Prólogo

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Dream of Pink de Lacoste era sin duda el mejor perfume elaborado en este mundo.

-Trish, ¡date prisa o llegaremos tarde!- mi madre gritó desde la puerta de la habitación del hotel. Me eché un par de gotitas del perfume rápidamente y salí del baño. Mi madre cogió las llaves del coche y sacó la tarjeta del hotel.

-¿Puedo conducir yo? ... por favor- le supliqué al llegar a la calle.

-Trish, no sabes adónde vamos. No llegaremos a tiempo si te dejo conducir.

-Por favor...- tenía razón. No sabía llegar a aquella casa, pero me encantaba conducir y más ahora, que estábamos en Cambridge. Acabé convenciendo a mi madre y me monté en el asiento del conductor. Metí las llaves y las giré con suavidad notando como el motor se ponía en marcha.

Ella me iba dirigiendo por las calles. Ya se conocía Cambridge. Había vivido aquí cuando era pequeña, hasta que se casó con mi padre y se marchó a Nottingham, dónde yo nací y crecí.

-¿Cómo vas a hacer para desplazarte por la ciudad si no te conoces las calles? Dentro de una semana yo ya no estaré aquí para guiarte- murmuró con ese tono de superioridad que ponía a veces y que tanto me irritaba.

Me estaba mudando a Cambridge porque me habían aceptado en una de las universidades más prestigiosas del mundo. Creo que era obvio cuál. Y lo mejor de todo era que a mi mejor amiga, Ashley, también.

Nuestras madres nos habían comprado un apartamento, a veinte minutos de la universidad. Se podría decir que nuestras familias podían permitírselo. Ahora mismo íbamos a una de las casas que la familia de Ashley poseía a las afueras de la ciudad. Nos habían hecho una fiesta de despedida de... ¿Cómo decirlo? ¿De dejar de vivir con los padres? Sí, algo así.

-Iré andando las primeras veces para no perderme- contesté pasando un túnel y metiéndome en la autopista.

-Cariño, esto no es Nottingham. No llegarás a tiempo a ningún sitio si vas andando.

-Pues saldré dos horas antes de casa, si hace falta- respondí molesta. No sería Nottingham, pero tampoco era Londres.

-Tenemos que ver cómo te mueves por aquí- me recordó-. Podríamos mirarte un coche. No me gustan las motos. No quiero que conduzcas una.

-Lo sé. Intentaré mirar por algún concesionario antes de que empiecen las clases- iba a ser mi primer coche. Este verano había hecho el examen de conducir, por fin.

-¿Ashley también se comprará uno?

-No. Todavía no se ha sacado el carné- respondí aborrecida. Ya me había hecho esa pregunta unas cuantas veces anteriormente.

-¿Y a qué espera? Su hermano ya lo tiene.

-Sí, mamá, pero Nick es distinto- bajé el parasol porque los rayos del atardecer me daba en plena cara.

-Tienen la misma edad- se quejó.

Nick era el hermano mellizo de Ashley y con el que yo había estado saliendo durante casi un año, pero hacía más de dos meses que lo habíamos dejado. Bueno, más bien él me dejó a mí. Se hizo un silencio al sacar el tema.

-¿Has vuelto hablar con él desde...?

-¡No mamá!- la corté sin dejarla terminar.- ¡No he vuelto a hablar con él!- mentira. Sí que lo había hecho.

Es más, ahora él, después de dejarme, quería volver conmigo porque, al parecer, su nueva novia era una guarra y él se había cansado de tener tantos cuernos en la cabeza. Debían de pesarle. Para colmo esta noche le iba a ver y yo no quería. Llevaba ignorándole todo este tiempo porque no sabía qué decirle para que me dejara en paz. Tampoco quería que nuestra relación fuera tensa por el bien de Ashley. Estaba confusa. Sabía que no tenía que darle ninguna oportunidad más porque fue un cretino por dejarme, pero sentí algo dentro de mí cuando me dijo que quería intentarlo de nuevo. Como mariposas en el estómago, y no sabía si eso era porque me seguía gustando o porque quería vomitar del asco.

BIP BIP BIP BIP BIP...

Un ruido me sacó de mis pensamientos.

-¿Qué es eso?- pregunté mirando por todo el coche para saber de dónde provenía ese sonido.

-Te estás quedando sin gasolina- me informó mi madre señalando una lucecita roja que parpadeaba en el panel detrás del volante.

-Oh.

-Para en la siguiente gasolinera- me ordenó.

Con suerte, al decir eso vimos una señal que indicaba un área de servicio a escasos 500 metros. Paré a un lado del surtidor y saqué el monedero del bolso.

-Si no te importa conduzco yo ahora- dijo mi madre cambiándose al asiento del conductor.- Tenemos que entrar a la zona urbana y si llevas tú el coche tardaremos el doble- asentí y me adentré al interior de la tienda. Había una persona delante de mí para pagar, así que esperé mi turno.

-¿Algo más?- me preguntó el cajero después de cobrarme la gasolina.

-¿Dónde están los baños?- pregunté con urgencia. ¿Por qué no habría ido en el hotel antes de salir?

-Siguiendo el pasillo a la derecha- respondió con una sonrisa colocándose la gorra.

-Gracias- le sonreí de vuelta y empezó a atender al próximo cliente.

Caminé por el pasillo siguiendo sus instrucciones hasta que encontré una puerta con un pequeño cartel con el símbolo de un retrete. La empujé ligeramente y salí a un pequeño cuarto con dos puertas. Ninguna de ellas tenía ningún logo que diferenciara el baño de hombres del de mujeres. Indecisa, decidí meterme en la puerta de la izquierda y, con suerte, no me encontraría a nadie. Pero al entrar me di cuenta de que la suerte no estaba de mi parte ese día.

-¿Se puede saber qué coño haces?

Un chico estaba haciendo pis en uno de los urinarios. Quité la mirada lo más rápido posible, avergonzada, esperando no haber visto nada que no debiera ver.

-Oye, ¿me vas a dejar mear tranquilo o es que me la quieres ver o...?- no me di cuenta de que me había quedado congelada en el sitio, pero sus groseras palabras me hicieron reaccionar.

-¡Claro que no! Eres un guarro- exclamé, flipando por cómo me estaba hablando.

-Oye, oye...- intentó hacerme callar aireando una de sus manos-, has sido tú la que ha entrado a verme la picha. ¿Quién es la guarra ahora?- mi boca se abrió dejando ver mi expresión de horror. Él sonrió sabiendo el efecto que sus palabras habían causado en mí. Pasé de desperdiciar más mi tiempo con él y cerré la puerta con brusquedad. Ni si quiera entré en el otro baño. Lo único que quería era salir de aquella gasolinera cuanto antes.

¿Cómo podía existir gente tan maleducada? Deberían ir a unos cursillos especiales de cómo tratar a las personas.


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