CAPÍTULO 6: Discusiones

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Discusiones

Bueno, quizá sí que las cosas podían ser peor. Y eso lo aprendió días después. Eso y que a veces los demás sabían más que ella, por mucho que luego le doliera el tener que aceptar que Foster tenía razón. Porque muchos días después de aquella noche, estuvo feliz a pesar de que ese día después de clases tenía una lista casi interminable de cosas—por—hacer. Y la razón era muy simple. Ella, sin poder evitar ser tan ilusa, no dejó que la amplia sonrisa cubriera su rostro después de que en las clases de matemática avanzada, Taylor Bradford se percatara de su existencia.

Sin embargo, le avergonzaba comportarse de esa manera por un chico. Así que más tarde que temprano terminaba refunfuñando porque nuevamente un chico era capaz de hacerla sentir débil y vulnerable. Y Amber odiaba eso, detestaba que simplemente alguien pudiera calarse dentro de su piel hasta invadir sus sueños y pensamientos. Eso estaba tan mal que se obligaba a mantenerse a raya a pesar de la muda exaltación que la invadía cada vez que recordaba que Bradford se le había acercado a preguntar por los apuntes de clase. Exactamente, sólo por los apuntes de la clase de matemática avanzada. Lo cual la enfurecía aún más, si era posible. Así que allí estuvo Amber, avanzando por los pasillos muy solitarios ya que, mientras ella buscaba a Taylor para darle por casi cuarta vez los benditos apuntes que le había pedido, los demás estaban almorzando. Era inevitable tener los sentimientos encontrados de primitiva felicidad y enojo a la vez, por muy contradictorio que pareciera.

—¿Y tú qué haces tan sola? ¿No deberías estar almorzando?

Se detuvo de manera abrupta, exaltada, cuando de pronto una mano se colocó sobre su hombro como si fuesen amigos de toda la vida.

—¿Yo? Tú eres el chico popular, Aaron.

Fue inevitable sentir que se encogía ante las risas bruscas y burlonas que el castaño profirió con naturalidad.

—¿Yo soy popular? —rió y le dirigió una mirada lastimera, como si él supiera algo que ella no—. Que tenga el suficiente éxito con las chicas no significa que mi nombre sea murmurado por doquier. Ese es el título del idiota que te gusta, princesita —Soltó, arrastrando la última palabra de manera exagerada. Amber frunció el ceño, fastidiada al pensar que, una vez más, tenía razón—. Y que sea muy guapo tampoco significa que sea malo, ¿eh?

— No, solo un poco idiota —dijo ella.

—Entonces, ¿aceptas que soy muy guapo? —Aaron cerró la mano en un puño, mirándose los nudillos con notable complacencia. 

Una corriente cálida azotó las mejillas de Amber ante aquella descarada declaración. No es que no lo fuera, ni que a Aaron le faltase oír más elogios de los que ya recibía de la población femenina de la universidad, pero aún no podía lidiar con aquella personalidad tan arrogante de él. Elevando las cejas en señal de fingida indiferencia, ella hizo cuanto pudo por hacer notar lo incomodo que era andar con él.

—No me refería a eso, pero como quieras. Lo que diga no va a cambiar lo narcisista que eres.

—¡Vaya! Gracias, entonces —respondió él a gusto. Y caminaron todavía un poco más cuando la curiosidad de Foster afloró en él—. Joder, ¿y a dónde vamos?

— ¿Vamos? —rió Amber—. Nunca te invité a venir conmigo.

— Yo creo que matarías por...

Aaron se calló y se detuvo, en medio pasillo, de manera tan repentina que ella casi se cayó de cara contra el suelo. Habían un par de chicos en afuera de las aulas de economía. Aquel grupo giró al recodo del pasillo, conversando. Un par de chicos de los que Foster se estaba escondiendo, con ella bajo el brazo.

AMBER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora