Capítulo tres

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Mi despertador sonó a las 6 a.m., como de costumbre. Mientras estiraba mi cuerpo para levantarme, un gruñido se escuchó.

—Agh, ¡apaga esa mierda! —exclamó y tomó su almohada para ponerla sobre su cabeza.

Apagué el aparato y me levanté.

—¿Quieres desayunar algo? —pregunté con la típica voz mañanera.

—No... Aún —dijo debajo de la almohada.

—Bien, como quieras.


Abrí las cortinas de mi habitación y Lorianne volvió a quejarse.

—De verdad pienso que quieres matarme —dijo sentándose en la cama, frotándose los ojos.


Salí de ahí y fui directamente a la cocina, para empezar a preparar algo. Hice unos huevos, algo de tocino, café, pan tostado... Lo normal.

Estaba comiendo, cuando sonó mi teléfono. Me acerqué a donde lo había dejado y contesté, era mamá.

¿Cómo amaneciste?

—Bien, ¿cómo están todos allá?

Bueno, solo estamos tu padre y yo, Kendall no volvió desde ayer y Nathan salió con unos amigos ayer también. Ya ambos se reportaron vivos, solo me faltaba hablar contigo.

—Ha pasado solo un día, mamá —reí levemente.

Lo sé, pero ya te extrañamos por acá.

—Ya se acostumbrarán.


—Hey Chad, ¿no tienes algo de té? —preguntó Lorianne desde la cocina.

Tapé el micrófono del celular con la mano y dije:
—Está en la alacena de la derecha.


—¿Qué decías? —pregunté nuevamente en el teléfono.

¿Hay alguien en tu departamento?

Mierda.


—No... Sí, es... la vecina.

¿Qué hace la vecina tan temprano ahí?

—Vino a pedir té.


Se quedó en silencio un par de segundos y luego dijo:
Bien. Te llamo luego, ¿bien?

—Claro, claro —dije aliviado—. Adiós.


Cortó la llamada y suspiré, estaba salvado.

—¿Por qué le dijiste a tu madre que soy la vecina? —preguntó mientras hacía su té.

—¿Cuál es el problema por el que estás aquí? —le pregunté y se quedó en silencio— ¿No vas a responder? Yo tampoco —fingí una sonrisa.

—¿Desde cuando eres tan borde?

—Yo te hago la misma pregunta —respondí sentándome a desayunar, mientras ella terminaba de preparar su té frente a mí.

—Siempre he sido así —alzó sus hombros y seguidamente, bostezó.

—Claro que no.

—Sí, solo no me conocías bien.

—En eso concuerdo completamente.

  
Bajo su mirada atenta, le di un sorbo a mi café.

—¿Es que nunca vas a superarlo? —preguntó algo molesta.

Bienvenida Otra VezWo Geschichten leben. Entdecke jetzt