- 10 -

13.6K 830 137
                                    

Volví a meterme rápidamente en la cama y apagué las luces, quedando sólo la ténue luz de la lamparita de noche. Cuando Lauren regresó, traté de hacerme la adormecida para apaciguar los fuertes latidos de mi corazón, que retumbaba en mi pecho tras ver mi rostro perfectamente retratado en aquel papel. Para mi sorpresa, Lauren se sentó con cuidado a mi cama, se quitó los botines y se recostó a mi lado. Tras unos instantes de completo silencio, decidí entreabrir los ojos. La chica estaba acostada con la cabeza apoyada en su mano, observándome. Ella me sonrió. Su cálida sonrisa se caló en mis huesos. Decidí acercarme más a ella, buscando su calor. Me abracé a su cintura mientras ella empezó a acariciarme el pelo, masajeando amablemente mi cabeza, luego mi nuca. Con la otra mano, deslizó sus dedos por mi mejilla, rozándome con sus finos dedos.

-Lauren... -susurré-.

-Dime.

-He visto tu dibujo sin querer -confesé avergonzada, sin mirarla a los ojos-.

Tras cuatro eternos segundos, Lauren dijo:

-¿Te ha gustado?

-Sí, bueno... sólo es mi cara... Pero no lo entiendo.

-¿El qué?

-¿Por qué Jin te hizo ese regalo? ¿Por qué a mí una playa y a ti... mi cara?

-Creo que es algo más significativo que tu cara, Camz -rió divertida-. Creo que el mensaje eres toda tú. Jin ha querido darme un regalo íntimo, secreto, que nadie más debía conocer; ese regalo eres tú.

No quise preguntar nada más. Ahora ambas nos mirábamos. Ella había dejado de acariciarme la cabeza. De pronto, se inclinó levemente y besó el espacio entre mis cejas. Luego, se acomodó más cerca de mí y bajó sus labios poco a poco hacia mi mejilla, sin dejar de darme besos dulces, suaves, cariñosos. Yo estaba enloqueciendo, no tenía ni idea de por qué lo estaba haciendo, pero era tan excitante.

Lauren no parecía tener intención de parar. Se incorporó un poco y se situó encima de mí con parsimonia, sin alejar sus labios de mí. Repartía besos por todo mi rostro. Me rodeó con sus brazos y me atrajo más hacia su cuerpo. Mis manos, algo vergonzosas y muy poco atrevidas, vagaban por encima de las sábanas, a veces agarrándose a ellas, conteniéndose, reprimiendo las ansias de lanzarse sobre el cuerpo de la mayor. Ella empezó a bajar más (saltando mis labios), hasta besar la línea de mi mandíbula, esparciendo besos por el mentón. Ladeé mi cabeza para pedirle que fuera más abajo; obedeció. Bajó por mi cuello con tanta calma y placidez, saboreando relajadamente cada centímetro de mi piel. Cuando lo hubo recorrido todo, levantó su cabeza y me miró con sus brillantes ojos.

-¿Puedo besarte?

"Sí". No tuve fuerzas para responderle así que asentí casi imperceptiblemente. Tras darle mi permiso, su mirada bajó a mis labios. Inclinó su cabeza y la ladeó sutilmente hasta que sus tiernos labios rozaron los míos. Primero los besó con cautela. Luego, tras ver que los míos reaccionaban al unísono, me besó con más confianza. La gigante suite estaba en silencio, el sonido de nuestros labios chocando resonaba por todas partes, chasqueando, vibrando bajo nuestros suspiros y jadeos mientras las lenguas bailaban. Mis manos, todavía sobre las sábanas, se aferraban a ellas más que nunca, a pesar que las de Lauren ya vagaban por mi espalda, recorriéndola de arriba a bajo.

La situación era curiosa, casi irónica, podría decirse. Lauren se había sometido a mis órdenes, no hacía absolutamente nada sin pedir mi permiso, con un murmuro, con una mirada, con una caricia... y no actuaba hasta que yo le daba mi consentimiento. Visto así, parece que fuera yo quien manejaba la situación, sin embargo no era así. Yo daba las órdenes, pero Lauren tenía el poder. Yo era quien realmente estaba sometida.

Entretanto, ella seguía besándome. Era distinto a la última vez. En el parque todo sucedió muy rápido, fue instintivo y actuamos atropelladamente, con furor e impaciencia. Ahora era tan diferente... Lauren me saboreaba plácidamente, con una paz infinita; ella lo controlaba todo. Quizá por eso mis manos no se atrevían a tocarla, temían corromper nuestra perfecta armonía. No les interesaba aumentar el ritmo, querían conservar aquel tedio cálido y apacible en el que nos hallábamos.

Fue entonces cuando lo recordé. La imagen de Lauren diciendo esas palabras vino a mi mente: "He estado mucho tiempo sin pareja, quizás he echado de menos...", "el factor físico", sentencié. Eso es. Por eso había estado tan cariñosa conmigo, ahora todo tenía sentido. En parte, eso me tranquilizó. La otra explicación lógica era que Lauren sentía algo por mí, y eso era... impensable.

El sonido de nuestros labios colisionando fue calmándose paulatinamente. Los labios de Lauren, saciados, se despegaron de los míos, quedando enterrados en mi cuello. Depositó todo su peso sobre mí. Ahora sí, mis manos la abrazaron. Se sentía tan bien... tener a Lauren entre mis brazos, dándole mi cariño, protegiéndola de la oscuridad sólo iluminada por la pequeña lamparita.

-Lo siento -dijo ella con la cabeza todavía recostada en mi pecho-.

-Lauren, no me has utilizado -repuse con seguridad-.

-Claro que sí... eso es exactamente lo que hago. Soy horrible.

Su voz se rompió al final y supe que, si no estaba llorando, estaba a punto de hacerlo.

-Para -exigí-. Mírame. Mírame Lauren -ella levantó la cabeza-. Confiaste en mí y me confesaste tu razón de no romper con Matt. Te he prometido miles de veces que estoy aquí para ti, Lauren. Haría cualquier cosa para conseguir hacerte feliz, y lo sabes, lo sabes de sobras -hice otra pausa-. Hoy no me lo esperaba, pero a partir de ahora, cada vez que quieras abrazarme, o besarme... sólo hazlo. Yo corresponderé.

Le limpié una lágrima que resbalaba por su mejilla.

-¿Me prometes que no te molesta que te bese? -quiso asegurarse ella-.

-Te lo prometo -sonreí-.

Finalmente, parecí convencer a Lauren. Ella volvió a recostarse sobre mi pecho y noté como cayó finalmente dormida.

The Boom • CAMREN •Where stories live. Discover now