CAPÍTULO 22: Cogorza

201K 9.8K 5.6K
                                    

Saboreó sus labios en una suave caricia. Entonces los besó con lentitud en un ferviente intento por atrapar la anhelante esencia que Aaron significaba. Lo besó y lo disfrutó en un culpable silencio que sabía muy bien más tarde se arrepentiría de ello. Pero ahora no importaba. Lo único relevante en ese momento era el cadencioso movimiento que sus bocas hacían una contra la otra.

—Diablos... —espetó él contra su rostro antes de girar sobre la cama y posicionarse en su encima.

Con una débil sonrisa que adornaba sus mejillas sonrojadas, entrelazó las manos detrás del cuello de Foster antes de atestarle débiles caricias en la desnuda nuca. Y nuevamente lo hizo. Antes de qué al menos pudiera hablar, con la boca entreabierta a media modulación, selló los delgados labios del castaño con los suyos: desesperado y anhelante.

No era capaz de recordar con claridad aquel beso que en alguna noche se dieron. Su mente parecía visualizarlo de manera borrosa e indescriptible, casi inexistente, pero entonces, aún así, le pareció imposible de comparar. Porque de pronto sintió el ambiente subir de temperatura. Ahora era más firme y pasional, arremetiendo en un desesperado intento por profundizar el beso aún más.

Se hundía en él de a pocos, perdiéndose en la tan reconocida y deliciosa fragancia de Aaron que de pronto la abrumaba en desmesura. Se sentía mareada, extraditada y fuera de sí cuando él se inclinó sobre ella, moviéndose frenético encima suyo y deslizando las manos bajo su cintura. Solo cuando las ásperas manos de Aaron se posaron sobre su cintura, alejándola en un quejido ronco, avergonzada, se obligó a detener el beso abruptamente.

—No... —carraspeó él, tomándole la mano y presionándolo sobre su pecho con la tosquedad que lo caracterizaba—. He esperado demasiado por esto y... —farfulló lentamente con la mandíbula presionada en una fina línea recta—. No puedes solo besarme de esta manera sin que pierda el control.

Entonces Aaron soltó una hilera de insultos, removiéndose el cabello y, al parecer, recriminándose con los ojos entrecerrados por lo que acababa de decir.

—¿Qué...

—Demonios, solo olvida lo que acabo de decir —gruñó—. No se supone que debas saber eso.

Amber Larousse rodó los ojos y lo miró con la ceja alzada en un vano intento por comprenderlo. Acababa de declararle sus sentimientos y con todo lo que acababa de suceder, lo último que quería oír eran sus quejidos lastimeros. Tan típico de Aaron Foster...

—¿Tanto te preocupa? No tienes de qué preocuparte, la próxima vez ni siquiera lo haré —respondió tajante—. Puedes estar tranquilo.

Fue eso lo que necesitó para que toda la atención del muchacho recayera en ella de manera veloz. Así que por mucho que intentó zafarse, de pronto tenía el pesado cuerpo de Aaron cubriéndola en su totalidad. Encima suyo le sujetaba las manos sobre la cabeza, regalándole una larga y lánguida sonrisa felina que la hizo estremecer casi de manera imperceptible.

—Como digas —rió antes de acortar la distancia entre ellos y darle un casto beso en los labios.

Bueno, puede que detestara aquella parte de Aaron tan arrogante y burlona. O quizá no

—Yo también te extrañé, Amber. Demasiado, joder, no vuelvas a dejarme así, ¿oíste? —gruñó.

—¿Cómo iba a dejarte si nunca estuvimos juntos? —rió sin gracia—. Y nosotros no...

No pudo pronunciar ninguna palabra entendible cuando Aaron presionó los dedos en la comisura de sus labios. Y en la escasa distancia, tuvo que limitarse a ver cómo él la miraba herido, como si acabara de golpearle donde más le dolía. La hacía sentir culpable aun cuando nunca fue su culpa, y eso le fastidió.

AMBER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora