. El miedo se vio momentáneamente opacado por el golpe de adrenalina que liberó su cuerpo para hacerlo reaccionar, para mantenerlo vivo. La imagen frente a él tomó más enfoque, las ideas le llegaron con más claridad.

—Fue usted —dijo en voz baja.

Valentín sabía, en alguna parte de su corazón, que estaba frente al asesino de Rafaela. Entendió de pronto porque el hombre había reaccionado tan exageradamente la primera vez que le contó todo. Porque se había visto en necesidad de beber tequila mientras lo escuchaba.

Don Evaristo apretó los labios en una línea recta. Debería ser imposible que un hombre de su edad se viera tan amenazante, sin embargo de alguna manera se veía incluso más temible que Bustamante y Ortiz. Su mano arrugada no vacilaba mientras sostenía el arma, se mantenía firme.

—Todo habría sido más fácil si Rafaela no hubiera sido tan candenadamente leal —escupió don Evaristo con rencor—. La lealtad que le tenía a los Olmos era una estupidez. Ella decía amarme y aun así no quiso ayudarme cuando le pedí que tomara dinero del viejo rancio de Mario Olmos. ¿Qué clase de amor era ese que profesaba entonces?

Todo el temor que Valentín había sentido antes se tornó entonces en un odio ardiente que lo dejó temblando de impotencia y aversión. De un momento a otro ese hombre perverso le pareció un demonio grotesco y despiadado.

Don Evaristo sonrió; era la sonrisa más desalmada que había visto, digna de un monstruo.

—Nunca imaginé que Mauricio me había visto enterrándola y menos me pasó por la mente que el muy imbécil te enviaría. Ese primer día que llegaste le llamé a Bustamante, le dije que serías un problema y el pendejo se burló de mí. Al día siguiente les conté a los ejidatarios y traté de hacerte ver como un loco. Creí que el nulo apoyo que te dimos serviría, pero vaya que eres terco como una mula, igual que Meche. De tal palo, tal astilla.

—No vuelva a nombrar a mi madre, ni a Rafaela.

—Ni siquiera la conociste, ¿por qué te importa tanto una mujer que murió incluso antes de que tú nacieras?

—Rafaela era parte de mi familia.

El hombre soltó una carcajada, el revólver en su mano se movió ligeramente. Valentín ni siquiera miró el arma, como si no verla fuera a hacerla menos peligrosa.

—Ella no era nada —dijo el hombre casi con asco—. Siempre se lo dije. Le advertí que no era nada ni nadie. Solo yo podía llegar a quererla de verdad y no le importó. Siguió prefiriendo a tu familia, como si ellos fuera a aceptarla alguna vez como otra cosa que no fuera una niñera.

—¡Mi familia la aceptó y la amó muchísimo!

—¡Mentira! —don Evaristo por fin dejó de apuntar a Valentín con la pistola para poder señalarse a sí mismo—. Solo yo pude haberla querido. Fui pidiendo ayuda y solo encontré rechazo después de todo lo que hice por ella. 'No puedo hacerle eso a los Olmos, no puedo robarles', eso fue lo que dijo. No le importó verme desesperado. Yo necesitaba ese dinero. Los Olmos tenían eso y mucho más, ni siquiera iban a notarlo. Pero no, Rafaela prefirió serles fiel a ellos.

—¡Usted ya estaba con doña Josefina! Solo jugaba con Rafaela.

—¡Pude haber estado con las dos!

Valentín dio dos pasos largos hacia el hombre con toda la intención de darle un buen puñetazo y solo se detuvo cuando el revólver volvió a su posición inicial, apuntándole.

Besando Tumbas || #ONC2024Where stories live. Discover now