16. El hombre que sucumbe.

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Este capítulo tiene una canción específica para una escena en específico. Es preciosa y le brinda cierto ambiente a la misma. Se llama Onore e rispetto, de Salvatore Riccardi. Escúchenla.

SI ALGUIEN CUMPLE AÑOS HOY, PUES FELICIDADES

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16. El hombre que sucumbe.

Londres, Inglaterra. 15 de julio, 1883.

La mente de Harry es un completo desastre. Apenas logra registrar todas las voces que suenan a su alrededor, tan ajenas a todas las ideas desequilibradas e incoherentes que pasan por cada túnel de su cabeza. Es el sentimiento más ambiguo, sin embargo, lo hace sentir la persona más impotente en el universo.

Anne parlotea sobre el color del vestido con una mujer que Harry apenas tiene tiempo para reconocer, mientras Robert se encarga de observar que todo esté en orden tal como lo ordena y que las invitaciones se envíen a su propia indicación. Se siente un títere de dos personas que al parecer no se preocupan del todo por lo que le suceda a él o cómo se sienta, de ese horrible miedo que le corre por las venas o la furia, desesperación e ira que están a punto de corroerle el corazón. Su madre, su bella madre, quien le mandó una carta diciéndole que no pudo más, sólo se encarga de ver el color perfecto para su vestido como si los ojos de su propio hijo no reflejaran todo lo que siente en esos momentos.

Quiere destrozar todo.

—Por favor, envíele la invitación con motivo de urgente a Su Majestad La Reina. —Apenas oye a su padre hablar por sobre su hombro—. Dígale que el motivo es mi hijo. Gracias, puede retirarse.

Harry se masajea el puente de la nariz sintiendo que su mente está en otro lugar distinto a su propia casa. La mansión de Louis le brindó la tranquilidad que en fondo necesita, que anhela con todo su ser, pero ahora todo es caos por doquier y es incapaz de hacer algo al respecto. Sus ojos duelen y se siente ahogado, sofocado en exceso, y la única escapatoria realista que siente es  cerrar los ojos a la espera de que todo pase.

El ruido a su alrededor comienza a molestarle por lo que suelta un suspiro y, sin más, se dirige a las escaleras para encerrarse en su habitación. Robert lo ve enseguida, porque le llama con un deje de enojo contenido o decepción en su voz. Se permite contar hasta tres para luego girarse hacia su padre, quien está de pie como si no el futuro de su hijo, su propia felicidad, no valga nada. Sofocándolo al darle la terrible noticia de que se casará con alguien por quien no siente nada en lo absoluto.

—¿Sí? —pregunta Harry haciéndose el desinteresado, pero dejando bien en claro que no está de humor como para soportar cualquier cosa que salga de la boca de Robert.

—¿Adónde crees que vas?

—A mi habitación, la biblioteca, no lo sé.

—A pesar de que la reunión no es hasta el día de mañana me parece inaudito que intentes desligarte de tus deberes—su padre le espeta.

Harry le observa por largos minutos sintiendo un gran peso sobre sus hombros, el aire escapando de sus pulmones. Es más que claro que su padre está enojado, casi furioso, en especial porque le reprime a pesar de que los trabajadores domésticos viajan con toda libertad por la mansión, escuchando la pequeña disputa que mantienen los dos. Harry se da cuenta que no le importa demasiado lo que Robert le diga, lo único que quiere hacer es escapar ahí o encerrarse en algún otro lado. Confundir la realidad, cerrar los ojos, lo que sea. Sólo perderse.

Se permite chasquear la lengua, gesto que hace que su padre casi suelte un sonido de escándalo. Ambos saben que Harry se ve distinto a como era antes.

Violines Bajo el Agua.Where stories live. Discover now