Capítulo VI

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Domingo 6 de marzo del 2016

—¡Kelsey!

Los insistentes toques en mi puerta y las incontables veces que había dicho (o más bien gritado) mi nombre me habían despertando, me giré con pesadez y tomé el celular, la hora indicaba las 7:32 AM.

Maldición, ¿qué le pasa? ¿Por qué me despierta a las siete de la mañana en domingo? Me giré de nuevo y tapé mi rostro con la almohada. Su puño seguía chocando contra mi puerta y su voz seguía diciendo mi nombre, y parecía que no se iba a detener.

—¡Cielos! —me levanté de la cama y caminé hacia la puerta, la abrí y me encontré a Jayden parado detrás de ella. Vestía una sudadera gris, unos pantalones de chandal negros y unos tenis deportivos, y para ser domingo por la mañana, lucía muy despierto—, ¿tú no duermes o qué?

—Estoy seguro de que no tan bien como tú —se encogió de hombros mientras yo lo fulminaba con la mirada—. Arréglate, iremos al supermercado.

—¿Perdón?

—Ya me escuchaste. Franny no irá esta vez, lo haremos nosotros, ella... tiene que hacer algunas cosas. Así que vístete, a menos de que sea una costumbre para ti que la gente te vea en pijama.

Pude notar como una sonrisa divertida se asomaba en sus labios al notar que mi cara reflejaba indignación.

—¿Estás loco? ¡Son las siete de la mañana, y es domingo!

—E iremos al supermercado.

Se dio la vuelta y caminó por el pasillo.

—Y no puedes negarte —soltó mientras bajaba las escaleras.

Lo miré alejarse. ¿Era en serio? Cerré la puerta de nuevo, me senté en el borde de la cama y tomé mi celular, miré mis mensajes, no había ninguno de Ethan, ni de Alec, ni de Sky. Fantástico. Suspiré, mi celular vibró en mis manos, leí el mensaje que aparecía en la pantalla, el número no necesitaba estar registrado en mi teléfono para saber de quien provenía.

"Pueden darnos las once de la noche si así lo quieres, pero iremos al supermercado"

Rodé los ojos. El celular volvió a vibrar.

"No me hagas subir por ti"

Bufé con fastidio. No sabía como es que tenía mi número, pero no me importaba, estaba cansada, y ya me había dado cuenta de que Jayden no me iba a dejar en paz hasta verme en el supermercado.

Me levanté de la cama, me bañé y me alisté, sudadera negra, tenis negros deportivos, un pantalón de chandal gris, y coloqué un beanie en mi cabeza.

Salí de la habitación y bajé las escaleras, Jayden estaba recargado en la puerta, mirándome con satisfacción.

—Te lo dije —se encogió de hombros y me extendió mi abrigo. Rodé los ojos y lo tomé.

—¿No pudiste haber ido solo?—me quejé mientras me ponía el grueso abrigo.

Siempre tenía mal humor en las mañanas. Y Jayden me ponía peor.

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