Capítulo ocho

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Hacer esto era incómodo para mí, mucho.

Años de no tomarla de la mano.
Años de no besarla.
Y aún así, no tenía la más mínima importancia. Aunque no fuera a besarla de todas maneras, pero por lo menos me doy a entender.

Miré nuestras manos unidas, mientras tomábamos un último respiro antes de enfrentarnos a nuestras familias.
Era extraño después de tanto tiempo, de verdad.

—Entonces —inició ella—, ¿tienes claro lo que debes decir? —asentí— Bien, vamos.


Abrí la puerta y ambas parejas de padres —y Thomas— nos miraron en silencio.

¿Qué podíamos decir para empezar?


—Chad —inició mamá—, tenemos que hablar, ahora.

—Bien —asentí y me giré hacia Lorianne—. Ya vuelvo.

Ella asintió. Soltamos nuestras manos y yo me dirigí a la salida con mis padres y Thomas.

—¿Te parece si te llamo más tarde? —le pregunté a mi mejor amigo, quién asintió y se despidió.

   
—Chad —inició papá cuando estuvimos los tres solos—, ¿quieres explicarnos qué hace esa chica ahí?

—Cuando te dejamos vivir solo, era porque querías vivir solo y dejar de depender de nosotros —agregó mamá—, pero ¿traer a tu ex novia a vivir contigo?

  
Tomé un respiro antes de iniciar con la mentira:

—Sé lo que piensan de ella, y en realidad no los culpo, pero yo... yo la amo.

  
Mis padres intercambiaron miradas de confusión.

—¿Qué?

—Estoy enamorado de ella y ella lo está de mí.

—Hijo —dijo mamá—, ¿te has escuchado a ti mismo? ¿Tienes idea de lo que estás diciendo?

Es una locura, lo sé, pensé.

—Sí.

Estoy arriesgando su confianza para salvarle el trasero a Lorianne, lo sé.

    
—¿Y cuándo pasó todo esto? Es decir, no hace mucho viniste a vivir aquí y ya estás con ella.

Unas cuantas horas después de mudarme.

—Un tiempo después de mudarme aquí —respondí.

—¿Y lo que pasó en la secundaria? ¿No tienes miedo de que... no sé... ocurra otra vez?

—Sé que ella cambió.

—¿Y cómo hacen con los pagos de todo? —preguntó papá.

—Están divididos, ella trabaja en una cafetería.

     
—Sólo espero que sepas qué estás haciendo con tu vida, hijo —dijo mamá.

—Sé lo que hago, de verdad —dije.

   
Pero no me lo creí.

—Esperemos que sea así —murmuró mamá.

—En fin, ¿a qué se debe su sorpresiva llegada? —cambié de tema.

—Queríamos desayunar contigo, ver cómo estabas, ya sabes... hablar —respondió papá—. Pero si no puedes no hay problema, nos podemos volver otro día.

    
No podía negarles a mis padres el hecho de pasar tiempo conmigo, es decir, a mí me gustaba estar con ellos.

—Claro que podemos ir —ambos sonrieron—, iré por mi abrigo y nos vamos.

Bienvenida Otra VezWhere stories live. Discover now