•10| Jardín de rosas.

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Manada Kaida.

Año 1212

Un gran lobo blanco corría a gran velocidad por el bosque de Kaida. En su espalda llevaba enganchado un arco y unas cuantas flechas en una pequeña bolsa de tela, que, conforme el lobo aumentaba la velocidad, estas se tambaleaban en su lugar.

El animal sentía el viento en su suave y blanquecino pelaje, así como también ese característico aroma a humedad que solía haber en esas temporadas en Kaida. Amaba hacer eso cada que podía; su instinto animal se lo pedía a cada minuto que vivía.

Sus largas patas se detuvieron al instante en el que llegó al pequeño lago, deleitándose por la fresca y brillante agua que resaltaba entre aquel lugar. Solía escabullirse del palacio de vez en cuando, corriendo como si su vida dependiera de ello hacia aquél lugar que sus ojos veían con emoción.

Amaba aquél lugar, le traía una paz increíble.

Lentamente se acercó hacia la orilla de este, sintiendo su corazón latir frenéticamente debido al esfuerzo hecho al llegar al sitio lo más rápido posible. Su lengua tocó la cristalina agua, bebiendo de forma rápida, sintiendo satisfacción cuando pasó el líquido por su garganta.

Sin embargo, sus sentidos se agudizaron cuando no muy lejos escuchó un pequeño quejido de lo que parecía ser otro lobo. Otro cambia forma.

Era realmente extraño encontrarse uno. Los cambia forma suelen ser escasos, ya que necesitan de mucha conexión con su lobo para poder lograr este gran cambio. No todos lo logran, ya que este paso no suele ser para todos.

De forma lenta se dirigió hacia unos arbustos a su derecha, justo donde venían aquellos quejidos, y en cuanto se fue acercando mas pudo olerlo, era un alfa.

Y cuando vi al gran lobo negro acostado en la tierra con su pata izquierda lastimada, rápidamente cambió a su forma humana, dejando ver su desnudez. Su piel canela y su cabello pelinaranja salieron, dejando atrás su aspecto de lobo.

El omega no lo pensó mucho, y con cuidado de no lastimar al lobo negro lo cargó hacia su cabaña en el bosque. Era realmente pesado, no lo negaría, pero sus ganas por ayudar a aquel sujeto podían más que con el peso del lobo.

En cuanto llegó a su cabaña lo recostó en su cama, trayendo rápidamente de la cocina algunas hiervas medicinales. Limpió y curó su herida, sin darse cuenta que el lobo se había quedado completamente dormido una vez se sintió mejor.

Suspirando Salió de la habitación, yendo a la cocina nuevamente para preparar una sopa y esperar a que el sujeto abriera nuevamente los ojos. Sabía que estaba metiéndose en un problema al traer a un desconocido a su hogar, pero algo dentro de él le pedía a gritos ayudarlo, y o dudó en hacerlo.

Una ahora había pasado desde que había caído rendido el alfa y aun no mostraba signos de querer despertar, por lo que el omega decidió salir unos cuantos minutos al bosque nuevamente y traer un poco de hiervas sanadoras. Las hiervas se conseguían rápidamente cortándolas directamente del suelo, o al menos para Daeyang era pan comido porque estaba acostumbrado a hacerlo.

Después de una hora regresó a su hogar con una canasta repleta de hiervas, y por supuesto, siempre llevando su arco y algunas flechas en su espalda como signo de protección.

Justo en la entrada de su jardín a la cabaña se paró en seco, escuchando ruidos en la parte trasera de su hogar. Gruñó internamente, esperando que a ninguna otra persona se le haya ocurrido invadir su territorio tan estúpidamente. Sus sentidos se agudizaron una vez más, saliendo esa brillante tonalidad azul para caminar lentamente hacia la parte trasera.

Kamari Kingdom ➤ kookvWhere stories live. Discover now