𝐋𝐄𝐓𝐑𝐀𝐒| Eren Jaeger

𝐑𝐞𝐦𝐞𝐦𝐛𝐞𝐫

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Una niña que vivía con sus padres, un poco era de lo que es la muralla María, sin más ella vivía con sus padres que aunque no se diera cuenta aquella pequeña, ellos padecían de una enfermedad y lo único que los mantenía en alto, era creer en un Dios o en este caso, darlo todo por las murallas. Ymir, la fundadora a quienes le rezan de forma oculta. Siempre iban a ese culto con muchas más personas a pedir la salvación de las murallas, la joven niña no tenía idea de los secretos.

Apenas tenía unos 4 años, cuando acompañó a sus padres, ella estaba sentada mientras jugaba con un listón, solo escuchaba los cánticos extraños, personas en batas blancas. El culto del muro, es una facción religiosa con gran influencia religiosa y política dentro de los muros. Algunos miembros de este culto tienen conocimiento de los muros que permanecían ocultos al público en general. Los miembros del culto creen que los Muros son una deidad y los humanos no deben interferir de ninguna manera con ellos. Desde su fundación, esta facción religiosa ha ganado rápidamente seguidores y, por tanto, interviene en gran medida en las decisiones gubernamentales.

―¡Escuchen! ¡Los muros se han creado gracias a la sabiduría de Dios! ¡Las murallas son la obra de dios! ¡Ningún alma podrá profanar estas murallas!―dijo un predicador.

―Vamos a rogar por María, por Rose y por Sina, por el bien de las tres diosas, por nuestra paz.― vociferó Nick ante la congregación. ― No debemos dudar de la santidad de las tres grandes murallas. ¡Nuestra fe hará que esas tres murallas... creadas por la mano de dios... sean más fuertes! Solo el corazón puro de un creyente puede protegernos de los titanes, solamente ese poder puede hacerlos retroceder

Sin más la pequeña prestaba atención a esas palabras, ella miraba a todos rezar, ella parecía tan extrañada ante eso, miro el cielo pensando si de verdad había una salvación ante todo esto. Sin más por accidente su listón vuela contra viento, ella corre tratando de encontrarse, hasta que ve cómo quedó bajo una mesa, se hincaba para agarrarlo, iba a salir, pero escucho pasos, se oculta bajo la mesa, en ese momento escuchaba una plática. Al escuchar eso, su mente se quedó nublada. Siempre había querido saber sobre el mundo que la rodeaba, pero lo que encontró no fue el consuelo de la certeza, sino el abismo de la verdad desnuda, cruda y despiadada.

La verdad del mundo, esa que ahora yacía sepultada en lo más profundo de su ser, no era hermosa ni reconfortante. Era un relato de injusticias, de dolor, de desigualdad y de crueldad, todo lo que crearon era una mentira.

Sin más corre, pero las personas le pisaban los talones, la niña corre sintiendo un hueco en su corazón. Lo hizo como un acto de autodefensa, como un intento desesperado de proteger su propia cordura y su corazón herido. Sabía que llevar consigo esa verdad, cargar con su peso cada día, sería su ruina. Pero luego escucho un sonido de unos caballos, una carreta la golpea haciendo que fuera arrollada, su cuerpo giró hasta quedar casi inerte, su cabeza sangraba.

―¡¿Qué mierda hiciste?! ¡Solo debías detenerla!―gritó un hombre robusto.

―¿Y qué esperabas? Es una mocosa rápida, ya no hay pruebas y nada―dijo un hombre.

―¡Pero esa pequeña no merece eso!―gritó una joven.

La chica se acerca desesperada al cuerpo de la menor, acaricio su mejilla y su frente sintiendo una tremenda tristeza, sentía aún su pulso, así que coloco su frente contra la suya, sin más la pequeña cae dormida siendo sostenida por la joven de cabellos negros y ojos brillantes.

―¡¿Frieda?! ¡¿Qué haces?!

―Ella no merece morir por un error, solo es una niña, además borre sus recuerdos, cuando despierte no recordará nada― comentó la joven.