Capítulo diez

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Su tía Karen había fallecido.

En las pocas palabras que había pronunciado durante el día, lo había podido descifrar.

Yo la verdad no entendía mucho. Desde éramos novios, yo sabía que ella había sido una persona importante para Lorianne, pero no sabía el porqué. Ella quería más a su tía que a sus propios padres y eso debía tener una razón.

La mañana siguiente, Lorianne desayunó poco, habló poco y me miró poco. Solo quiso estar acostada. Ni siquiera fue a trabajar, a pesar de ser lunes.

El funeral sería durante la tarde y estábamos a 2 horas en auto del lugar donde se llevaría a cabo la ceremonia.

Ambos nos vestimos muy formales y salimos en el auto de Thomas, él me lo había prestado cuando se enteró del evento al que asistiríamos Lorianne y yo. Empecé a conducir y, ninguno de los dos decía nada. Yo no sabía qué decirle y ella estaba sumida en sus pensamientos. A veces la miraba y notaba que tenía lágrimas en los ojos. Sería imposible que dejara de llorar.

Estuve dos horas y media conduciendo y, al llegar al lugar de la ceremonia, Lorianne se había quedado dormida.

Salí del auto y lo rodeé, abrí su puerta y me puse a su altura.

—Lorianne —susurré, pero no despertaba—. Lorianne, ya llegamos.

Poco a poco abrió sus ojos y al mirarme, se sentó y aclaró su vista.

—Esta es su casa —dijo y volteé, para mirar el lugar.

Era una enorme casa blanca muy hermosa con un jardín perfectamente cuidado.

—Ella vivía sola —agregó y la miré—. Tuvo un esposo pero resultó ser un idiota, sólo porque ella no tenía la capacidad de darle hijos. Fue duro para ella. Siempre... Siempre quiso una gran familia, un esposo amoroso... Su única familia éramos mi prima Alex y yo.

—¿Por qué no viniste con ella entonces?

—Si mi madre se enteraba de que estaba con su hermana, habría estallado de verdad. Nunca la quiso.

—¿Y por qué la querías tú?

—Por la misma razón por la que mamá la odiaba —fruncí el ceño, no lo comprendía—. Mi madre nunca me cuidó como se debería, mi tía se encargó de ello, me trató como la hija que nunca tuvo y yo la sentí como la madre que nunca tuve.

Ahora todo tenía sentido. Karen había sido más madre para Lorianne que la misma Giselle.

  
—Ahora, ¿podemos entrar? —asentí y la ayudé a salir del auto.

Tomó mi brazo y ambos entramos a la casa, siendo recibidos por Valeska, la otra tía de Lorianne. Ambas se abrazaron y la pelirroja me presentó, nuevamente, como su novio Chad. Y así lo hizo con todos sus familiares que llegaban a saludarnos.

No la veía como siempre. Estaba decaída, callada y sus ojos parecían más tristes. ¿Y cómo no iba a estarlo? Había perdido a, quien para ella era, el ser humano más importante de su vida.

Yo no sabía cómo se sentía, pero intentaba ponerme en sus zapatos y pensar, ¿qué sería de mí si perdiera a mi padre o madre? ¿A mis hermanos?

—Alex —saludó ella—, él es mi novio Chad.

—Un placer conocerte, Chad —dijo la chica castaña tomando mi mano para estrecharla.

—Ella es mi prima, Alexandra —dijo Lorianne—. Tenemos años de no hablar —se dirigió a ella.

—Lamento que este sea el único modo de que no veamos, ¿te lo ha dicho tu mamá? —la chica a mi lado asintió y siguieron charlando.

  
Al rato llegó un chico con una bebida para Alex, era su novio Robert, un chico que parecía ser bastante cuidadoso con ella, que también parecía estarla pasando mal.

Bienvenida Otra VezDove le storie prendono vita. Scoprilo ora