7. Lo que el mundo conoce.

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Berlin

Las sirenas se sentían fuertemente dentro del auto. Lea mantenía su vista a través del libro polarizado, observando la ciudad, intentando distraerse del dolor que recorría su mejilla. Mantenía una tela blanca contra la herida, pero ésta se encontraba roja después de toda la sangre que había pedido y seguía perdiendo.

El soldado sentado a su lado mantenía el arma entre sus manos, casi preparada por si ella llegaba a hacer algo. Podía casi sentir los nervios del joven ante su presencia, pero Lea ya no iba a intentar nada, ya no mas.

No sabía por qué exactamente la habían alejado de Steve Rogers, pero suponía que era porque cambiaría de opinión, y ella podría hacerlo huir a él y a los demás fácilmente.

Cerró sus ojos con fuerza después de ver el edificio al que la estaban llevando. Suspiró levemente, sintiendo al soldado a su lado tenso ante sus movimientos.

—no voy a hacer nada— susurró —. Estoy decidida a firmar.

—no es por eso— el hombre guardó silencio unos segundos —, es por la seguridad de todos.

—no fui creada para dar miedo y terror.— comentó, mirándolo a los ojos.

—pero es lo que en mundo conoce.

Pronto el auto llegó a la puerta delantera, mientras veía los demás autos continuar su camino, llevando a Steve Rogers aún mas lejos de ella.

Bajó del coche escoltada por el mismo soldado, haciéndola entrar a la enorme sala con insmensos vidrios. Recordó vagamente la central, a sus pasillos grises que parecían sin fin. Pero ahora tenían un fin, y sería firmando los Acuerdos.

La guiaron por el lugar hasta una pequeña enfermería, donde ya la estaban esperando. La hicieron recostarse en una camilla, e inyectaron sobre su piel lo que llamaron anestesia.

Pero eso no podía quitar el inmenso dolor que recorría su rostro completo, que parecía presionar su cráneo y recorrer su espina.

Comenzó a dudar al momento de ver la aguja y el hilo que el médico portaba entre la punta de sus dedos. Contuvo la respiración unos segundos, pero luego gritó al sentir el dolor que parecía volver a partir su rostro a la mitad.

Después de varios segundos, el dolor comenzó a disminuir y ya no sentía la aguja traspasar su piel. Finalmente le permitieron sentarse sobre la camilla. Uno de ellos se acercó, con un pequeño algodón mojado en algún líquido.

Se lo tendió, esperando que ella misma limpiara la herida, así podría controlar el poco dolor que parecía un pequeño cosquilleo.

Pero cerró los ojos con fuerza mientras intentaba pasar el algodón alrededor de las heridas recién cocidas.

Terminó de limpiarse la sangre de la herida y rápidamente, el soldado que la había acompañado, volvió a ingresar, cargando su arma entre sus manos, preparado ante cualquier movimiento.

Lo siguió y la hizo subir a un enorme ascensor y pronto ingresó a una nueva habitación, donde la luz blanca del lugar era demasiado fuerte.

—deberemos esperar a que llegue el Ross, él será quien la acompañará a firmar.— habló el soldado señalándole el pequeño sillón gris.

Lea se sentó sobre el, con sus manos sobre sus piernas, su vista sobre el suelo, mientras escuchaba al hombre acomodar el arma.

Pasaron varios minutos hasta que un hombre un poco bajo y canoso ingresó en la habitación con una media sonrisa en sus labios.

Lea se levantó rápidamente y se acercó a él, extendiendo su mano hacia adelante, intentando saludarlo formalmente como hacían los humanos.

—Lea, lástima las circunstancias.

—lo sé, lo siento tanto.— susurró.

—lo importante es que ahora tenemos a Barnes.— sonrió

—espero que eso pueda cambiar un poco las cosas— presionó levemente sus labios —. Sé que todo ha sido difícil.

—si, pero esperemos que realmente haga un cambio.— asintió.

—voy a firmar.— dijo intentando demostrar seguridad.

—esas son buenas noticias.— habló, haciendo una pequeña seña al soldado, quien caminó hasta ellos, mientras el Comandante Adjunto de las Fuerzas Conductas comenzaba a guiarla a través de unos pasillos, hasta una enorme habitación bien decorada, donde una enorme mesa de madera se encontraba delante de ellos.

Señaló la silla negra y Lea se sentó, sintiéndose observada por todos en la habitación. Dos hombres en traje se acercaron, dejando el enorme libro de los Acuerdos.

—bien, es mi obligación explicarte de lo que trata esto...— comenzó, pero las puertas se abrieron nuevamemte, dejando ver a T'Challa, quién caminó con lentitud hasta sentarse a un lado de Lea en silencio.

—bien, esto se pone cada vez mejor.— asintió para si mismo el hombre en traje.

—voy a firmar, espero que eso signifique algo.— Ross asintió.

—los Acuerdos de Sokovia fueron autorizados por ciento diecisiete países, están creados para que los súper héroes, o cualquier humano que tenga poderes, habilidades o cualquier arma capaz de hacer algún cambio, deba firmarlo— él miró a ambos con seriedad —, revelando su identidad, y queda obligado a hacer un par de estudios para medir sus capacidades, y saber cómo proceder sobre él.

—creo que es mejor dejarlo ahí.— Lea lo miró a los ojos, estaba cansada de escuchar lo que significaba firmar.

—gracias— suspiró y acercó los papeles a Lea, donde en un lado, aparecía su nombre, simplemente Lea, en unas letras azules —. Es hora.

Le tendió una pluma para firmar, y Lea lo tomó entre sus manos. Miró el espacio en blanco y dudó unos segundos. Su mano temblaba sosteniendo la pluma, pero sabía que debía hacerlo. Y ahí venía el problema, ni si quiera sabía lo que era una firma.

Apoyó la punta de ésta contra el papel blanco, e intentó imitar las letras azules debajo del espacio en blanco.

La letra salió un poco movida, y extraña, pero era lo mejor que podía hacer. El Secretario rió levemente, pero intentó ocultarlo.

—¿cuánto tiempo llevas en la tierra?— preguntó, moviendo los papeles hasta T'Challa.

—casi tres meses humanos.

—eso es genial.— tomó la pluma de su mano y se la dio al Rey de Wakanda.

Él rápidamente escribió su nombre sobre su espacio en blanco y dejó la pluma sobre la mesa. Se dispuso a observar a Lea, la enorme herida que atravesaba si mejilla.

—tengo que irme.— susurró Lea mientras se levantaba de la silla. El soldado rápidamente se acercó, deteniéndole el paso.

—no, está bien. Tiene que ir nuevamente a la enfermería para comenzar los estudios.— Ross habló, con sus manos sobre sus caderas, asintiendo levemente.

—¿puedo tener unas palabras con ella?— preguntó T'Challa, con la mirada baja.

—claro, su Alteza.— dijo Ross un poco incómodo.

Lea se mantuvo en el mismo lugar, pero él se levantó, caminando hasta la puerta, y saliendo en silencio. Él la esperaría en el pasillo para poder hablar con ella, y no podía evitar el miedo en su interior.

Quizás, lastimarla no había sido la intención de él, pero no podía evitar el miedo recorriendo cada centímetro de su cuerpo.

Parpadeó un par de veces, intentando quitar las lágrimas que se habían acumulado sobre sus ojos de terror, y se giró dispuesta a salir, con el mismo soldado detrás de ella, preparado por si ella intentaba algo.

T'Challa le había causado dolor, y no se olvidaría fácilmente de ello.

Daughter Of The War. [Steve Rogers]Where stories live. Discover now