9. Lo estaba perdiendo.

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—¿cómo te sentís, Lea?— preguntó el hombre que se hacía llamar psicólogo. Ella no conocía esa palabra, pero creía que significaba algo importante.

—nerviosa.— respondió en un susurro.

—respira hondo— habló el hombre a su lado, acercando la aguja a su ante brazo —, y necesito que retengas el aire.

Lea hizo lo que le pedían, mirando fijamente al hombre rubio delante de ella, con unos anteojos con marcos negros y un anotador entre sus manos.

—¿por qué estás nerviosa?— volvió a preguntar una vez que la aguja salió de su cuerpo.

El doctor golpeó levemente la jeringa después de sacarle sangre, luego la dejó sobre una bandeja plateada antes de sonreír hacia ella.

Le traía malos recuerdos, pensaba que en cualquier momento intentarían secuestrarla nuevamente y no podía evitar la horrible opresión que sentía sobre su cuerpo.

—porque la última vez que me sacaron sangre, todo terminó mal.— ambos hombres se miraron.

—¿por algo que debamos saber?— negó con la cabeza.

—me habían secuestrado.

Ambos asintieron. El que tenia la bata blanca, tomó de la mesa, cerca de la jeringa, una pequeña linterna y se acercó nuevamente.

—quiero que mantengas tu vista fija en mi dedo.— habló, levantando su dedo anular.

La joven asintió varias veces antes de mirar fijamente el pálido dedo del doctor. Él encendió la linterna y comenzó a iluminar su ojo, su pupila, provocando que Lea viera pequeñas aureolas al parpadear.

El doctor volvió a sonreír al alejar la linterna y permitió que el psicólogo acercara su silla a ella.

—¿algo qué quieras contarme sobre tus últimos días? ¿emociones, pensamientos? ¿algo que creas relevante?— ella pensó unos segundos antes de negar —podés confiar para contarnos.

Lea lo miró a los ojos, deseando crear imágenes, hacerlo creer que ella no estaba ahí. Pero antes de poder crear algo, la pantalla a la otra punta de la sala le llamó la atención.

James Buchanan Barnes se encontraba encerrado en lo que parecía una caja con vidrios dentro de una enorme habitación. Un hombre delante de él estaba hablando, pero ella no lograba escucharlo.

—quiero…— susurró antes de levantarse apresurada, dejando a ambos hombres observándola un poco incómodos.

Se paró delante de la pantalla, pero el silencio de ésta la molestaba demasiado. Miró a través de la habitación rápidamente, intentando encontrar algún lugar donde pudiera escuchar, o algo para conseguir el audio, pero presionó su mandíbula con fuerza al no encontrar nada.

Uno de los doctores se paró a su lado, tocando botones en un pequeño aparato, hasta que, repentinamente, el sonido de la conversación se escuchó.

—dime, Bucky. Has visto mucho, ¿no?— habló el hombre que permanecía de espalda en el vídeo.

—no quiero hablar sobre eso.— respondió James, que se encontraba en la caja de contención, con una expresión fría y seria, que a Lea le causaba un pequeño escalofrío a través de su columna.

—temes que si abres la boca, los horrores no paren nunca.— continuó él.

Lea sacó la vista de la pantalla. Sabía que James había sufrido demasiado, sabía que le habían lavado la memoria durante años y que ahora, siendo él mismo, los recuerdos de cientos de asesinatos quedaban grabados en su mente, repitiéndose constantemente.

Daughter Of The War. [Steve Rogers]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz