CAPÍTULO 25: Descubierto

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Descubierto

—Gracias por ayudarnos pero ya no te necesitamos. Déjala en paz, no te quiero ver cerca a Amber jamás. Nunca o voy a enfadarme demasiado y sabes que no te gustará ni una mierda.

Entonces quiso zarandearla al verla sonreír de manera desquiciada, tambaleándose borracha frente a él y riendo con fuerza. Y además de sentirse humillado, sintió la furia consumir cada célula de su cuerpo. La ira, la impotencia y desesperación por evitar hacerle más daño a Amber lo abrumaron por completo. No podía, ella no podía siquiera enterarse de que su tonta prima Megan le rogó por días para que la jodiera hasta el final. No importaba si nunca había aceptado aquella propuesta que siempre le pareció tan ridícula y fuera de lugar, Miller era capaz de mentir y convencerla de que debía odiarlo.

Todo podía salir mal.

—Haré lo que quiera con ella —murmuró ella, dirigiéndole una mirada cargada de odio—. Al fin encontré tu debilidad y si tengo que destruirla para acabar contigo, pues lo haré.

Aaron Foster no tenía paciencia ni mucho menos los ánimos necesarios como para no estallar en rugidos furiosos frente a ello. Porque entonces sí que se descontroló. La imagen de Amber dolida y herida por culpa de Megan lo enfermó de tal manera que atestó un furioso golpe en la puerta de madera que pudo haber despertado a cualquiera. La miró con tanta furia que se regodeó internamente al verla aterrada, de pronto temblando frente a él. Y así debía ser, porque Aaron no se arrepentiría ni un poco en hacerla sentir así con tal de mantenerla muy alejada de Larousse.

—No vas a hacer una mierda. ¡No vas a joderla, demonios! —gritó a todo pulmón antes de sacudirse el cabello interminables veces—. A ella no. A Amber... —musitó con la voz cada vez más apagada, su mano temblorosa y sus ojos desesperados—. Haz lo que quieras pero no voy a permitir que le hagas daño. A Amber vas a dejarla tranquila porque soy capaz de mandar todo a la mierda si veo que cualquier jodido idiota le hace daño y tú no serás la excepción.

Megan compuso una sonrisa débil y cargada de tristeza cuando, aún aterrada y ebria, continuó enfrentándose con mayor ímpetu a él. Tan borracha que no medía las consecuencias de sus palabras ni en lo enfado que él estaba. Porque de haberlo sabido, estaría en cualquier lugar menos discutiendo con un furioso Foster.

—Créeme que lo haré. Ella solo es una estúpida niña que cree que todos son buenos, que nadie le hará daño. Sólo voy a demostrarle que...

Presionó los dedos sobre las sonrojadas y húmedas mejillas de la cobriza con brusquedad, demasiado enfadado como para poder medir su fuerza. Ni siquiera intentó ser delicado porque, después de todo, si apenas podía evitar ser algo tosco con Amber, Megan le traía sin cuidado.

—Inténtalo siquiera —Se burló—. Y voy a mandarte muy, muy a la mierda.

Entonces Megan soltó a dolorida algo más que lo desconcertó.

—Si logré que Jayden la dejara tirada como a un perro... Tú no serás muy diferente —Se burló—. Antes de que lo sepas ya estarás rompiéndole el corazón.

¿Jayden? ¿Quién jodidos era Jayden? Es más, ¿Por qué Amber nunca le había hablado de ese idiota? Saber que hubo alguien antes que él le sentó como una patada en el estómago, todo él se revolvió con frustración y decepción, un pizca de celos bullendo en él.

Pero de pronto sus ojos cayendo sobre una sorprendida Amber, de pie a metros de él lo desconcertaron. Verla al final del pasillo bajo la poca iluminación, su silueta como una sombra atormentada, lo heló como lo calentó por partes iguales.

Se quedó removiéndose el cabello, confundido por todo lo que acababa de enterarse. Él solo quiso encontrar a Amber y largarse de allí para siempre. Pero un ridículo encuentro con Megan Miller nunca estuvo en sus planes.

AMBER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora