Capítulo veinticuatro

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*

Mi pie se movía con impaciencia y provocaba un sonido claramente molesto para la chica que estaba estudiando a mi lado.

—Disculpa —dije y traté de calmarme a mí mismo.

Minutos después, la mesera me trajo el café que había pedido. Le agradecí y bebí. Me gustaba el café que hacían en el Café de Martha, pero ninguno se comparaba al de Lorianne. Supuse que era el toque sentimental el que lo hacía mejor, cosas psicológicas.



—Hey.

Alcé mi mirada y encontré a Brianna, la que me había llamado meses atrás para reunirnos, pero resultó ser una emboscada, trayendo a Lorianne y a su hija, la cuál, por alguna razón bastante estúpida, llegué a pensar que era mi hija. Qué tonto, ¿no?

—Brianna —sonreí levemente—, toma asiento, por favor.

Tomó la silla frente a mí y se sentó. Sabía que estaba confundida por mi llamada repentina, pero necesitaba de su ayuda. Era la única que me quedaba.


—Ha pasado tiempo desde que nos vimos —dijo—. Lo cómico es que fue exactamente en este lugar, en la mesa que está... —señaló a su derecha— allá. Cómo vuela el tiempo, ¿no? ¿Cuánto ha pasado desde entonces? ¿Dos meses?

—Cuatro —corregí—, casi cinco.

—Oh, cierto, fue en octubre, ¿verdad? —asentí— Vaya. Y ya estamos por iniciar marzo, es un milagro que ninguno de los dos acabara muerto, ¿no? —rió y yo me resté a sonreír.

Era gracioso cómo cambiaban las cosas.

—Lo es —asentí—. Pero... de verdad necesito que me ayudes con... algo.

—Claro, dime.

—Lorianne y yo...

—Hubo algo —me interrumpió—, ¿cierto? —asentí una vez más.

—¿Cómo lo sabes?

—Supuse que iba a pasar algo cuando la dejé contigo y eso era que alguno de los dos muriera a manos del otro o, en el más raro de los casos, que alguno se enamorara del otro —alzó sus hombros.

—Tuvimos muchas cosas buenas y malas, pero yo... cometí un error. Yo estaba engañando a alguien con Lorianne —ella abrió sus ojos, sorprendida—, viajé a su ciudad para estar con ella y me di cuenta de que me era infiel también. Terminamos, volví, dándome cuenta de lo que sentía por Lorianne y cuando llegué al apartamento, ella no estaba.

—¿No estaba? ¿Dónde estaba?

—No sé. Tomó sus cosas y se fue.

—Chad, ¿hace cuánto pasó esto? —frunció el ceño, poniendo sus codos sobre la mesa.

—Un mes y medio.

—Oh, mierda —se llevó las manos a la cabeza, mostrando preocupación.


Al iniciar mi búsqueda, ni había encontrado absolutamente nada que me llevara hacia ella o me diera una pista de... de lo que fuera, en realidad. Pero después —gracias al impulso dado por las palabras de mi madre en el hospital y el álbum de recuerdos de la pelirroja que encontré bajo mi sofá—, profundicé mi búsqueda. Llamé a familiares o amigos del pasado, basándome en el álbum. Ninguno seguía siendo un contacto habitual de Lorianne.

Pasando las páginas del álbum, encontré la entrada al baile de egresados de la secundaria al que me negué a ir, pero Lorianne y Thomas sí asistieron. Esa entrada tenía tres números telefónicos, así que los marqué, logrando dar con el número de Sandra, quien era una de las organizadoras del dicho evento anual.
Sandra era, junto con Brianna, una de las mejores amigas de la secundaria de Lorianne. No era una persona amable y sabía que no tenía más contacto con Lorianne, pero me sirvió de ayuda, ya que tenía el número telefónico de Alex, con la cuál no había podido dar desde el inicio de mi búsqueda. ¿Por qué Sandra tenía el número telefónico de Alexandra, la prima de la Lorianne? Bien, según lo dicho por la morena, Alex solía cantar en la banda de su ex novio, se conocieron, se hicieron amigas, sin saber que ambas conocían a Lorianne.

Bienvenida Otra VezWhere stories live. Discover now