🦋 Capítulo 15

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Valentín ya estaba despierto antes de que los primeros gallos empezaran a cantar. Había dormido en la cama junto a Elías por primera vez desde su llegada. El muchacho seguía dormido, su mano todavía enroscada en la de Valentín como si hubiera sabido que estaría tan ansioso que podría salir corriendo a mitad de la noche para ir a buscar a don Amado.

Eran las cuatro de la mañana y según sus cálculos apenas había dormido un par de horas. Se sentía al borde de un colapso cuando los primeros rayos del sol empezaron a asomar a lo lejos y los gallos entonaron la primer estrofa de su canción diaria.

Elías se movió en la cama, lanzando un brazo y una pierna sobre el cuerpo de Valentín para mantenerlo en su sitio.

—No dormiste —murmuró el muchacho, arrastrando las palabras con voz ronca, hundiendo el rostro en el hombro de Valentín.

—Sí lo hice. Un poco al menos.

Elías suspiró, restregando la punta de su nariz contra la piel de Valentín hasta que este se encontró sonriendo.

—Todo saldrá bien —dijo Elías con una seguridad de la que Valentín carecía.

Decidió creer en él.

Esa mañana Martina recibió a un par se clientes que llegaban de la ciudad tratando de advertir su futuro. Se trataba de una joven pareja que miraban de un lado a otro de la casa con ojos muy abiertos. Martina los recibió enfundada en un largo vestido de chiffon púrpura que arrastraba por el suelo. Andaba descalza, con el cabello suelto y los dedos llenos de anillos.

Valentín miró con la boca abierta mientras la mujer hacía todo una rutina encendiendo palitos de incienso y colocando cartas de tarot, hierbas secas, huesos falsos de roedor y su famoso té sobre la mesa. Los clientes parecían atontados, como si el humo del incienso los estuviera transportando a otro mundo.

Valentín habría podido quedarse a observar toda la escena durante horas, a pesar de que Elías le había dicho que su madre no necesitaba nada de artilugios para ver el futuro. Al parecer los dones de las brujas eran menos místicos de lo que se pensaba. Bastaba una mirada directo a los ojos de sus clientes, rozar su piel o simplemente hacerlos hablar un poco para que las visiones llegaran a ella. La parafernalia era solo algo que usaba para impresionar a las personas y ganar un poco más de dinero.

Julia odiaba todo lo que tenía que ver con eso, así que se aseguraba de no estar presente jamás.

—¿Julia no tiene el don? —preguntó Valentín, sentado en la diminuta mesa que se encontraba en la cocina donde él y Elías esperaban.

—Ella tiene otra clase de don —suspiró Elías—. Yo también lo tengo.

—¿Eres brujo? —Valentín no estaba realmente sorprendido—, ahora todo tiene sentido.

—¿De que hablas?

—Jacinto me advirtió que a las brujas les gusta robar el corazón de los jóvenes —explicó Valentín—, y tú robaste el mío.

Elías rodó los ojos a pesar de que sus mejillas se encendieron. Valentín escuchó el sonido asqueado de Julia desde algún lugar en el patio trasero donde ella y Elena esperaban a que la sesión de Martina acabara.

—Nosotros no robamos nada —dijo la hermana mayor, asomando la cabeza por la ventana de la cocina.

—Julia y yo somos diferentes —Elías trató de pensar una manera de explicarlo—, nosotros sentimos. Sentimos mucho.

Valentín recordó lo que doña Nieves había dicho. Elías debió haber imaginado lo que estaba pensando porque asintió de inmediato.

—Cuando era niño, mamá creyó que yo podría tener un don parecido al de Nieves. Cuando papá murió empecé a tener sueños donde él aparecía y sentía su presencia todo el tiempo. Mamá imaginó que el espíritu de papá buscaba comunicarse conmigo. Me envió con Nieves y me convertí en su aprendiz por un tiempo, pero resultó que mi don no era como el suyo.

Besando Tumbas || #ONC2024Where stories live. Discover now