Violines Bajo el Agua.

19. Ese hombre, proponiendo.

** EDITADO: 17/06/17 **

19. Ese hombre, proponiendo.

Julio/Agosto, 1883. Londres, Inglaterra.

La boda entre Charlotte y él se programa para que se lleve a cabo a mediados de octubre, tres meses después de que se da por anunciado el compromiso ante sus conocidos o aquellos interesados en la noticia. Cuando su madre le anuncia la fecha, así como el adelanto que ya tienen las invitaciones y que Charlotte viajará a Francia para que le empezaran a hacer su vestido, Harry siente que su cuerpo se hundíle cada vez más y que lo único que lo mantiene con alegría y seguridad es Louis.

Louis, quien sonríe con tristeza cada que Harry saca el tema del matrimonio por accidente. Él no quiere hacerle ningún daño, mucho menos después del momento que los dos vivieron cuando se quedaron atrapados a mitad de la lluvia, disfrutando de la compañía y calidez del otro como si no hubiese mañana.

Aún recuerda cuando llegó a la mansión con ropa que no era de él, su madre dirigiéndose casi corriendo hacia donde estaba con su rostro lleno de desesperación y preocupación, mientras Robert caminaba a pasos tranquilos y con expresión serena. La situación hubiese sido divertida si no fuera por el constante sonrojo en sus mejillas cada que recordaba la calidez de los labios de Louis sobre los suyos. No pudo hacerlo mientras se dejaba abrazar por Anne, mucho menos cuando Robert le dedicó la más leve de las sonrisas. Aunque su padre podría comportarse de manera frívola y distante sabía que se preocupaba por él muy a su manera.

Ninguno de los dos hizo comentario alguno sobre su estadía corta en la mansión de los Fairfox, y Harry no se atrevió a sacar el tema ni siquiera para informarles que había estado protegido. Acompañado.

Después del anuncio de la fecha, el primer mes pasa más rápido de lo que quiere. Entre la entrega de las invitaciones, la visita al palacio de Buckingham para informarle a Su Majestad La Reina que el primogénito de la familia Goodshawn contraerá matrimonio con su prima Charlotte, y la elección de la decoración, su vida es un caos. Apenas tiene tiempo de ver a Louis ya que en ocasiones se ve en la necesidad de cancelar las clases de alemán; en otras ocasiones él es quien tiene que ir a la mansión de los Fairfox porque busca escapar de su propia casa, que lo sofoca una y otra vez hasta el punto en que se siente incómodo en su propia piel.

Harry jamás comprende cuánto necesita a Louis a su lado hasta el día en que despierta a mitad de la noche, luego de soñar en el terrible día en que, de forma oficial, se casa con Charlotte. Luego de asimilar a sí mismo que ama a Louis, de temblar bajo su tacto y sus labios, bajo su mirada tan azul como brillante, Harry apenas tiene tiempo de pensar en otra cosa que no sea él.

Los dos lo saben además de que es algo que no se puede evitar. Louis empieza a convertirse en algo indispensable en su vida diaria, es por eso que cuando pierde alguna clase de alemán al día siguiente trata de recuperar las horas perdidas, muy a pesar de Anne o de las miradas de desaprobación de Robert al ver que no muestra interés en su futuro. Futuro que no se le da la oportunidad de elegir, mucho menos de disfrutar.

A veces Louis le sorprende con algún beso y él se sonroja; no por el acto en sí (aunque en parte se debe a eso), sino porque se encuentran bajo el mismo techo de su familia, o por el temor de que algún mayordomo les vea haciendo semejante acto y luego decida actuar en contra de alguno de ellos o de los dos, dependiendo para quién trabaje.

Pasa algo parecido cuando Harry decide ir de caza a la mansión de los Fairfox, a finales de agosto, con la expresión cansada pero por dentro emocionado de reunirse con Louis y sus hermanos. Tanto Perrie como Niall le reciben gustoso aunque los conoce lo suficiente bien como para saber que por dentro se mueren por preguntarle sobre su boda con Charlotte. En especial Perrie, ya que la última vez que se vieron ella iba con Liam y él de la mano de su prima.