Capítulo cuatro

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Decidí subir las escaleras y, al llegar a la puerta de mi apartamento, revisé mis bolsillos y noté que había olvidado mis llaves cuando salí.

Genial, pensé con sarcasmo.

Toqué la puerta tres veces y esperé un par de minutos. Volví a tocar, pero no abrió.

¿Y ahora qué estaría haciendo ella?

—Lorianne —llamé mientras golpeaba por tercera vez.

  
Un par de segundos después, abrió la puerta y se giró antes de que pudiera verla. Caminó alejándose de mí y yo fruncí el ceño, confundido. Cerré la puerta al entrar y la seguí.

—¿Por qué no abrías? —pregunté sutilmente mientras me sentaba en el sofá.

—Creí que eras alguien más —dijo entrando en el baño, donde seguidamente cerró la puerta.


Su tono de voz no sonaba normal.

—¿Quién más vendría? —pregunté sabiendo que si me escuchaba, pero no respondió.

El plan de Kendall podría esperar un poco.

   
—¿Qué pasa?

Me levanté hasta la puerta del baño, donde pegué mi oreja a la blanca puerta.

La oí suspirar y luego oí el agua del lavabo caer. Sabía que estaba llorando. Nunca la había visto llorar en mi vida y sinceramente creí que el tiempo para verla hacerlo ya había caducado.

—Yo estaba saliendo con Spencer hasta hace unos meses —explicó desde dentro.

Eso sí que me tomó por sorpresa.

  
—¿Él y tú...?

—Sí, salimos y terminé con él.

Dichosamente no podía ver la expresión que tenía mi rostro. Por alguna razón, eso tocó algo en mí. Spencer era el chico que también había estado enamorado de Lorianne en la secundaria. Lo recordé a él y a sus amigos riéndose de mí aquella noche, una noche que, se suponía, iba a ser extraordinaria e inolvidable... Y vaya que lo fue.

Ya no quería hablar más del tema. No quería seguir escuchándola ni seguir recordando todo otra vez.

Kendall tenía razón cuando dijo que sería difícil. Yo sabía que estaba siendo un completo idiota teniendo a la chica que cambió mi vida bajo el mismo techo que yo, a pesar de que lo sabía, mi hermano pasó repitiéndomelo constantemente mientras que yo estaba de visita.

—Solo déjame —dijo sin abrir la puerta aún.

—Bien.

Sin que me lo hubiera dicho, yo ya había pensado en dejar de insistir tanto y concentrarme en mis cosas y en mi bienestar.

Fui a la cocina y empecé a hacer una ensalada y otras cosas más. Ella no salió del baño y no tenía intenciones de sacarla de ahí.

El plan de mi hermano y su novia trataba básicamente de solo cumplir con mi tarea, ayudarla con eso del "techo por un tiempo" e intentar por todos los medios de no tratar ese conflictivo tema. Y si ella quería hablar del por qué estaba aquí, la escucharía; pero si no quería, no la obligaría a hablarlo. Sonaba fácil, pero podía ser el reto más grande de mi vida, teniendo en cuenta un par de cosas: primero, hay mucho que quiero decirle y segundo, que, cuando empiezo a decirle algo, la voz elevada y el sarcasmo no tardan en hacer su asombrosa aparición en escena.

Bienvenida Otra VezWhere stories live. Discover now