Capítulo XVIII

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Sábado 26 de marzo del 2016

—¿Irás a la fiesta del viernes? me preguntó luego de haber terminado de deglutir las papas fritas que se había llevado a la boca.

Nunca podía hablar con él sin que estuviera comiendo.

Skyler nos dijo ayer por la tarde que los "Dioses griegos" le dijeron que la fiesta sería el próximo viernes.

No lo sé... ¿qué hay de ti?

Alguien tiene que cuidarlas cuando se pongan ebrias.

Ethan —sentencié—, tú eres el que se pone ebrio.

Ambos reímos.

Alec también irá. Vamos, tienes que ir, así le quitas ese humor de perro que trae desde hace unas semanas —resopló.

Reí, lo pensé durante varios segundos.

Quizá podría... uhm...

Me costaba trabajo inclusive sólo pensarlo.

—¿Pedir permiso?se burló.

Suspiré con pesadez.

Sí, eso, supongo.

Vaya —rió—, estoy sorprendido.

Cierra la boca, Heron —reí con él.

No sabía que tan accesible podría ser Jayden si le pedía permiso por primera vez en la vida.

Quizá me diría que sí... pero si recibía un no por respuesta me volvería loca.

Una suave y tranquila melodía inundó mi llamada con Ethan, pero no provenía del otro lado de la bocina.

¿Eso provenía de mi casa?

—¿Kelsey? ¿Sigues ahí?

Sí, uhm, te llamo después para avisarte si iré o no.

Seguro.

No se escuchaba muy convencido, pero aún así colgué la llamada y salí de mi habitación, me acerqué a hurtadillas al lugar de donde provenían las notas, la habitación al final del pasillo.

¿Era Jayden tocando?

Lo imaginé, sentado en su cama, con la guitarra sostenida entre sus manos y sus dedos rozando con suavidad las cuerdas del instrumento. Estaba perdiéndome en serio en el sonido de los acordes, notas que se repetía una y otra vez, hasta que se detuvieron.

—Se escucha mejor del otro lado de la puerta.

Me sobresalté y me retiré con rapidez de la puerta para después ver cómo Jayden la abría con una sonrisa en los labios.

—¿Tienes ojos en todas partes?

Él soltó una risa lenta, no fue arrogante, o burlona, sólo fue una risa.

—¿Quieres entrar o prefieres escuchar desde aquí?

Se hizo a un lado, dándome total acceso a su habitación, dudé varios segundos en proceder, pero a fin de cuentas lo hice.

Mis ojos inspeccionaron con rapidez la habitación, era simple, justo como era antes de que él llegara. Las paredes blancas, las cortinas doradas, la cama, el espejo, la cajonera, el ropero, el escritorio, la silla, la lámpara, todo igual, no había movido ninguna cosa, inclusive parecía que nadie vivía aquí. La única diferencia era la guitarra sobre la cama y la maleta sobre la cajonera.

CustodioWhere stories live. Discover now