Capítulo 80: Lecciones de cocina

898 64 4
                                    

El diagnostico era cada vez mejor. En tan solo un par de días podría irme del centro médico. Muchos de mis amigos habían ido a verme y también compañeros del club de voleibol de la universidad. Pobre Gleen, no lo dejaron entrar a mi habitación con sus patatas. Daniel era mi enfermero constante ya que estaba la mayor parte del tiempo acompañándome. Estaba segura de que de ser por él se quedaría más tiempo, pero yo le había exigido estrictamente que tenía que asistir a las clases de la universidad, no podía seguir faltando más. Ya era suficiente con que yo faltara para que ahora él lo hiciera también. Lo mismo ocurría con su trabajo, pero por fortuna le habían dado esa semana para que estuviera cuidando de mí, yo no lo creía necesario pero no podía negar que pasar tiempo con Daniel era divertido, cuando él no intentaba arruinarlo.

-Come- Dijo Daniel tendiéndome la cuchara con un líquido de color bastante pálido a lo que allí llamaban sopa. Sabía perfectamente que no tendría un sabor agradable ya que varias veces había estado en un hospital y lo que más odiaba eran las comidas.

-No quiero- negué de inmediato y aparté mi rostro en busca de un libro para leer o algo por el estilo, pero Daniel los había apartado todos.

-No seas una niñita mimada, niñita. Debes comer.- Dijo frunciendo el ceño mientras me miraba acusatoriamente. Mientras tanto yo rogaba que esos dos días se pasaran volando para no tener que alimentarme con esa comida.

-¡Que no me llames niñita!- protesté enojada- Y no quiero ¿Acaso has probado la comida de hospital?

-No.- negó en tono neutral.

-Pues no es para nada buena, no me agrada.- Respondí sin molestarme en ocultar la irritación. Daniel puso los ojos en blanco.

-No puede ser tan mala.- Dijo observando la comida.

-Pruébala- lo reté.

-¡Pero es para ti!- expresó con un destello de inquietud en su voz.

-Si lo haces y te gusta entonces yo comeré.- Dije tranquilamente dejando escapar una sonrisa. No conocía a nadie que le gustara la comida que servían a los pacientes en hospitales, clínicas u otro tipo de centros médicos y Daniel no sería la excepción. Daniel formó una arruga de desconfianza en la frente pero luego suspiró.

-Está bien.- aceptó luego de verse reacio a hacerlo. Yo sonreí al verlo llevar una pequeña porción de la comida que había en aquel plato hasta su boca para posteriormente saborearla y digerirla. Mientras yo lo observaba expectante, él solo se encogió de hombros.

-Asqueroso ¿verdad? Te lo dije.- Dije cruzándome de brazos y sonriendo abiertamente. Ahora no podría obligarme a comerla.

-Está buena. No tanto como la que preparan tu mamá y tú, pero es comestible.- Dijo sin titubeos mientras me miraba seriamente. Yo levanté las cejas al escucharlo.

-Debes estar bromeando, es un asco.- resoplé.

-No lo es.- negó de inmediato- Sabe igual a la comida que a veces preparo.- Y todo se hizo claro para mí. ¿Cómo no predije algo así?, definitivamente el golpe que me di fue muy fuerte. No había pensado en el pequeño detalle de que era de Daniel de quien se trataba. Por supuesto que algo así pasaría.

-Claro...- dije con incredulidad- estamos hablando de ti. Cualquier cosa debe parecerte deliciosa comparado con la comida que haz de preparar.

-No soy tan malo.- se limitó a negar.

-Lo eres. Debo enseñarte.- Dije mirándolo significativamente.

-¿Tú? - alzó una ceja- ¿Enseñarme algo a mí?- bufó con indignación.

Enamorada de cupidoWhere stories live. Discover now