CAPÍTULO 17: Corazones rotos

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Corazones rotos

Lo odiaba.

Solo entonces y por primera vez se había detenido a pensar por qué Aaron le gustaba tanto. Era inútil y estúpido cada uno de los intentos por pensar en él como un chico bueno, lindo y que la trataba como a la única. Porque no era así en lo absoluto.

"— Joder... —había reído Steve, mirándola de pies a cabeza con una sonrisa felina—. Aaron, ¿por qué no nos mostraste tu nuevo juguetito?"

Era tan doloroso como detestable cuando recordaba una y otra vez las veces en las que él se había burlado de ella hasta humillarla frente a todos. Le enfurecía, molesta consigo misma, al pensar en lo tonta que había sido como para no querer ver aquella realidad antes. Y es que había juzgado tantas veces a las chicas que iban detrás de algún muchacho que no las quería como para no avergonzarse de eso.

Jayden Smith

¿Es que Amber nunca aprendería?

"— ¿Juguetito? —Había respondido Aaron con una sonrisa burlona la noche anterior, mirando a Steve como si hubiese dicho la tontería más grande de todas— ¿Qué te hace creer que al menos me gusta? Sólo estoy haciéndole un favor, no tiene dónde quedarse."

Aaron se mofaba frente a los demás, se burlaba frente a ella y hacía de todo para hacerla quedar en ridículo. Y allí estaba ella, suspirando como una tonta y sonriendo por él. Enamorándose de un idiota que no la valoraba ni un poco solo porque tenía unas vagas e imposibles ilusiones. El solo pensar en que se habían imaginado juntos le daba arcadas.

Demonios, el agrio sabor del rencor inundó cada parte de su cuerpo al rememorar aquellas palabras. ¿Desde cuándo se había vuelto una "cursi"? ¿Por qué tuvo que pensar que entre ellos realmente había algo especial? Cada caricia, cada mirada y cada una de las sonrisas robadas parecían ahora nada más que una pobre ilusión inexistente. Y no, no fueron solo unas palabras sacadas por una tonta pregunta de Steve.

Porque aún recordaba, justo cuando Foster terminó de hablar, a una alta rubia ya conocida entrar al apartamento y correr directo a Aaron. Aún recordaba el desgarro en su pecho al ver a la atractiva chica sentarse en el regazo del castaño y comerle la boca a manera de saludo. Creyó que todo era una broma por un efímero y casi inexistente segundo. Porque todo parecía haber sido fríamente calculado para herirla una vez más. Incluso recordaba haberse enojado tanto, que miró a Steve como si se tratase de una pequeña mierda.

"—No soy ningún juguete —había respondido con la furia bullendo en su interior, demasiado fuera de sí, así como hacía horas atrás respondió a su tía Rachel, que caminó directo al cobrizo. Demasiado enfadada como para haber notado la sonrisa felina en él—. Y no soy ninguna mercancía —siguió siseando bajo la atenta mirada de los amigos de Aaron mientras el susodicho se besaba con la recién llegada como si sus vidas dependieran de ello".

"—Joder, y es toda una fierecilla —se mofó Steve, cada vez más entusiasmado—. En serio, Aaron, si no la quieres tú, me la quedó yo".

Amber cerró los ojos con pesadez, tragando en grueso cuando los recuerdos de la noche anterior se conglomeraron en su interior. El recuerdo de ella abalanzándose sobre Steve aún se mantenía reciente, como una pintura fresca. Su pecho palpitaba por los sentimientos encontrados que resonaban hasta doler por la vergüenza, el enojo y la impotencia. Ya tenía demasiados problemas para que uno más se le sumara a la lista.

"—Steve, cállate de una jodida vez —Se había entrometido Rex repentinamente, sujetándole los brazos e impidiéndole que diera un golpe al cobrizo—. No me quieres ver molesto, idiota".

AMBER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora