6. Miguel.

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Estábamos con nuestros amigos en un bar. Rubén estaba tomando una cerveza a mi lado mientras hablaba con Alex. Estaban hablando de un partido de futbol que claramente no había visto. Suspiré.

Paso una chica alta, morocha; con una minifalda y un top. No pude evitar mirarla, total... soy un hombre. Ella notó que la había mirado y me dedico una media sonrisa.

—Primero el repartidor de pizza y ahora esa muchacha—dijo Rubén, haciendo que mis ojos volvieran hacía él. Tenía los brazos cruzados en su pecho.

— ¿Repartidor de pizza?—dijo Alex mientras me miraba con una sonrisa burlona.

—Hasta los chicos quieren con él, podes creerlo—dijo Rubén mientras negaba con la cabeza.

—Oh, vamos—dije mientras giraba los ojos—. No sé que me ven.

—Debes estar bromeando—dijo Rubén negando con la cabeza.

— ¿Por qué?—dijo Alex frunciendo el ceño.

—Sí, ¿por qué?—quise saber. Rubén simplemente se achico de hombros y pude notar sus mejillas sonrojadas.

Iba a decir algo más cuando llegó el que faltaba: Cheeto.

—Joder, tíos, lo siento—dijo mientras se sacaba el abrigo y lo dejaba detrás de la silla—. Tenía... bueno, ya saben qué, con una tía.

— ¿Estaba buena?—preguntó Alex mientras le daba un trago a su cerveza.

—No sabes cómo—dijo Cheeto mientras reía—. Te conseguí el número de una—me dijo.

—Tres, ¿en serio?—dijo Rubén, con un tonó indignado. Fruncí el ceño.

¿Qué coño le pasaba?

— ¿Tres?

—Anda, vete a pedirle el número a esa tía que no te sacaba los ojos y ya serán tres ligues para una semana—Rubén hizo una mueca y bebió de su bebida rápidamente.

—Te hubiera conseguido una pero... eres Rubius, te las consigues solito, campeón—dijo Cheeto como si lo que dijera Rubén era irrelevante y normal. Y su forma de portarse también.

—Descuida—dijo Rubén—, si Mangel no sale con el repartidor de pizza, lo voy a llamar yo.

—Claro, así tendrías pizzas gratis—dijo Alex.

—No eres gay—dije mientras lo miraba.

Me devolvió la mirada. Sus ojos verdes me parecían tan intimidantes y... bonitos. Joder.

—Por las pizzas lo podría intentar—contestó.

—Por la comida hasta yo lo podría intentar—murmuro Alex.

—La comida hace milagros—dijo Cheeto—, hablando de comida... ¿pedimos ya?

Asentimos. Cheeto fue a buscar a la camarera pero como tardo como diez minutos podría adivinar que seguro se la estaba ligando. Había cosas que no cambiaban jamás.



Llegamos a las dos de la mañana al departamento de Rubén. Ya estábamos solos.

—Hey—corté el silencio cuando entramos—. ¿Qué problema tienes con que haya chicas que quieran conmigo? ¿Es por qué crees que estás perdiendo tu toque? Porque siempre eras tú el que se llevaba un número al menos cada noche...

—No es eso—dijo Rubén mientras negaba con la cabeza y se sacaba su chaqueta—. Es que... no lo sé, últimamente estás recibiendo muchos números. Y entiendo porque... o sea, eres muy guapo y...—cuando dijo eso, apretó los labios. Intenté ignorar sus mejillas rojas.

— ¿Así que soy guapo?—dije mientras reía.

—Joder, sí. No entiendo porque eres el único que no lo logra ver.

—Quizás... no quiero que me quieran por ser solo... guapo.

—Bueno, ten por seguro que si fueras una chica, también te daría mi número—dijo Rubén y luego se mordió el labio.

—Pero, no lo soy. Y no voy a ser una chica nunca.

—Pero si lo fueras...

— ¿Qué?

—Me enamoraría de ti.

Joder.

Joder.

Joder.

¿En serio acaba de decir eso?

¿Y el problema era que no era una jodida chica?

¡Yo me enamoré de él en el pasado y no era una chica!

—Y no, no lo soy. Y si te vas a enamorar... que sea de una persona—dije mientras caminaba hacía la cocina—, no de un genero o de un par de tetas—terminé de decir.

—Oh, vamos—dijo Rubén a mi espalda mientras me seguía—, no lo tomes a mal. Sabes que te quiero mucho. Es solo que... bueno, hasta si yo fuera una chica, hasta yo quisiera salir contigo.

—Pues, últimamente estás actuando como una chica—dije mientras sacaba una cerveza de la heladera—. Eres un jodido uke.

—Un... ¿qué?—dijo Rubén. Cuando giré a verlo, estaba frunciendo el ceño.

—Búscalo en google—le dije y traté de no reír.

Me dirigí hacía la sala y deje la cerveza en la mesa pequeña de la sala. Cuando vi que Rubén estaba detrás de mí, no me lo pensé dos veces y me dirigí a la habitación.

— ¿Qué vas hacer?—le escuché preguntar.

— ¡Tu espera!

Empecé a buscar en sus cajones. Sabía que estaba por alguna jodida parte. Cuando abrí el armario, lo encontré. Era la peluca que había usado en unos de sus videos. Me lo puse y salí.

Cuando me vio, frunció el ceño.

—Ahora te puedes enamorar de mí—dije y señalé la peluca—. Soy Mangela.

Rubén empezó a reír y su sonrisa contagiadora, hizo que yo también sonriera. Me encantaba cuando reía.

—Realmente es imposible no caer enamorado de ti, Mangel.

Y cuando dijo eso, ambos paramos de reír. Rubén capaz por lo que había dicho y yo porque aún no podía procesar bien sus palabras.

— ¿Rubén...?

—No me hagas caso. Yo... yo debo estar muy ebrio. No sé lo que digo—Rubén soltó otra risa, pero era una risa nerviosa.

—Yo...

—Buenas noches, Mangel—dijo mientras apagaba la luz de la sala y se acostaba en el sillón. Sabía que no iba a querer hablar de esto, así que lo respete.

Me encerré en el cuarto, mientras pensaba en lo que había dicho.

¿Qué coño podría significar?

Uncover.Where stories live. Discover now