Querido Louis.

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14 de abril de 1890

Londres, Inglaterra

A la persona que deseo que esté a mi lado para siempre:

Querido Louis,

Aún recuerdo el crisantemo rojo acariciando mis dedos. Tú frente a mí, radiante como siempre has sido, y tus ojos brillando con el sentimiento más hermoso que me pudiste mostrar en esta vida.

Los años pasaron y yo fui lo suficiente ciego como para ignorar o negar todo este sentir que se acumula en mi pecho cada vez que te veo. Me gustaría ocultarme en el hecho de que fui un cobarde, un pobre niño temeroso que no se atrevía a deshacerse de aquello que le hacía infeliz sólo porque no sabía enfrentarse a lo que desconoce.

Pero ahora me gustaría cambiarlo todo. Por ti, por mí. Por los dos, si así lo deseas. Si tu corazón sigue latiendo con la misma intensidad con el que el mío lo hace cada que sonríes, cada que me miras, cada que tu mera presencia está en donde estoy yo. Cada que tu recuerdo perturba mis sueños con la mejor de las intenciones, aún cuando siento que mi corazón saldrá del pecho de la emoción.

Recuerdo tu carta. Sí, estoy asustado. No sé lo que se avecina. No sé, si por cualquier cosa de la vida, nuestros caminos se separen hasta el punto en que ya no hay posibilidad de un reencuentro. En un futuro cercano, en lo que es incierto.

Disculpa el estado de esta carta. No estoy en la mejor de las situaciones, pero de todo lo que sucede estoy seguro de algo: mi sentimientos por ti están grabado a fuego en cada parte de mi ser. Es... agradable. Es sublime. Cada que me encuentro en una situación desagradable, sólo tengo que pensar en ti y todo parece desvanecerse.

No soy el hombre más romántico del mundo, como puedes ver. Eres tú. Creo que puedes serlo por los dos. Pero lo intentaré por la más sencilla razón de que te amo.

Te amo.

Te amo con todo mi ser, con todo lo que es posible, con todo lo que es invencible y con todas las fuerzas de esta tierra. Te lo he dicho de frente, y recuerdo tu rostro como si hubiese sido hace unos días. El tacto de tu mano, la calidez de tus labios, la sinceridad de cada una de las palabras que me susurrabas a escondidas de todos.

Ahora te lo digo mediante mis letras, mediante mis manos temblorosas deslizándose sobre un papel en el silencio de la habitación, porque deseo mantener este sentimiento lo más cercano a mí, como me sea posible. Quizá no soy tan bueno con las palabras como crees que lo soy. Incluso es posible que sigo siendo ese niño temeroso de hace años, que temía de sus padres y de lo que dirán los demás. No lo sé.

De lo que estoy seguro es que deseo liberarme de esas cadenas. Deseo que tú me ayudes en ello, contigo a mi lado como el constante recordatorio que por primera vez en mi vida preferí mi propia felicidad que a lo que me inculcaron mis padres.

Deseo que me enseñes a amar con la misma paciencia, pasión y seguridad con lo que tú lo haces. Deseo que me enseñes a ver el mundo más allá de lo que conozco, lejos de las personas que aparentan ser lo que no son, lejos de toda esa sensación de sofoco cada que no estoy a tu lado. Deseo que me enseñes a estar a tu lado para toda la vida, aún cuando no sepamos lo que podría suceder.

Es por eso que escribo esta carta, aún después de años, con toda la sinceridad plasmada en cada una de sus letras.

Hoy he decidido ir contigo a donde nuestro amor nos depare. Hoy, después de tanto, he decidido que ya no me es suficiente verte a la distancia, o tener unos momentos a solas con el temor de ser descubiertos. Hoy, después de todo lo que te hice pasar y de ver cómo seguías ahí a pesar de todo, he decidido que mi amor por ti es tan grande, tan extenso y pasional que anhelo estar a tu lado.

Violines Bajo el Agua.Where stories live. Discover now