19.

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Cuando Mangel llamó a Rubén, estaba demasiado nervioso. No sabía lo que le iba a decir hasta esa noche, cuando los chicos le habían dicho que querían ir a una discoteca. Alex le había dicho que se encargara de hacérselo saber a Rubén.

—Hola—respondió Rubén, mientras sujetaba su teléfono en el hombro y lo mantenía con la oreja mientras tenía el control de la play en su mano—. ¿Quién es?

—Hola, Rubén—le saludó Mangel mientras se apoyaba en la pared de su cuarto y suspiraba.

Rubén no pudo evitar poner pausa al juego que había estado jugando hace unas horas, dejó el control en la cama y se sentó mientras su corazón latía con fuerza.

Ya habían pasado varios días desde que Mangel le había dicho que lo llamaría, estaba tratando de tomárselo con calma pero...

—Quería saber si querías ir con los chicos y conmigo a una discoteca...

—Sí—Rubén se quiso pegar por responder tan rápido, al dejar ver esa ansiedad que tenía por verlo. Pudo escuchar la risa de Mangel al otro lado.

—Perfecto—dijo Mangel mientras se mordía el labio—. Te pasamos a buscar a las... once, ¿te parece?

Rubén le hecho una mirada a su reloj de la habitación, eran las ocho. Se preguntaba qué haría hasta esa hora, ya se sentía jodidamente nervioso.

—Sí, sí, perfecto...

—Bien... hasta luego, uke—Mangel cortó antes que Rubén le diga algo. Realmente adoraba decirle así, era justamente lo que Rubén era...

Rubén se había puesto una camisa blanca, con unos jeans y sus zapatillas, mientras se arreglaba el cabello. Se sentía realmente estúpido por estarse arreglándose por... Mangel, para que lo considere guapo, pero no podía evitarlo.

Cuando escuchó el timbre, se mordió el labio antes de verse una vez más en el espejo.

«Vamos, eres Rubius...—pensó para él—, puedes con esto.»

Solamente que esta persona no era una chica a quien conquistar por una noche, este era Mangel... y probablemente sería por muchos años más.

Rubén respiro hondo y fue abrir la puerta, para salir del departamento y dirigirse al ascensor. Cuando llegó al corredor del edificio, ya podía ver a Mangel por el vidrio.

Tenía una camiseta completamente negra, sus jeans oscuros y sus zapatillas. Al contrario de Rubén, Mangel no tenía que arreglarse para llamar su atención... simplemente lo hacía.

—Hey—Rubén saludó a sus amigos cuando salió. Mangel, que estaba a espaldas a él, giro la cabeza para verlo y pudo notar como sus ojos oscuros miraban de arriba-abajo su ropa, luego hizo una media sonrisa.

«Esta—pensó Mangel— jodidamente guapo.»

Luego de saludarse entre todos, empezaron a buscar taxis, ya que el lugar quedaba un poco lejos. Se separaron en dos grupos: Mangel, Rubén, Alex; por un lado. Cheeto, Alvaro y Maximus, por el otro.

Cuando llegaron a la discoteca, ya eran las doce de la noche.

Cheeto saludó al de seguridad con un gesto amistoso, ya que lo conocía y entraron todos.

Maximus, Alex, Mangel, Cheeto y Alvaro habían ido a la barra para pedir algo para tomar, mientras Rubén buscaba un lugar para sentarse. No quería estar cerca del alcohol, se lo había jurado a Mangel. Y no planeaba romper un juramento.

Uncover.Where stories live. Discover now