treinta ; recuerdos

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Enzo aguardaba en silencio a un lado de la camilla de hospital donde Victoria se hallaba inconsciente

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Enzo aguardaba en silencio a un lado de la camilla de hospital donde Victoria se hallaba inconsciente.

La culpa lo invadía.

En la silenciosa sala de hospital el único ruido era el de las máquinas conectadas a Victoria. El sonido reconfortante de saber que su corazón aún latía

Se preguntaba si hubiera hecho las cosas diferentes, ¿esto hubiera pasado?

Enzo no podía apartar la mirada de Victoria, su rostro pálido y sereno contrastaba con el torbellino de emociones que revolvía su interior. Se culpaba por cada palabra hiriente que había pronunciado en aquella fatídica discusión, por cada gesto de rabia que había dejado escapar. Ahora, mientras esperaba en la penumbra de la sala de hospital, anhelaba que sus palabras hubieran sido diferentes, que su ira no hubiera prevalecido sobre el amor que sentía por ella.

El pitido constante de los monitores era un recordatorio constante de la fragilidad de la vida, pero también una pequeña chispa de esperanza. El corazón de Victoria aún latía, y eso le daba fuerzas para seguir adelante, para aferrarse a la posibilidad de que ella despertara y le permitiera pedirle perdón.

Enzo se prometió a sí mismo que, si Victoria se recuperaba, sería un hombre nuevo. Dejaría atrás el rencor, la impulsividad, y cultivaría cada día el amor y la comprensión que merecía.

Morena entró en la sala de hospital con paso cauteloso, sintiendo el peso del aire tenso que la rodeaba. Sus ojos se posaron en Enzo, y aunque una parte de ella aún guardaba un resquicio de resentimiento por lo sucedido, decidió dejarlo de lado por el bien de Victoria.

Se acercó a Enzo con una mezcla de determinación y compasión en su mirada. Sabía que él también estaba sufriendo, que no era solo Victoria quien necesitaba apoyo en ese momento.

—Enzo —dijo con voz suave, colocando una mano en su hombro en un gesto de consuelo —Sé que las cosas entre vos y Victoria no están en su mejor momento, pero ahora ella te necesita más que nunca. Necesita sentir que estás con ella, que la amás y que lamentás lo sucedido. No podemos cambiar lo que pasó, pero podemos estar juntos para apoyarla en su recuperación

Enzo asintió con gratitud, reconociendo el gesto de Morena como una muestra de generosidad y madurez. A pesar de las tensiones del pasado, sabía que juntos podrían superar aquel momento difícil y estar allí para Victoria cuando despertara.

—Me tengo que ir, Enzo —dijo apresuradamente, con una mirada de disculpa hacia él. —Pero prometeme que no la vas a dejar

—Te lo prometo —Se apresuró a contestar

Con una sonrisa poco convencida, Morena se apresuró hacia la puerta, dejando a Enzo solo en la sala, con su preocupación y sus pensamientos como única compañía.

Enzo permanecía junto a la camilla de Victoria, observando con atención cada pequeño cambio en su rostro. La habitación del hospital estaba impregnada de una quietud tensa, solo interrumpida por el suave zumbido de las máquinas médicas.

De repente, los latidos del corazón de Victoria se aceleraron, y sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando con confusión y desorientación. Enzo se inclinó hacia adelante, listo para ofrecerle palabras de consuelo y apoyo, pero antes de que pudiera decir algo, las puertas de la habitación se abrieron de golpe y un equipo de médicos irrumpió en la sala.

—¡Necesitamos espacio, por favor, salgan de la habitación! —exclamó uno de los médicos, con voz firme pero compasiva.

Enzo se acercó con cautela a Victoria mientras los médicos preparaban su equipo. Sus ojos se encontraron con los de ella, pero en lugar de reconocimiento, solo vio confusión en su mirada.

—Victoria, soy Enzo —dijo con voz suave, tratando de ocultar el nudo en su garganta. —Estoy acá, tranquila, tranquila..

