Capítulo XVI: Ley termodinámica de resistencia

243 9 20
                                    



Reunión de la manada. Y como siempre, comida aquí, comida allí y más chatarra por allá. Lydia observó de brazos cruzados, analizando los distintos platos y compoteras distribuidos a lo largo de la mesa ratona y otra mesa grande que habían traído hacía un tiempo, localizada a un extremo de la sala, justo adonde se estaban dirigiendo Boyd y Jackson con otras bandejas. Gaseosas, hamburguesas, snacks variados, sandwiches de fiambre y de atún, algunas cajas de pizzas... Y todavía faltaba lo que correspondía a la mesa dulce para después de la comida. De modo que lo único que la estaba salvando de subir de peso era el entrenamiento diario y, de vez en cuando, algún loco intentando hacerles algo (léase "Calcavecchia desde la distancia").

—Con tanta comida chatarra vamos a terminar rodando— se quejó ante la mirada confusa que le ofreció Kira.

—Yo propuse sushi una vez, como para cambiar de menú, pero me recordaron que somos lobos y no zorros— argumentó Peter con una sonrisa peleadora.

—Los zorros también comemos esto— apuntó Kira lanzando una patata al aire y atrapándola con la boca, en modo alguno ofendida por lo dicho.

—A mí me encantan las barbacoas. Recuerdo que en casa las hacíamos todo el tiempo. Por cierto, Derek ¿Has pensando en restaurar nuestra vieja casa? Allí podríamos hacer muchas barbacoas— propuso Cora entusiasmada.

—El loft queda más cerca, ya tenemos bastante espacio aquí y el bosque no es seguro en estos momentos ¿Necesitas otra razón?— inquirió tajante su tío, adelantándose a lo que fuera a responder su sobrino.

No es que la idea le desagradara, si hasta podría invertir allí sus propios millones que habían dejado de ser bonos (y que obviamente ya no le interesaban), pero no dejaba de ser una atadura al pasado. Era lobo, por consiguiente, territorial y apegado a las costumbres y lo ancestral, pero había momentos en los que sentía profundos deseos de eliminar las cadenas que lo ataban al pasado. En esas ocasiones, quería huir, escapar de Beacon Hills, que los tres se fueran para siempre, tal como Derek y Cora le habían propuesto la primera vez que se habían ido. Aquel viaje, en verdad, sólo había sido un viaje para llevar a Cora a tierra segura. No obstante, Derek le había confesado que se había sentido bien estar un tiempo fuera, lejos de la tierra natal, que había querido quedarse, pero que el corazón lo había arrastrado nuevamente... además de que debía seguir manteniendo un ojo en él.

Cora miró molesta a su tío y se giró hacia otra parte, cruzándose de brazos. Derek, por el contrario, ni se molestó en responderle a su hermana. Se movió hacia la mesa grande, eligió un plato con sandwiches y se lo llevó hasta el escritorio, a donde pensaba pasar buena parte de la velada revisando un viejo libro que Braeden le había traído esa mañana. Ya no eran pareja, era oficial, definitivo, pero ella seguía siendo parte de la manada, ya que le había pedido un lugar a Scott. Obviamente, el Alfa había aceptado al instante. Derek observó el libro y miró preocupado a Stiles, quien parecía concentrado en Cora. Y su expresión no era otra que la de su mente maquinando.

No obstante, en ese momento no le interesaba en absoluto lo que el adolescente hiperactivo estuviera pensando. Su propio pensamiento estaba centrado en el libro, una especie de catálogo de criaturas sobrenaturales. Era muy antiguo, estaba en irlandés y sin dudas apestaba a rancio y hierba buena. "No lo llames Bestiario" le había regañado su tío, con porte serio y evidente recelo hacia el objeto. No era como si un monstruo fuera a salir de allí, pero los Bestiarios tenían una regla: siempre se les adjuntaba lecciones morales que explicaban la razón de existir de las diferentes criaturas. Esto era diferente, según Peter, porque las criaturas que allí aparecían no existían en ningún otro libro.

El lado oscuro de la luna [TEEN WOLF]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora