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Las cinco estábamos sentadas en el amplio recibidor del hotel. En este preciso instante, en una de las oficinas del vestíbulo, Ellen y Young estaban reunidos para intentar llegar a un acuerdo mutuo. Estaba claro que era una misión complicada pero ninguna había perdido la esperanza, confiábamos en que Ellen conseguiría disuadir al bailarín. Deseaba que él se quedase, sí, con la condición de que aceptara Camren en el escenario.

Finalmente la puerta de la oficina se abrió. Young salió disparado y a grandes zancadas salió del hotel. Ellen apareció después con una expresión cansada, negando con la cabeza.

-He hecho lo que he podido.

De repente, me sentí cabreada. ¿Tan difícil era para él que alguien no siguiera sus normas? No permitiría que Young se fuera sin más. Desbocada por la rabia, salí del hotel sin hacer caso de las voces de las chicas llamándome.

Young ya había cruzado la calle. Quería llegar al semáforo en verde, así que arranqué a correr a toda velocidad. Iba chocando y chocando con la gente que espesaban la calle, esquivando los que podía, sin bajar el ritmo. "No te pongas rojo, no te pongas rojo". Si paraba, perdería de vista al coreógrafo entre la multitud. Hice un último sprint a pesar de sentir cómo mis pulmones empezaban a quemar, y finalmente conseguí cruzar la calle justo cuando el semáforo cambiaba de color. Me quedaba sin fuerzas, así que grité su nombre lo más alto que mis pulmones pudieron permitirse. Él se dio la vuelta y, tras verme, se acercó extrañado.

-¿Qué ocurre? -preguntó, perplejo. Me miraba sorprendido mientras yo apoyaba las manos en mis rodillas durante unos segundos para recuperar el aliento.

-Ocurre que...que quiero que te quedes -dije todavía jadeando un poco-. Las cinco queremos.

-Lo siento, pero no podrá ser.

-¿Por qué? -dije frustrada-.

-Si se contratan mis servicios, es porque se confía en mis habilidades y en mis criterios -explicó con calma-. La señorita Pompeo no lo hace. Si no se comparten objetivos, no hay nada que discutir.

-Por favor, ¿no hay nada que se pueda hacer?

-No. Con el tiempo que hemos estado debatiendo con Pompeo, si hubiera algún punto en común, lo hubiéramos encontrado. No ha sido así. Lo lamento.

Yo no sabía qué más decir para convencerle. La desesperación pasó a frustración; la frustración, a más enojo.

-¿Por qué coño la prensa te llama "The Brave"? -escupí-.

-¿Disculpa?

-No tienes nada de valiente; nada.

-Tú no sabes nada de mí -dijo en una mezcla de frialdad y aturdimiento por mis palabras-.

-Déjame adivinarlo, salvaste a un bebé de un incendio. O... no, ayudaste a un gatito a bajar de un árbol, ¿cierto? Por eso eres el gran The Brave, el héroe de la China moderna -notaba cómo la ira me nublaba la mente, pero no podía evitarlo. Estaba tan enfadada.

-No he salvado a nadie, Cabello -dijo-. ¿Qué más os da tener un coreógrafo u otro?

-Te queremos a ti. Queremos tu esfuerzo, tu confianza y tu perseverancia, tus malditas "sutileza y seguridad" -le miré profundamente a los ojos-. Daremos lo mejor de nosotras para cumplir tus expectativas, sólo te pedimos algo a cambio.

-¿El qué? ¿Camren?

-Que respetes tú nuestro maldito criterio, aunque no estés de acuerdo con él -dije-. Demuestra que eres ese valiente que la prensa dice.

El rió por lo bajo, negando.

-¿Qué te hace tanta gracia?

-¿Quieres saber por qué me llaman "The Brave"? -yo asentí-. Aquí, en China, la mayoría de los nombres propios se ponen porque tienen un significado. Mi verdadero nombre, Yong, significa "valiente" en chino. Por eso me lo llaman.

Abrí los ojos, sorprendida.

-¿Y eso es todo? -se me escapó una sonrisa-. ¿No has salvado a ningún bebé?

-Me temo que no -dijo un poco avergonzado-. ¿Decepcionante, verdad? Ahora seguro que ya no te intereso -dijo en broma-.

-Todavía me interesas. Pero eres un poco tonto...

-¿Yo? ¿Por qué?

-Tienes un nombre con un significado tan bonito, y te haces llamar Young...

Él rió.

-La gente empezó a llamarme así, yo no lo escogí. Puedes llamarme Yong si quieres.

-Me gustaría, pero tienes que hacer algo a cambio para merecértelo...

-Déjame adivinar -sonrió y se rascó la cabeza bruscamente, de una forma graciosa. Resopló, luego echó su cabeza atrás, mirando al cielo, y cerró los ojos.

"Acepta. Acepta. Por favor".

***

Las chicas me miraban asombradas mientras les explicaba cómo, yo, Camila Cabello, había convencido a Yong Lin, el chico de hielo, de que aceptara nuestros requisitos y nos entrenara. Ni siquiera yo me lo creía, prácticamente sucedió sin que me diera cuenta.

Lauren me miraba con un brillo especial en sus ojos. Se veían todavía más hermosos.

-Siempre tuviste ese don con las palabras... -dijo-.

Le sonreí, ruborizada.

-¿Crees que por eso le convencí?

-No. Es por la mezcla de toda tú, de todas y cada una de tus cualidades.

-Harás que me ponga roja...

-Ya lo estás, Camzi -rió ella-.

Entonces llevamos nuestra atención de nuevo hacia Yong y Ellen. Hablaban más tranquilamente que antes delante de la puerta de la oficina. Tras intercambiar algunas pocas palabras, Ellen tendió su mano y el bailarín la estrechó.

Más tarde, Ellen nos llamó a Lauren a mí a su oficina para reunirnos.

-Young ha accedido a que Camren siga en el escenario. Le expliqué de nuevo los beneficios que vuestra relación aporta a los shows para mostrarle la verdadera importancia que tiene. Al final, casi conseguimos que prácticamente acepte a gusto -rió ella-. Buen trabajo, Camila.

Había que analizar la situación. Nuestra representante, usando todos sus medios profesionales para los que tanto ha estudiado durante su vida, no había podido convencer al chico. Sin embargo, una conversación más bien trivial con una chica cualquiera (yo), hablando informalmente y encima en medio de la calle, había conseguido cerrar un trato tan importante. Eso demuestra, tal y como Lauren había dicho, el poder tan grande que tienen las palabras. Que lo realmente importante no es lo que se pide, sino cómo se pide. Esta vez, contra todo pronóstico, las palabras habían logrado recuperar algo que ya se había perdido.

-¿Sabes qué es lo que más me gusta de tener el don de las palabras? -le dije a Lauren-.

-¿Qué? -preguntó curiosa-.

-Que alguien sepa darse cuenta de que lo tengo.

The Boom • CAMREN •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora