1. Acuerdos de Sokovia.

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Lea sentía una extraña combinación de sentimientos dentro de ella, que iban desde el miedo más profundo hasta la curiosidad más infantil. Sentía su corazón acelerado tras sus costillas y le molestaba el simple hecho de que pareciera sonar sobre sus oídos. Algo parecía hacer presión dentro de las paredes de su cráneo, a la vez que sentía su respiración acelerarse, incluso sin hacer ningún esfuerzo físico. La situación era totalmente diferente a la primera vez que había llegado a Tierra, y aún así, los sentimientos eran exactamente los mismos.

Seguía a Tony Stark torpemente hasta la sala de reuniones en la central de los Vengadores, se encontraba distraída y sumida en sus pensamientos por lo que casi ni si quiera se dio cuenta cuando ingresaron al lugar. Estaba vacío y silencioso, las sillas dispuestas esperaban al resto de los acompañantes que aún no daban señales. Él le indicó una de las sillas en señal de que debía centarse y así lo hizo, alrededor de la nueva mesa de cristal —ya que la anterior la había destrozado en su intento por huir de allí para seguir las órdenes del Universo—.

Tony se sentó alejado de ella, sobre una silla a un costado sin decir nada en absoluto, y no supo como debía tomarse esa acción de parte del castaño. Parecía extrañamente silencioso para ser él, incluso, parecía no tener energías para enfrentarse a lo que estaba por ocurrir. Su rostro estaba un poco pálido, y presionaba suavemente sus labios entre sí, frustrado y molesto. Sabiendo que a muchos de los humanos les molestaban las miradas fijas, apartó la vista de Stark y olvidó el breve análisis de su persona. Lea comenzó a jugar con sus manos intentando ocultar el nerviosismo en éstas, y también que se sentía a punto de desmayarse en plena sala. Si Stark se encontraba de aquella forma, no sabía que le podía deparar a ella.

Repetía mentalmente las palabras de Tony Stark dentro de su mente una y otra vez, logrando hacerla sentirse aún más confundida, mientras el miedo y la curiosidad crecían en ella cada vez más. Lea aún desconocía gran parte de lo que envolvía a los humanos y los hacía actuar como tal, pero la expresión de Tony desde que había ido a buscarla había sido suficiente para entender que no todo estaba funcionando de manera correcta. Él no le había explicado con exactitud qué eran los «Acuerdos de Sokovia», pero le había asegurado que eso podría cambiar todo dentro de la central. Desconocía por completo si era bueno o no, pero de algo estaba bastante segura: a muchos humanos no les gustaba el cambio, y oponían resistencia a pesar de las consecuencias.

Los dos presentes permanecieron en silencio, esperando algo que ella desconocía. Lo único bueno para Lea era que su mente usualmente curiosa, podía mantenerla distraída mientras el tiempo pasaba. En tan sólo unos pocos minutos, Wanda, Vision y Pietro entraron a la habitación como un pequeño grupo silencioso e incómodo, uno tras el otro como en fila. El hombre de color rojo se sentó enfrente de ella y asintió con lentitud a modo de saludo, a lo que la castaña sonrió. Wanda mantenía la vista baja, dejando caer su cabello sobre su rostro para que el resto no viera su expresión. Por lo que había escuchado, en la última misión de los Vengadores algo había salido terriblemente mal, y Wanda estaba dejando caer toda la culpa sobre ella. No podía saber con exactitud cómo se sentía ella, pero creía que por dentro estaba desmoronándose, y la reunión a la que debían asistir solo provocaba que la muchacha se sintiera aún peor.

Pronto Natasha, Steve y Rhodey hicieron su aparición, sentándose en las sillas restantes a su alrededor. Tampoco dijeron nada mientras ingresaban y tomaban sus lugares, parecía una situación demasiado triste para Lea, acostumbrada a la usual energía de los héroes. Ella no se animó a mirar a Steve a los ojos, sentía un extraño sentimiento recorriendo su columna, y no estaba segura de lo que era, todavía no conocía todas las emociones humanas.

Un hombre alto, de traje oscuro y cabello canoso ingresó en la habitación sin ninguna expresión en su rostro más que una impacible seriedad. Se colocó delante de ellos casi de manera teatral y los observó unos pocos segundos con detenimiento. Todos mantenían silencio ante el Secretario de Estado hasta que él comenzó a hablar, contando cosas que Lea creía irrelevantes, al menos, de momento.

Daughter Of The War. [Steve Rogers]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz