El lado oscuro de la luna [TEEN WOLF]

Capítulo XII: Demonios de la bruma

Fue el olor lo que lo atrajo, sacudiéndolo desde lo más profundo de su sueño. Una mezcla peculiar de ligera acidez hiperactiva, fragancia de maderas y frutales proveniente de esa colonia que trataba de negar que le gustaba, el sabor a gas de los fuertes medicamentos... y una extraña esencia ligeramente dulzona, como una mezcla de vainillas y rosales, pero imposible de explicar. "Un sabor único en el universo. Lo sentirás sólo una vez, con una sola persona, y nadie más podrá oler como ella", le había dicho su tío muchos años atrás, cuando sospechaba que andaba enamorado, pero sin saber que se trataba de una Argent.

"¿Lo has sentido alguna vez?", le había preguntado con la inocencia típica de un adolescente. Hoy no le cabía duda de la respuesta que Peter le había negado aquella vez. Lo podía ver claramente cuando intercambiaba opiniones con Chris, las miradas que se dedicaban de vez en cuando, la molestia oculta de su tío hacia Jordan, la suavidad con la que inconscientemente trataba al cazador... Y lo más extraño de todo era que Derek no había olido jamás aquel olor ligeramente dulzón en Braeden, ni siquiera en Paige. Tampoco había recordado sobre ello hasta que en ese momento empezó a olfatearlo en el aire, seguido a un sutil calor que intentaba despertarlo a toda costa.

Gruñó molesto, reacio a querer despertar, pero el olor pareció enfrascarse en su misión, volviéndose más denso, sin por ello dejar de olerse agradable. A regañadientes comenzó a despertarse, quedando totalmente desconcertado y despierto cuando vio la figura de Stiles acostada a su lado, removiéndose dormido, abrazándose más a la almohada, como si fuera un niño con su peluche. Se sentó en la cama como un resorte y pestañeó un par de veces, en una de las cuales la figura a su lado desapareció, dejándole más que nada un amargo sabor a desilusión que intentó eludir, todavía presa del desconcierto. Tocó el sector en el que el adolescente supuestamente había estado instantes atrás más que nada como un acto reflejo y allí vio su mano, la acercó y se observó ambas, comenzando a contabilizar los dedos de a uno, como Stiles le había enseñado en un sueño.

—No fue un sueño. Stiles estuvo aquí— manifestó Peter serio, saliendo de una de las habitaciones que Derek había mandado a construir, con una voz que sonó a reproche, así como su tío hablaba cuando estaba nervioso o preocupado.

Derek se levantó enseguida de la cama y empezó a caminar por la sala en busca de pistas. El hombre mayor, en cambio, se acercó a la cama e intentó olfatear los aromas ajenos a su sobrino y al resto de la manada. No emitió juicio alguno sobre el adolescente ni bromeó sobre el placer del otro de tenerlo al fin en su cama, cosa que Derek sabía que no haría. Porque había ciertas cuestiones que Peter nunca pincelaba con su carácter sarcástico y sardónico, eran aquellas reservadas al sinceramiento, a la lealtad, al corazón... Por lo menos el viejo Peter no lo hacía.

—¿Lo hueles?— inquirió el mayor con cierta molestia.

—El Nemeton —respondió Derek con cierta congoja, mezcla de todo lo que la manada había pasado por su manipulación a manos de Jennifer y los recuerdos personales que unían a ambos lobos al árbol— Y cenizas de montaña. También...

—Humo. Madera quemada. Hojas secas. Y tal vez algo de hierro, no sabría precisar— acotó Peter, fregando entre sus dedos una pizca de tierra que al parecer Stiles llevaba en sus zapatillas.

Ninguno de los dos bromeó sobre regañar al día siguiente al hijo del Sheriff por ensuciar las sábanas con barro, concentrados en una palabra maldita: Nogitsune. Stiles había vagado días por el bosque y prácticamente por toda Beacon Hills sin ser detectado cuando ocurrió lo del zorro oscuro. Tal vez ahora estaba sucediendo lo mismo. El problema era que el Nogitsune ya no estaba más, lo habían derrotado. O eso habían sostenido hasta ahora ¿Realmente podía regresar un Nogitsune al cuerpo que alguna vez había manipulado? Imposible, su alma estaba encerrada en la caja más segura de todas, aquella hecha por las manos del Druida más poderoso.