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Capitulo sesenta.

Capítulo 60: La Estación

El viaje continuó. Después de dejar atrás la casa de Piggy y George, Torcher, Soldier y Badgey caminaron sin descanso por las calles en ruinas. La ciudad estaba plagada de infectados, los ecos de sus gruñidos resonaban en cada esquina. La tensión era constante, cada paso podía ser el último.

Soldier iba adelante, sosteniendo el mapa que había encontrado en la base. Sus ojos recorrían las calles, asegurándose de seguir la mejor ruta. Torcher caminaba detrás de él, con el lanzallamas encendido y listo para actuar en cualquier momento. Badgey, por su parte, se mantenía en el medio, murmurando para sí mismo sobre fórmulas y teorías mientras sujetaba una libreta con garabatos científicos.

-Aquí -susurró Soldier, señalando un edificio a la distancia-. Es la estación de policía.

El edificio se alzaba entre la destrucción, con su cartel apenas colgando de una de las paredes. Las ventanas estaban rotas y la entrada parecía haber sido forzada.

-¿Por qué demonios estamos viniendo aquí? -gruñó Torcher-. No necesitamos policías muertos, necesitamos respuestas.

-Podría haber suministros -respondió Soldier sin mirarlo-. Municiones, radios, algo útil.

-No me gusta -murmuró Badgey, ajustando sus gafas-. No sabemos qué nos espera dentro.

-Nunca sabemos qué nos espera en ningún lado -replicó Soldier, avanzando hacia la entrada.

Torcher bufó, pero no discutió.

Al entrar, el olor a muerte y pólvora llenó sus pulmones. El vestíbulo estaba en ruinas: escritorios volcados, papeles regados por todas partes, manchas de sangre en las paredes.

-Bueno, qué lindo recibimiento... -dijo Torcher con sarcasmo.

-Estén atentos -advirtió Soldier-. No estamos solos.

Badgey sacó un pequeño cuchillo de su cinturón, aunque no era un arma que supiera usar bien.

Caminaron con cuidado por los pasillos. Las celdas estaban vacías, pero las puertas destrozadas indicaban que algo había salido de ellas. Al fondo del pasillo, se escuchó un ruido. Un golpe seco, seguido de un gruñido bajo.

Los tres se detuvieron.

-No me gusta esto -susurró Badgey.

Soldier se acercó lentamente a la fuente del ruido. Giró la cabeza y su mirada se endureció.

En la oscuridad de la estación, una silueta se movió lentamente entre los escombros.

Era un oficial de policía... pero ya no era humano.

Su uniforme estaba rasgado, sus ojos brillaban con un resplandor rojizo. Un infectado.

El policía giró la cabeza en su dirección y gruñó antes de lanzarse contra ellos.

¡BANG!

Torcher no lo dudó. Una llamarada salió disparada de su lanzallamas, envolviendo al infectado en fuego. Se retorció, chillando, hasta que cayó al suelo, inmóvil.

-No perdamos tiempo -dijo Torcher con frialdad.

Soldier no respondió. Avanzaron por la estación, registrando cada habitación. Encontraron municiones, una linterna y una radio de corto alcance, pero no servía.

Cuando estaban por salir, otro ruido los detuvo.

Esta vez, no era un gruñido. Era una voz.

-¿H-hola?

Los tres giraron de inmediato.

En una de las celdas al fondo, una figura se aferraba a los barrotes. Era un perro policía.

-¿Quién eres? -preguntó Soldier, acercándose.

-Mi nombre es Doggy -respondió el oficial, con la voz débil-. ¿Ustedes no están infectados... verdad?

-No -dijo Soldier, sacando la llave que había encontrado en el escritorio y abriendo la celda.

Doggy salió con cautela, mirando a cada uno.

-Llevo días aquí atrapado... -murmuró-. Los infectados atacaron la estación y yo... yo...

Se veía exhausto. Soldier le ofreció un poco de agua.

-Vamos a salir de aquí -dijo-. ¿Sabes de algún refugio?

Doggy asintió lentamente.

-Sí... hay uno no muy lejos de aquí. Pero no será fácil llegar.

Torcher cruzó los brazos.

-Como siempre.

Badgey suspiró.

-Maravilloso.

Soldier miró el mapa y luego a los demás.

-Entonces nos vamos ya.

Sin más, dejaron la estación atrás, sin saber que el verdadero peligro aún estaba por venir.

(Si no mal recuerdo, Doggy aparecía en Forest. )