21. Si tan sólo supieras.

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Karen les había permitido permanecer en su pequeño departamento por aquel día. Lea estaba segura que ella iría a dormir en lo de Matt Murdock.

Natasha se había instalado en el pequeño escritorio, intentando conectar el aparato contra la laptop de Karen, que parecía no querer encender.

Lea la miraba desde la cama, con sus piernas cruzadas, mirando con atención la expresión en su rostro de concentración, la pequeña arruga que se formaba entre sus cejas y cuando mordía su labio inferior con nerviosismo.

De repente, la pantalla de la computadora de encendió, iluminando el rostro de la Viuda Negra que ahora sonreía de lado mientras el programa se cargaba.

—¿qué es eso?— Lea preguntó, a lo que Natasha sonrió aún más.

—logré entrar a la base de datos de la central, tengo cada cámara y micrófono interceptado— la miró a los ojos, girando levememte en la silla —. Podemos saber todo lo que está ocurriendo y lo que va a ocurrir.

—¿y eso de qué nos sirve?— Lea ladeó la cabeza.

—vamos a saber si están detrás de nosotras, y si nos encontraron— Natasha negó con la cabeza —¿qué pasa Lea?

La muchacha jamás había creído que nadie pudiera darse cuenta de cuando se encontraba mal, o que estaba agotada de todo. Pero parecía que nadie podía ocultar nada de la mismísima Viuda Negra.

Bajó la cabeza, centrando sus ojos en la sabana bajo ella, los colores claros y oscuros que se fundían formando nuevos. Deslizó su mano, sintiendo la suavidad de ésta bajo su palma.

No sé atrevía a decirle nada a Natasha, no podía. Recordaba claramente que en un inicio, cuando ella había llegado, la pelirroja no la había querido dentro de la central, ni en su mundo. Claro que ella desconfiaba, tenía miedo de la realidad que implicaba que Lea estuviera en la tierra.

A lo largo de los pocos meses que había estado en la tierra, Natasha había aceptado a Lea, más de lo que la muchacha había podido imaginar de parte de la Viuda Negra.

—tengo miedo— aceptó, aún sin mirarla —. Hay algo muy dentro mío que me dice que las cosas van a seguir saliendo mal.

—¿por qué?— preguntó Natasha, levantándose de la silla para sentarse a su lado.

—esto no acabó, y está muy lejos de terminar— negó con la cabeza —. Vi cientos de guerras a lo largo de mis años, esto no va a simplemente quedarse así.

—no entiendo...

—Tony no va a detenerse hasta encontrar a Steve, y él no va a detenerse hasta que el mundo esté a salvo— se detuvo unos segundos, sopesando sus palabras —. Tengo miedo de que Steve muera.

—Lea...— la muchacha la cortó. mantenía una expresión seria, pero aún así trasmitía el miedo y la tristeza a través de sus ojos.

—no quiero lástima, ni palabras de ánimo— movía sus manos con cada palabra —. Quiero ir a salvarlo quiero evitar mas dolor.

—no podemos hacer eso.

—¿por qué no?— quería llorar, las lágrimas poco a poco se juntaban bajo sus ojos —Estoy acá para salvar a la tierra, no puedo perder a nadie.

—la gente muere día a día, nadie puede detenerlo— Lea iba a decir algo, pero Natasha siguió —. Eso no significa que Steve vaya a morir, él sabe lo que debe hacer, y está con James, ambos se van a cubrir las espaldas.

—no lo sé, Nat.— la pelirroja quiso sonreír por el nombre. Lea jamás le había dicho así, casi siempre la llamaba por su nombre completo.

—¿por qué?

Daughter Of The War. [Steve Rogers]Where stories live. Discover now