Capítulo cinco

37.8K 2.4K 1.1K
                                    

Horas después, Thomas y yo nos habíamos quedado dormidos en el sofá, mientras esperábamos a Lorianne.

—¡Hey! —gritó ella, provocando que mi amigo y yo despertáramos de golpe— Ya estoy lista.

—¿Qué hora es? —preguntó Thomas bostezando.

—Ni idea —respondió la pelirroja—. Bien, ¿vamos a ir o no?

—Vamos —dije y ambos nos levantamos. Tomé lo necesario y los tres salimos del apartamento.

Tomamos el elevador y Thomas buscó iniciar otra conversación... con Lorianne. Yo no tenía nada que comentar, pero ella sí. Hablaban y hablaban... y seguían hablando. Tomamos un taxi y hablaban aunque yo estuviese en medio de ambos. Llegamos al centro comercial y seguían hablando. Fuimos a almorzar y, casualmente, seguían hablando.


—¡Qué estupidez! —exclamó ella riendo.

—Lo es —dijo mi amigo comiendo una papa frita—. Oye Chad, ¿quieres un poco de mi hamburguesa? —negué con la cabeza.

—¿Siguen sin gustarte? —preguntó ella y asentí.


Inmediatamente recordé el día que fuimos a comer juntos y le dije que no me gustaban las hamburguesas.

—¿De verdad no te gustan? —preguntó en aquella ocasión.

—Las odio de verdad.

—¡Estás loco, entonces! —rió— Es broma, no te creas todo lo que te digo —me besó.


Pensándolo de nuevo, parece que siempre me dijo la verdad, pero yo nunca presté atención. Vaya idiota.

—¿Chad? —preguntó Thomas, sacándome de mi recuerdo.

—Sigo odiándolas —respondí a la antigua pregunta de Lorianne.

—Ya lo veo —dijo ella mientras terminaba su comida.

En ese momento, su celular sonó. Ella lo sacó, miró la pantalla y cortó la llamada apenas vio el nombre.

¿Por qué le rechazaba la llamada a Spencer? ¿Por qué él la seguía llamando?


—¿No tenías que responder? —pregunté y alzó su mirada hacia mí.

—No, llamaré a mi madre luego —mintió.


Cuando los tres terminamos de comer, fuimos a buscar el regalo para el hermano de Thomas, el pequeño Oliver, de 10 años.

Ese niño estaba obsesionado con un jugador de futbol y estaba dispuesto a convertirse en él cuando creciera. Con 10 años, él ya tenía su futuro planeado: dedicarse a ese deporte. Jugar futbol en varios equipos, hasta llegar al Real Madrid.
De hecho, cuando Oliver tenía 8, decía que quería llamarse como su ídolo.

Nadie le destruiría el sueño, pronto se daría cuenta de que sería prácticamente imposible ser igual a ese hombre.

Como sea, no era difícil buscarle un regalo. Algo con la cara del jugador y el niño ya era el más feliz del planeta. Una vez, Thomas le escribió "Cristiano Ronaldo" con la peor caligrafía en una servilleta y el niño la guardó. Estaba seguro que aún conservaba ese papel.


—¿Creen que le guste esto? —preguntó mostrando algo para que Lorianne y yo lo viéramos.

—No —dije sincero.

Bienvenida Otra VezDär berättelser lever. Upptäck nu