Capítulo XVII: En la tierra de los vivos (*)

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Vale, que ya no sabía si él era el masoquista o, por el contrario, el morboso era el destino que se rehusaba a darle un respiro. También podría decir que era su culpa por seguir a sus amigos a la cafetería adonde la última vez había visto la misma escena: la mocosa de olor raro invadiendo el espacio personal de Liam y mezclando sus olores al tocarlo tanto. Definitivamente la detestaba. No obstante, a diferencia de lo que cualquiera habría asegurado, su lobo interno se mantuvo quieto, inalterado. Y es que a su lobo le agradaba Jackson (sentado a la derecha de Mason y enfrente del único lobo capaz despertar sus instintos más primitivos), le gustaba su olor. Lo reconocía como a un igual.

Brett respetaba la teoría de Satomi sobre los Omegas y realmente quería creer en ello y en el estatuto natural de que se podía ascender y descender de una categoría a la otra; pero desde su experiencia, un Omega que surgía Omega (y no aquél que se había vuelto con el tiempo o una circunstancia específica) nunca dejaba de ser Omega al fin y al cabo, no importaba si tenía manada. Era algo difícil de explicar en palabras porque no era más que un olor particular que sólo otro Omega nacido podía reconocer. Y no era sólo su percepción, ya que algunos de sus compañeros reclutados por Satomi (que también habían nacido Omega) habían corroborado sus pensamientos.

Y más allá de todo ese rollo de Omegas, a Brett le gustaba Jackson como amigo porque era muy bueno jugando Lacrosse, era altanero y con (fingidos) aires de grandeza como él y hacía bromas divertidas, si bien no eran bromas en sí, sino más bien frases para agarrarse broncas con otros y dejarlos mal parados o empezar gresca. Sin lugar a dudas, un chico problemáticamente divertido. Resopló una sonrisa y esperó quieto dos segundos hasta que Jackson lo sintió y empezó a buscarlo con la mirada. Olor de Omega nacido, perfume incapaz de evitarse.

—Encontré el jugador que nos faltaba. Y esta vez te lo aseguro, es realmente bueno— pronunció Brett al llegar a su mesa, luego de hacerle un saludo con la cabeza a él y al moreno.

—¿Sí? Eso dijiste la última vez— refutó malicioso el joven Whittemore, sonrisa incluida.

Y es que era cosa de Omegas. A él también le había caído excelente el "Beta" desde el primer instante. Lo que no lograba entender era su categoría. Se suponía que Brett había sido Omega en algún momento de su vida y vuelto a Beta (y ni siquiera terminaba de entender si había nacido Omega o era un Beta que se había cambiado con el tiempo, en cuyo caso no se respetaría esa teoría rara de la que le había hablado una vez), pero todos lo veían y olían como un Beta, mientras que nadie hacía eso con él ¡Era totalmente injusto! ¡Él también quería ser un Beta! ¡Que de verdad quería pertenecer a la manada de Derek!... O la de Scott, le daba lo mismo. Sólo quería dejar de ser visto como un maldito Omega.

Y así comenzaron su parloteo sobre el Lacrosse y ese equipo no oficial que habían armado con jugadores de diferentes colegios y otros más que no jugaban en un equipo estudiantil. Competencias que, clandestinas o no, a Liam le habrían interesado en cualquier otro momento y no ahora, cuando la rabia estaba tapando sus oídos y no conseguía escuchar una sola línea, centrado en mirar fijamente al rubio que no le había saludado y mucho menos mirado una sola vez. Él no era celoso, mucho menos egocéntrico, pero si conoces a alguien de mucho tiempo y han peleado codo a codo en varias ocasiones, lo mínimo que puedes hacer es saludar o siquiera dar una mirada ¡Que no estaba pintado en la silla!

—Por casualidad ¿Has vuelto a ver a...? ¿Te acuerdas del chico nuevo en la ciudad, el de tez blanca y cabellos oscuros que saludaste aquí el otro día?— pidió Mason de repente, sin saber si preguntarlo o no ni cómo hacerlo, apresurado a cambiar el foco de la escena para despabilar a su mejor amigo, cuyos ojos habían comenzado a brillar amarillos.

El lado oscuro de la luna [TEEN WOLF]Where stories live. Discover now