Victoria parpadeó varias veces, intentando procesar la información. Sus recuerdos eran borrosos, fragmentos dispersos que no lograba juntar en su mente.

—¿Quien...? ¿Quien sos? —murmuró, con la voz apenas un susurro, asustada.

El corazón de Enzo se contrajo dolorosamente al escuchar esas palabras, ahora, se sentía aún más culpable, y por un momento pensó que se lo merecía. ¿Capaz...? ¿Victoria había olvidado todo?

Enzo se vio obligado a retroceder, sintiendo cómo el corazón le latía con fuerza en el pecho. Quería quedarse junto a Victoria, asegurarse de que estuviera bien, pero sabía que los médicos necesitaban trabajar sin distracciones.

Con un último vistazo preocupado hacia Victoria, Enzo salió de la habitación, sintiendo el peso de la incertidumbre y la ansiedad sobre sus hombros. No sabía qué estaba pasando dentro de la habitación, pero rezaba en silencio para que los médicos pudieran ayudar a Victoria a recuperarse pronto.

Enzo se retiró de la habitación, sintiendo como el peso de la incertidumbre se apoderaba de él. Afuera, en el pasillo del hospital, el tiempo parecía haberse detenido mientras esperaba noticias sobre el estado de Victoria.

El sonido de los pasos apresurados de los médicos resonaba en el pasillo, mezclado con el suave murmullo de voces y el constante pitido de las máquinas. Enzo apretó los puños, tratando de contener la ansiedad que amenazaba con abrumarlo.

Pasaron unos largos minutos antes de que la puerta de la habitación se abriera de nuevo y un médico saliera, con una expresión seria pero esperanzadora en el rostro.

—Señor, su amiga está estable por ahora —anunció el médico, extendiendo una mano en un gesto de tranquilidad —Aún está un poco desorientada, pero estamos monitoreándola de cerca

¿Amiga...?

El alivio inundó el corazón de Enzo al escuchar esas palabras. Agradeció al médico con un gesto de cabeza y se apresuró de vuelta a la habitación de Victoria, con la esperanza renovada de que ella se recuperaría pronto.

Al entrar de nuevo en la habitación, encontró a Victoria mirando fijamente al techo, con una expresión perdida en su rostro. Se acercó con cuidado a su lado, sintiendo el corazón latir con fuerza en el pecho.

—Victoria, estoy acá otra vez —dijo Enzo suavemente, buscando su mirada. —Estás bien, ¿cómo estás?

Victoria giró la cabeza lentamente hacia él, sus ojos reflejando una mezcla de confusión y temor. Enzo deseaba con todo su ser poder borrar esa expresión de su rostro y devolverle la calma y la seguridad que había perdido.

Enzo sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos al ver la mirada de miedo en los ojos de Victoria. Era doloroso darse cuenta de que ella no lo reconocía, pero sabía que debía mantener la compostura por su bienestar.

—Perdón..—Murmuró Enzo, retrocediendo lentamente. —No quería asustarte. —Los médicos intervinieron amablemente, pidiéndole a Enzo que saliera para permitirles trabajar con Victoria sin distracciones.

Con un nudo en la garganta, Enzo asintió y salió de la habitación, sintiéndose como si estuviera dejando atrás una parte de sí mismo.

—Señor, me temo que hay posibilidades de que Victoria no recupere la memoria en absoluto. Sin embargo, también existe la esperanza de que, con el tiempo y el cuidado adecuados, pueda recuperar parte o la totalidad de sus recuerdos —Y ahí lo que él más temía, que la persona que más amaba, no lo recuerde en lo absoluto —Pero debemos ser cuidadosos. Si la abrumamos demasiado con información o emociones, podríamos dificultar aún más su recuperación

Enzo asintió con tristeza, comprendiendo la delicadeza de la situación. Sabía que debía ser paciente y comprensivo, y estar ahí para Victoria en cada paso del proceso de recuperación, incluso si eso significaba mantener su propio dolor en silencio.

REPUTATION   ✶   enzo vogrincic Where stories live. Discover now