54.

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Esa tarde ambos salieron para ir a la cafetería. Pero antes de entrar, Mangel detuvo a Rubén para tomarle de la mano, mirarlo a los ojos y decir:

— ¿Te gustaría tener una cita conmigo?

Y Rubén no pudo evitar sonreír al darse cuenta que Mangel aún se acordaba de aquello.

—Sí—dijo mientras tiraba de la mano de su amado para poder entrar.

Ambos se dirigieron a una mesa atrás de todo para que nadie los molestara y aparte por si los reconocían, aunque ya mucho aquello no les importaba.

Y Rubén recordó que en ese mismo lugar trabajaba Lucas.

«Joder, tío, hostia puta.»

Pero ya no tenía que importarle, claramente. Él iba a estar con Mangel como siempre había querido y ya no había nadie que se interpusiera en su relación.

Pero el chico que los fue atender era otra persona y eso alivio un poco a Rubén.

— ¿Qué van a querer?—dijo mientras sonreía abiertamente a Mangel.

Y tomando el control de la conversación, contesto Mangel.

—Para mí un café y para él un batido de fresas.

Cuando el chico se fue, Rubén sonrió mientras se dirigía a Mangel.

— ¿Cómo sabes que iba a pedir un batido de fresas?

—Joder, es lo que siempre pides, tío. Y aparte, es una bebida de un uke—respondió mientras las esquinas de sus labios se iban alzando en una sonrisa—, como tú.

—Para con eso, capullo.

—Oh, se ofendió, mi pasiva...

Rubén lo miro seriamente mientras cruzaba los brazos pero al ver la risa de Mangel no pudo evitar sonreír también mientras negaba con la cabeza.

—Eres un gilipollas...

—Pero este gilipollas te ama—dijo mientras estiraba su mano para agarrar la de Rubén y éste se quedó mirando como sus manos encajaban perfectamente.

—Y yo amo a mi gilipollas...—respondió, pudo sentir como sus mejillas se ponían calientes por la mirada fija de Mangel, ya que le ponía jodidamente nervioso, pero no podía evitarlo, se encontraba enamorado.

—Que lo disfruten—dijo el chico que los había atendido, interrumpiéndolos a ambos en aquel momento de miradas, mientras dejaba las bebidas sobre la mesa.

Mangel le sonrió por simple cortesía pero Rubén no podía ni mirar al chico porque seguro se había dado cuenta que estaban en una cita. Y seguro los había reconocido. Y lo publicaría en todos lados. Y adiós su carrera. Y adiós su sueño. Y...

—Oye, ¿estás bien?—la voz de Mangel interrumpió los pensamientos de Rubén.

En vez de contestar, Rubén miro al chico que tenía en frente y empezó a pensar con más claridad.

¿Qué importará a quien se lo contaría? Si total, en realidad, su sueño lo tenía frente a sus ojos. No importaba la fama, no le importaba perderla, no le importaba el dinero... solo le importaba Mangel.

Y entonces, cayó en cuenta de lo muy enamorado que estaba de ése gilipollas. Pero que al fin y al cabo, era su gilipollas.

Rubén se levantó mientras caminó hacía Mangel y se sentó en sus piernas, éste mientras tanto lo miraba con asombro.

—Contigo estoy más que bien, mi amor.

Pero entonces lo único que hizo Mangel fue sonreír, darle un beso en la mejilla al chico que estaba sentado en sus piernas y así compartieron aquella tarde en el bar.

No comprendiendo que un año después de ese suceso, sus vidas cambiarían para siempre.

Uncover.Where stories live. Discover now