Capítulo VIII: Lo que había antes del Arcoíris

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La mañana estaba resultando demasiado tranquila, justo para su comodidad, ya que Derek había llevado a sus Betas-Caminantes a una revisación con Deaton, de la que por suerte no había sido obligado a asistir. Ir a Deaton era como ir al dentista para los humanos. Siempre le había producido repeluz, pero con Talia no había modo de negarse. Casi podía decir que sentía pena por los dos jovencitos.

En cuanto a la comodidad, ésta era apenas socavada por la intriga que le producía su sobrino ¿Por qué lo dejaba sin vigilancia? ¿Por qué lo dejaba ir y venir a sus anchas? ¿Y por qué se mostraba tan tranquilo? No creía haberlo convencido tan rápido de que estaba curado, Derek no era idiota. Bueno, a veces lo era. Kate y Jennifer eran la prueba de que a veces podía serlo. Por otro lado, era el hijo de Talia, de modo que podía esperar cualquier cosa de él. Y si bien nunca lo había visto parecido en su carácter a su madre (Laura era más como ella), tal vez hablar con el fantasma de Talia podría haberlo vuelto más parecido a ella. Y en ese caso, era mejor estarse alerta y esperar cualquier cosa.

Tampoco creía lo de "segundas oportunidades", nunca había sido amigo de ellas. Y en su caso sería como la tercera o cuarta vez que volvía al ruedo. Chistó molesto sentado en el sofá, agarró un libro para distraerse y se recostó, colocando una almohada debajo de su cabeza. Y en el momento en que se dispuso a leer, la alarma del loft sonó en la sala, resonando estruendosa en sus oídos. Protestó mentalmente de que no hubiese nadie en casa para apagarla y que su sobrino había insistido en colocarla de nuevo, ya que una nueva amenaza se acercaba ¿No eran acaso suficiente amenaza sus antiguas amantes? Y, claro, con ellas no había puesto la alarma.

Se levantó enseguida de mala gana y golpeó el botón de apagado. La puerta del loft se abrió y un profundo olor almizclado y dulzón inundó sus fauces. Lo último con lo que le faltaba lidiar. Suspiró de mala gana y se giró enseguida como un animal en guardia, pero Chris no portaba su arma lista para disparar. Es más, se quedó de pie en la entrada con una expresión dolida y el corazón golpeteando acelerado, dejándolo totalmente sorprendido. No era normal verlo tan vulnerable, ni siquiera había actuado así las pocas veces que lo había visto en el loft desde que había despertado del coma ¿Allison? Imposible, ya lo hubiera sabido por Scott.

Detestaba verlo así, lo hacía confundirse, doblegarse, querer acercarse. Y sus preciosos ojos azules... Inspiró profundo, apretó los dientes y lo miró frívolo, tal como había hecho aquella vez cuando se encontraron en las alcantarillas después de tantos años. Si bien en ese momento se encontraba más descontrolado, condicionado por su lobo vengativo e irracional.

—Derek no está— manifestó al cabo de unos minutos, o lo que fuera el tiempo que transcurrió que le pareció casi eterno.

—Lo sé— respondió el cazador, recuperando un poco el semblante estoico de los Argent.

Acto seguido, se giró y cerró la puerta. Y aunque permaneció de espaldas unos momentos, Peter escuchó perfectamente cómo se estabilizaban sus latidos. Suspiró frustrado y entornó los ojos, encaminándose hacia el ventanal.

—Esto va a ser para rato— comentó sarcástico, con cierta molestia.

—En las alcantarillas ¿Sabías que alguien vendría a ayudarme? ¿O esperabas que muriera? Total sabías que Kate te iba a perdonar ¿Cierto? Siempre lo ha hecho.

Peter quedó pasmado del desconcierto, la sorpresa casi había detenido su respiración. Podía haberlo esperado todo ¿Pero eso? ¿Una vieja alusión a su historia pasada y quemada? Jamás. Y se veía tan serio, tratando de mantenerse estoico, pero la tristeza y los celos embadurnaban sus palabras. También la rabia, lo podía oler. Resopló una sonrisa y movió su cabeza en negativa, intentando contener la risa.

El lado oscuro de la luna [TEEN WOLF]Where stories live. Discover now